Por REDACCION
El nombre del progreso para darle mejores niveles de calidad de vida a la humanidad, y en gran medida con las banderas del capitalismo para simplemente obtener grandes ganancias, las empresas que luego se convirtieron en multinacionales fueron poniendo a prueba el umbral de dolor del planeta durante el siglo 20, muchas veces aprovechando la falta de regulaciones en no pocos países. Como había lugar para crecer y crecer, esa voracidad no parece ni siquiera hoy encontrar sus límites. Hace décadas, el paradigma se asentaba en el desarrollo sin reparar demasiado en las cuestiones ambientales, es decir se priorizaba invertir, crecer, dar trabajo y así progresar a costa incluso de que eso signifique daños en la naturaleza y riesgos en la salud de los trabajadores. Situaciones que se daban principalmente en los países del tercer mundo donde con tal de recibir inversiones para combatir la pobreza se perdonaban, al capitalismo, pecados ambientales.
Pero con el paso de los años el Estado, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil fueron adquiriendo conciencia sobre la necesidad de establecer reglas de juego con firmezas para frenar esa legítima pero en muchos casos desmedida ambición por ganar plata por parte de las empresas. Y se fueron incorporando requisitos sobre los modos de producir para que no tengan impacto ambiental negativo y sobre normas de higiene y seguridad para los trabajadores entre tantos otros. Además, surgieron conceptos que reconfiguraron los enfoques de hacer las cosas en el complejo mundo de los negocios, como el desarrollo sustentable o la responsabilidad social empresaria.
Sin embargo, más allá de estos avances, aún queda mucha tarea pendiente en todos los niveles. Para empezar, en el nivel de las personas, se necesita ser ordenado con los residuos en la vivienda, es decir proceder a la separación entre aquellos que son reciclables y los que no lo son. Desde no arrojar un papel o un chicle en el espacio público ni tampoco las botellas de plástico o las bolsitas de nylon, altamente contaminante. Se trata de acciones de nuestra vida cotidiana que en muchos casos no cumplimos, lamentablemente. Es la indiferencia ambiental como emblema (negativo) de nuestro comportamiento. Quizás tratamos de enseñar un buen concepto a un niño sobre cómo disponer un residuo, pero después no lo respetamos. Un ejemplo claro de falta de coherencia entre lo que decimos y lo que finalmente hacemos.
Por tanto, en el plano de las personas nos queda un enorme desafío por hacer. Porque después nos quejamos de lo que no hacen los gobiernos o las empresas. Pero la posibilidad de cambiar el mundo comienza con los pequeños gestos y la suma de ellos.
En un plano superior, en el nivel del poder, los debates persisten sin todavía darle espacio a la acción en lo que tiene que ver con el cambio climático, que según especialistas puede ser la llave de la extinción de la vida tal como la conocemos. Urge cambiar para frenar el cambio (climático).
En esta última semana la ciudad suiza de Davos realizó su tradicional Foro Económico anual, donde se dan cita los que manejan el mundo, los poderosos: gobernantes, jefes de corporaciones multinacionales y organizaciones supranacionales como el FMI, el Banco Mundial o las Naciones Unidas. En este ámbito, la problemática centró el jueves la atención del foro. "Estamos perdiendo la carrera" frente al cambio climático por la falta de "voluntad política", dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. "La evolución es peor de lo previsto" por lo que "es absolutamente indispensable invertir la tendencia", dijo en un mensaje a los 3.000 responsables políticos y económicos.
En ausencia de grandes líderes como Donald Trump, Emmanuel Macron o Xi Jinping, estrellas del año pasado, el foro ha tenido menos contenido político esta vez, con la presencia de científicos o figuras comprometidas por su lucha contra el cambio climático. "Nos dirigimos hacia un aumento de les temperaturas de 4 grados centígrados en este siglo y la indiferencia pasiva con la que la mayoría de países lo aceptan parece un pacto suicida", advirtió el ex secretario de Estado norteamericano, John Kerry.
El acuerdo climático de París de 2015, debilitado por la retirada de Estados Unidos y la posibilidad de que también lo haga Brasil, tiene el objetivo de limitar al 2% el aumento de las temperaturas en relación a los niveles preindustriales.
Pero según Guterres "es insuficiente" por lo que reclamó a los países que asuman compromisos más ambiciosos.
Desde la organización ecologista internacional Greenpeace también consideraron que es necesario actuar y plantearon que la cuestión es si las compañías y los países estarán a la altura del desafío y empezarán a trabajar para resolver uno de los mayores riesgos para la economía global y para el planeta en su conjunto. La cuestión está en todos los debates, sobre todo el impacto económico del cambio climático, que es la principal preocupación de los participantes, según una encuesta publicada la semana pasada. Vamos de nuevo: ¿qué hacen ustedes en sus casas por el planeta?
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