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Editorial Miércoles 5 de Marzo de 2014

El plan Progresar

El programa de becas para jóvenes que no estudian ni trabajan es cuestionado por la falta de exigencias para quienes será asistidos.

REDACCION

Por REDACCION

El plan denominado Progresar lanzado el pasado mes de enero por la presidenta de la Nación Cristina Fernández, destinado a los jóvenes comprendidos en la franja etaria entre 18 y 24 años que no estudian ni trabajan, o bien tienen un empleo pero en el que no llegan a un salario mínimo, recibió tanto elogios como cuestionamientos. Entre estos últimos se cuentan los del sociólogo Aldo Isuani, publicados en medios nacionales, puntualizando algunos aspectos respecto a la forma de funcionamiento elegida.

Se sostiene que curiosamente es un programa de becas en el que no hay ningún requisito de aprobación de los estudios cursados, mientras que "una beca -afirma- en cualquier lugar del mundo es una ayuda económica para que la persona pueda concluir un determinado nivel educativo y se interrumpe si el beneficiario no cumple su parte del contrato tácito", lo cual no tiene vigencia en el Plan Progresar, ya que se puede recibir el dinero asignado, consistente en 600 pesos mensuales "con sólo calentar la silla", siendo tan liviano e inconsistente el requisito que establece presentar certificados de que se está estudiando pero no de que se está aprobando, terminando por conformar "un grave error que apesta a populismo", de acuerdo lo dice el autor de la nota.

Encuentra similitud con otro de los programas de asistencia implementados por el gobierno, como es la Asignación Universal por Hijo, recordando que el mismo surgió por decreto luego de las elecciones de 2009 en que el oficialismo tuvo una muy floja performance, anticipándose a una similar iniciativa que tenía la oposición y que había hecho público, considerándose en consecuencia como una maniobra más de carácter político que el verdadero fin social que persigue, con el objetivo de recuperar la iniciativa. Es por estas razones que se refiere como una parte fundamental que debería tener este nuevo programa, la exigencia de completar los estudios, pues de la manera que está implementado puede llegar a ser, al menos para unos cuantos, sólo una manera de reunirse a fin de cada mes con 600 pesos que vendrán prácticamente sin esfuerzo ni exigencia.

Debe recordarse que los jóvenes que ni estudian ni trabajan suman alrededor de un millón en el país, motivo por el cual es legítimo interrogarse cómo puede haberse llegado a esta situación después de una década ganada, durante la cual hubo una seguidilla de año con crecimientos económicos muy elevados, con el sólo paréntesis de 2008 y parte de 2009 cuando la crisis con el campo, generada por el propio gobierno con una serie de medidas desacertadas, las que se decía buscaban proteger la mesa de los argentinos, cuando en realidad deterioraron fuertemente la producción. La cual, pese a todo y por medio de la soja, fue lo que le posibilitó al gobierno hacerse de los recursos suficientes para desarrollar sus políticas durante esa década, aunque, en realidad, algunos resultados hayan quedado lejos de los objetivos declamados, como por ejemplo la regresión en materia energética, con una fuerte declinación en calidad educativa, aún habiéndose destinado como nunca antes se había hecho, recursos consistentes en el 6% del presupuesto. 

Volviendo al Progresar, sostiene Asuani que otro aspecto "refiere a la creencia de este gobierno de que repartiendo dinero se solucionan los problemas y ello sucede porque es probable que no sepan hacer otra cosa", aludiéndose que es sencillo advertir que el desarrollo de un programa de esta naturaleza trae aparejados enormes problemas de gestión, como por caso el plantearse si los centros de formación de adultos se encuentran en las condiciones necesarias para absorber una cantidad tan numerosa de estudiantes.

También se plantea que suponer que los jóvenes no estudian simplemente porque no tienen dinero es un planteo simplista al extremo, ya que "difícilmente la escuela secundaria sea un atractivo para esa franja de edad", sugiriéndose entonces que el componente educativo de una iniciativa de esta naturaleza debe apuntar a la preparación para el trabajo, el desarrollo cultural y el deporte, con los cuales se logrará atraer a los jóvenes nuevamente al ámbito de la educación, que esté un poco más allá del único atractivo de la suma de dinero mensual.

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