Por REDACCION
El medio ambiente, es uno de los temas que viene instalándose en las mesas de todas las discusiones en los últimos tiempos.
Lamentablemente, la pandemia generada por el Covid-19 originado en China a fines de 2019 y propagado con alarmante intensidad este año, relegó a un segundo plano el calentamiento global, otra cuestión muy importante.
Hoy, las noticias en ese aspecto no son buenas para el planeta en varios frentes, pero de manera puntual en el referido a la deforestación de la Amazonia, la reserva de oxígeno más importante de la Tierra.
Castigada por incendios feroces y destructivos en 2019, la extensa región, lejos de recuperarse, sigue mostrando una imagen dantesca en las zonas que fueron más castigadas el año pasado.
Las millones de hectáreas arrasadas por el fuego no podrán recuperarse en los próximos veinte año, se asegura desde organismos que estudian ese tipo de fenómenos, que atentan contra el medio ambiente.
La deforestación se disparó tanto que alcanzó el nivel más alto de los últimos 12 años en la mayor selva tropical del mundo, que es clave para frenar el cambio climático.
Las cifras que se proporcionaron recientemente, dan cuenta de la pérdida de unos 11.088 kilómetros cuadrados de árboles, de acuerdo con el balance anual difundido en noviembre.
Este aumento del 9,5% respecto al año anterior, cuando se desataron los grandes incendios, pone en evidencia el desacierto de la política que viene aplicando el presidente Jair Bolsonaro, que minimizó las inspecciones medioambientales, además de alentar la impunidad para los invasores de tierras y no actuar en defensa de los indígenas que desean preservar la naturaleza.
Es tan extensa la Amazonia que Greenpeace realizó unas cuentas para que sea más fácil entender el calibre de las voluminosas pérdidas. Se pudo llegar a la conclusión que por efecto del fuego y de la acción del hombre, se perdieron aproximadamente 626 millones de árboles.
Para graficar más claramente su análisis, el organismo señaló que es como si cada minuto en el último año la Amazonia hubiera perdido el equivalente a tres campos de fútbol hasta sumar, 1,58 millones de estadios.
La misma ONG sostiene en una nota que "el desmantelamiento de los órganos y las políticas medioambientales nos ha llevado a una tasa casi tres veces mayor que la meta de reducción de la deforestación establecida por ley para el año 2020".
Dos miembros del Gobierno brasileño, ambos militares del ala más pragmática y menos ideológica, del Gabinete de Bolsonaro asistieron a la presentación de los datos. En cambio, el ministro de Medio Ambiente no estaba junto a ellos.
La cifra, que se dio a conocer oficialmente el último día de noviembre, es el resultado de las mediciones que se realizan mediante el empleo de satélites aportados por el Instituto de Investigaciones Espaciales.
Es un balance anual que abarca la superficie de árboles destruida entre agosto de 2019 y julio de 2020, pero siempre tardan varios meses en ser públicas.
El Gobierno de Bolsonaro es perfectamente consciente de que la política medioambiental es crítica en sus relaciones exteriores, tanto con la Unión Europea como lo será con Estados Unidos, cuando Joe Biden asuma como Presidente, en el venidero mes de enero.
La ecología, siempre se mencionó, tiene un enorme peso en el proceso de ratificación del acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur.
Pese al despliegue de miles de soldados brasileños en las zonas más sensibles y la creación del Consejo de la Amazonia para coordinar a todos los organismos implicados en el cuidado del medio ambiente y la lucha contra los incendios, hasta el momento no pudo revertirse el aumento de la deforestación, que es justo señalar, comenzó antes de que Bolsonaro llegue al poder en Brasil.
La destrucción de la Amazonia superó en 2004 los 27.000 kilómetros cuadrados (casi el triple que ahora). Fue el primer año de Lula da Silva como presidente. Desde entonces la destrucción anual de árboles fue disminuyendo y alcanzó 4.570 kilómetros cuadrados en 2012, el mínimo desde que hay mediciones.
Pero a partir de ese año, con Dilma Rousseff en el poder, comenzó de nuevo el aumento, hasta alcanzar los más de 11.000 kilómetros cuadrados en lo que se lleva relevado hasta el último día de noviembre.
Se destaca en un comunicado que la deforestación registrada desde que Bolsonaro gobierna indica la desconexión del Ejecutivo de los desafíos y oportunidades, también económicas, que supone la Amazonia.
El ya mencionado INPE tiene otro sistema, que contabiliza alertas cada mes y sirve para movilizar a los inspectores ambientales o la policía, que ya había indicado que la deforestación seguía en aumento; mientras Greenpeace manifestó que "el Gobierno solo pretende maquillar una realidad que evidentemente, podría ocasionar daños irreparables".
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