Por REDACCION
A una buena parte de funcionarios públicos de todos los niveles les encanta utilizar el concepto "el Estado presente" cuando procuran destacar una acción positiva de las gestiones que presiden o en las que participan, generalmente cuando se otorga un derecho que hasta ese momento no estaba reconocido. De alguna manera, suena "políticamente correcto" hacer referencia a un "Estado presente" en contraposición de la idea de un "Estado ausente" que deja en poder del mercado el ordenamiento de la economía. La discusión gira en torno a la idea de organizar un país con fuerte intervencionismo estatal en todos los ámbitos o inclinarse hacia una economía con mayor libertad.
Quizás no está mal un Estado presente, pero la cuestión es que en la Argentina actual los únicos que parecen prosperar socialmente son los políticos con acciones lejanas a la transparencia. Senadores y diputados nacionales muy costosos, con sueldos importantes y una oscura red de supuestos asesores que se pagan con el dinero de todos los contribuyentes. El Presidente de la Nación, los gobernadores y los intendentes prefieren no vincular que el Estado presente que les gusta mencionar en cada discurso se solventa con los recursos de los ciudadanos. El buen salario que cobran los funcionarios, que durante el año de pandemia no se redujo ni a modo de gesto hacia empresas y trabajadores que perdieron el salario o resignaron poder adquisitivo, también depende de los aportes de empresas y particulares. En este contexto se entiende la brutal carga impositiva que exhibe la economía nacional, más allá de que los funcionarios busquen disimular e incluso calificar como mito eso de que la Argentina tiene los impuestos más caros del mundo.
Como aseguran los críticos, el Estado puede estar presente, pero casi siempre en forma ineficiente y costosa. Hay mucho por mejorar. En este marco, un informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos advierte que la incertidumbre económica, las políticas intervencionistas, la alta inflación y el estancamiento han impedido que la Argentina maximice su potencial. En el diagnóstico volcado en un trabajo llamado "Declaraciones sobre el Clima para las inversiones", en el capítulo argentino, considera que los controles de capital, las restricciones comerciales y los controles de precios aumentan la distorsión económica que obstaculiza el clima de inversión en el país.
El informe, que se realiza en forma anual, es una visión sobre el ambiente para los negocios en más de 170 países que son mercados potenciales o destinos de inversiones para compañías de los Estados Unidos. El trabajo pondera algunos aspectos de la Argentina, especialmente su riqueza potencial en varios campos y su recurso humano. Se señala que la Argentina presenta oportunidades de inversión y comercio, particularmente en agricultura, energía, salud, infraestructura, tecnología de la información y minería. En otro pasaje, se califica a los trabajadores argentinos entre los más educados y capacitado de América Latina aunque luego advierte que la incertidumbre económica y las políticas intervencionistas recortan las posibilidades de desarrollo.
Según la Casa Blanca, tanto las empresas nacionales como las extranjeras señalan con frecuencia una carga fiscal alta e impredecible y leyes laborales rígidas, que dificultan la respuesta a las condiciones macroeconómicas cambiantes, como obstáculos para una mayor inversión en la Argentina. Por otro lado, se indica que el gobierno de (Alberto) Fernández no tiene una mesa redonda de negocios formal u otro diálogo establecido con inversionistas internacionales, aunque sí se relaciona con empresas nacionales e internacionales.
En la misma línea, un informe de Analytica Consultora consignó que la inversión, tanto pública como privada, muestra un dinamismo inusual para una economía bajo una profunda crisis marcada por la incertidumbre, dado que en el primer trimestre creció un 38%, aunque si el Gobierno no logra estabilizar la macroeconomía, volverá a registrarse una caída.
Pero más pronto que tarde, si el Gobierno no logra estabilizar la macro, generar más certidumbre e impulsar la demanda a través del consumo privado y las exportaciones, la inversión volverá a caer. En ese escenario, alertó que las vías más usuales para financiar la inversión pierden terreno, como el crédito a las empresas, que cae en términos reales desde el pico en septiembre de 2020 y converge a niveles prepandemia.
En este caso, las inversiones de las empresas dependen del clima de negocios, que está lejos de ser el óptimo, con reglas de juego cambiantes de la noche a la mañana. Sino que lo digan las empresas de la cadena de la carne, que invirtieron para conquistar mercados internacionales pero hoy sufren el cepo a las exportaciones. Y un país con 50 por ciento de su población en la pobreza, una elevada desocupación y una inflación indomable deja en evidencia que el Estado es, por lo menos, tóxico.
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