Por REDACCION
Con la persistencia de la crisis económica de la Argentina, la cuestión social se instaló con fuerza en la agenda pública por las costosas consecuencias negativas que se advierten a partir del aumento de la desocupación, el deterioro del salario real y el incremento de la pobreza y la indigencia, que pone en riesgo la alimentación de cientos de miles de familias. Comedores escolares o populares y merenderos nuevamente registran un incremento de la demanda porque los hogares no pueden garantizarse puertas adentro un plato de comida por día y deben pedir auxilio al Estado, a las organizaciones sociales y a la sociedad civil para alimentarse.
Así, mientras el mundo avanza a pasos agigantados con el motor de la ciencia y la innovación hacia una sociedad donde la inteligencia artificial regulará nuestra vida cotidiana, en la Argentina se ha retrocedido al punto de no poder dar cuenta de problemáticas como el hambre y la pobreza, que por cierto es estructural.
De todos modos, no es un drama solo argentino. Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advirtió que las sequías y los conflictos prolongados son los principales responsables de que en 41 países del mundo, entre ellos Venezuela, se siga necesitando ayuda alimentaria externa.
De acuerdo al reporte "Perspectivas de cosechas y situación alimentaria", la lista de países incluye a 31 de Africa además de Venezuela y Haití.
Paralelamente, las cosechas de cereales se anuncian abundantes en varios países de América Latina y Asia, mientras que la mejora de las condiciones de seguridad ha contribuido a impulsar la producción agrícola en Siria, en guerra, precisa la FAO. Los conflictos y disturbios sociales provocan hambre en cerca de la mitad de los 41 países necesitados de ayuda, otros se enfrentan a una grave escasez de recursos debido a la gran afluencia de refugiados procedentes de países vecinos que experimentan tensiones.
Según el informe de la agencia especializada de Naciones Unidas, en Venezuela, la hiperinflación ha erosionado gravemente el poder adquisitivo local, generando graves limitaciones al acceso de los hogares a los alimentos. Los investigadores estiman que se registrará en ese país un descenso de la producción de cereales debido a la falta de insumos agrícolas. Según estimaciones de la FAO, unos 4,3 millones de personas han abandonado el país y se han establecido en países vecinos, donde sus necesidades humanitarias son significativas, recalca el informe.
Por otra parte, América Latina y el Caribe representa el 20% de la cantidad global de alimentos que se pierden desde la fase posterior a la cosecha hasta el nivel minorista, según un estudio complementario de la misma organización de la ONU. En el documento titulado "Estado mundial de la alimentación y la agricultura 2019", se indicó que la región se ubica tercera en el ranking de desperdicio de alimentos detrás de Asia meridional y central, y América septentrional y Europa.
Según el informe, América Latina y el Caribe pierde el 12 por ciento de sus alimentos desde la post cosecha hasta el nivel minorista, cifra ligeramente inferior que el promedio global, que alcanza el 14%. Cuando se considera esta misma pérdida en términos de calorías, los países de la región pierden el 14% de las calorías que producen. La publicación también destacó que varios países de la región están adoptando políticas para detener este problema. En ese sentido, Argentina creó un Programa Nacional para la Reducción de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos en 2015; desde entonces, más de 80 instituciones públicas y privadas se unieron para constituir la Red Nacional para la Reducción de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos.
En cifras, la FAO alertó en una investigación del año pasado que se desperdician el 45% de las frutas y vegetales que se cosecha en todo el mundo. La cantidad equivale a algo así como 3.700 millones de manzanas. Y se desperdicia el 30% de los cereales en tanto que de los 263 millones de toneladas de carne que se producen mundialmente cada año, se pierde el 20%, el equivalente a 75 millones de vacas.
En total, según cifras la FAO, se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total. El desperdicio ocurre en todos los procesos de producción, cultivo, procesado, distribución y consumo. Es decir, tanto los agricultores, como las compañías, los restaurantes, así como los consumidores, tienen responsabilidad en la cantidad exorbitante de comida que se pierde. Esto ocurre mientras existen 821 millones de personas que padecen de hambre en el mundo. Una de cada nueve personas sufre de inseguridad alimentaria, pero en realidad se producen alimentos más que suficientes para todos.
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