Por REDACCION
No me diga, amigo lector, que no extraña horrores ese alarido de gol que sale de manera alocada de las gargantas enrojecidas cuando la pelota sacude la red.
O que ya se hace interminable el tiempo de volver a un gimnasio de básquetbol para festejar un tiro desde la línea, un doble o triple sobre la chicharra que le concedan la victoria al equipo de sus amores.
Ni hablar de los fanáticos del deporte motor que desde hace un tiempo que nadie imaginaba no se deleitan los oídos con el sonido de los motores acelerados a fondo en la misma grilla, en una maniobra de sobrepaso o en la caída de la bandera a cuadros.
Cuánto pagaríamos hoy para asistir a cualquier actividad deportiva, en un lugar abierto o cerrado, en la que los más chicos sean los protagonistas, soñando con llegar a ser algún día como sus ídolos.
Los escenarios reales por este tiempo le dieron paso a los virtuales. Y todos, de alguna manera, terminamos conformándonos, aunque las emociones sean totalmente distintas.
La televisión y las redes sociales, nos permiten revivir hechos que volvemos a disfrutar, algunas veces, sabiendo de qué manera terminan las historias, en otros, los menos, los disfrutamos como si los estuviésemos siguiendo en vivo, porque ya no los teníamos lo suficientemente claro en nuestra memoria.
Quienes fuimos testigos de acontecimientos que ocurrieron hace muchos años, por una cuestión generacional, nos volvemos a emocionar con las grandes conquistas de nuestro deporte.
Ver un documental de excepción que repasa la incomparable trayectoria de Juan Manuel Fangio y sus cinco títulos mundiales en la Fórmula 1, no cotiza en bolsa, porque su valor no se puede cuantificar.
Vibrar de felicidad con la consagración del seleccionado argentino de fútbol en Argentina '78 con los goles de Kempes y las atajadas de Fillol, representa bastante más que un simple recuerdo a la distancia, porque, en definitiva, fue "La Fiesta de Todos", al margen de la situación institucional que se vivía en nuestro país.
La magia del Diego nos trasladó imaginariamente al estadio "Azteca", una vez más, como tantísimas otras, para asistir a la mayor obra que haya interpretado un futbolística en los mundiales, que se dio frente a los ingleses en el '86, antes de levantar la segunda Copa del Mundo frente a los alemanes en México.
El terrible "escopetazo" de Monzón que derrumbo como un castillo de naipes al favorito Benvenuti en la increíble noche de Roma, también volvió a exhibirse en los últimos días como una de las mayores satisfacciones de nuestro boxeo, el deporte que nos regaló un puñado bien grande de campeones mundiales.
Vilas, Sabattini o más cerca en el tiempo Del Potro, levantando un trofeo, nada menos que en un Grand Slam, sensibilizan a los aficionados al tenis, otra de las disciplinas que nos brindó infinitas alegrías.
Y si mencionamos al principio los irrepetibles logros de Fangio, debemos hacerlo también con los de Reutemann, ese santafesino que nos hacía levantar temprano cada domingo de Fórmula 1 en los '70 y a principios de los '80, siempre con la ilusión de acompañarlo en el festejo de un triunfo. ¿O acaso no acelerábamos con el "Lole" en un cockpit que tenía lugar para uno solo, pero que compartíamos millones de argentinos.
Cuando afluyen los nombres propios en nuestra memoria, siempre quedarán muchos sin ser rescatadas, aunque se reconozcan sus méritos. Es más sencillo, obviamente, ocuparnos de los deportes de conjunto, aún cuando en todas las disciplinas se destaquen los aportes individuales.
Cómo obviar las medallas doradas que se colgaron los integrantes de "La Generación Dorada" del básquetbol; las dos que consiguió el fútbol o la que obtuvieron "Los Leones" en el hóckey.
Sería injusto no rescatar a quienes formaron parte de esos planteles fantásticos, que también aportaron a la valiosa colección de halagos en el máximo nivel internacional.
Con este repaso, de ninguna manera pretendemos desempolvar "el baúl de los recuerdos". Simplemente, queremos reconocer a quienes nos dieron el enorme privilegio de vivir con inmensa felicidad sus éxitos deportivos.
Es bueno recordar esos momentos en estos tiempos difíciles, como lo están haciendo los medios de comunicación visual. Porque cada uno de nuestros deportistas lució con orgullo los colores que nos identifican y enarboló bien arriba nuestra bandera.
Escuchar el Himno Nacional Argentino, por obra y gracia del deporte, en el rincón más lejano del planeta, nos emociona y nos hace tomar conciencia sobre la importancia del sentido de pertenencia.
En tiempos de pandemia, el deporte real ingresó en un paréntesis que no tiene un plazo determinado, pero los contenidos virtuales atenúan, en buena manera, nuestra ansiedad por volver a ser testigos, en la realidad, de nuestros deportes favoritos. Que sea bien pronto.
.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.