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Editorial Domingo 24 de Junio de 2018

De la boca para afuera

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REDACCION

Por REDACCION

La democracia es, según la definición corta, el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Conceptos como consensos, disensos, coincidencias, disidencias son vitales para la construcción de acuerdos que busquen el bien común y una mayor calidad de vida para todos, así de simple. Sin embargo, cuando se instala tan fuertemente la noción de "grieta" que divide claramente dos espacios en una sociedad, alcanzar los objetivos de que todos vivan mejor se hace más difícil. La discusión gira en torno a cuál es el camino para lograr el crecimiento y desarrollo inclusivo, en el que la justicia social no sea una deuda eterna sino una realidad para aplaudir. 

Que nos falta una mejor educación para ser un país serio, que a la dirigencia política le conviene mantener a los pobres con escasos niveles de formación para tenerlos a modo de "rehenes" mediante el clientelismo - asistencialismo, que nunca tenemos infraestructura adecuada en las ciudades y en las rutas, que la seguridad es mala, que la justicia no funciona, que la calidad de las instituciones está lejos de alcanzar niveles de un país desarrollado. Las falencias de la Argentina parecen ser suficientes para completar un librillo de varias páginas. 

Y a pesar de que todos quienes actúan en la política reconocen con mayor o menor nivel de sinceridad o de hipocresía tener como premisa lograr que todos los argentinos no vivan en la pobreza y con hambre en un país considerado en otros tiempos como el granero del mundo y que se destaca por la producción de alimentos, en la práctica cuesta y mucho reconocer que trabajen para cumplir esa meta. 

Ahora mismo la Argentina transita una nueva crisis. El dólar devaluó al peso sin anestesia y en ese marco es inevitable el impacto en la inflación en el poder adquisitivo del salario. La plata no alcanza, como tantas veces en la historia, lo cual genera fastidio y perfila un escenario de mayor tensión y conflicto. 

El propio intendente de Rafaela admite, según la entrevista de Diario, un crecimiento de la demanda social en la ciudad que recae en el Estado municipal, el nivel de gobierno que está al alcance de la mano del vecino. Si bien se pierden puestos de trabajo formales, lo que más se percibe es el retroceso de las changas, de esas tareas informales que permitía a muchas personas ganarse unos manguitos para llegar a fin de mes. 

Así, este declive de las condiciones sociales explica el paro general convocado por la CGT para este lunes, que más allá de que pueda tener motivaciones políticas de los sindicatos tradicionalmente peronistas también tiene razones firmes sobre el cual asentarse. Los tarifazos, la inflación, el ajuste, la caída del poder de compra del salario y la pérdida de puestos de trabajo, como por ejemplo denunció la UOCRA Delegación Rafaela constituyen fundamentos irreprochables para esta medida de fuerza. Claro que los funcionarios del gobierno nacional responden de que una huelga no sirve para nada, en cierta o gran medida la protesta es como decirles a quienes forman parte del Estado nacional que no están haciendo bien las cosas, que son ineficientes. 

Desde el Gobierno nacional se adoptan decisiones tan duras como antipáticas con la promesa de que, en el mediano y largo plazo, permitirán corregir desequilibrios macroeconómicos y sentar las bases para un país mejor. Sin embargo, se trata de un discurso que se ha repetido tantas veces que es difícil genere confianza. Es lo mismo de siempre, dicen los ciudadanos de a pie, nos piden sacrificio hoy para estar mejor mañana. Un mañana que nunca llega. 

Hace más de un mes, el Presidente Macri debió resignarse, en medio de turbulencias que afectaron las débiles bases de la economía nacional, a anunciar el regreso al FMI. Además, anticipó que buscará un gran acuerdo nacional para avanzar en las reformas pendientes. Siempre se habla sobre la necesidad de modificar la estructura impositiva porque la presión fiscal es insostenible para la producción -es imposible ser competitivos- y también de cambiar la legislación laboral porque el costo es alto. Las organizaciones sindicales, obviamente, rechazan cualquier intento de recortar los derechos de los trabajadores (y sin decirlo, se oponen a que se reduzcan los privilegios de los gremios). 

Esta semana, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, reconoció con absoluta sinceridad que Cambiemos es un Gobierno de minoría y necesita el acompañamiento de la oposición por lo que planteó la necesidad de generar una mesa de trabajo en busca de consensos. Será un nuevo intento a lo argentino de ponerse de acuerdo. Ojalá esta vez si se logre y no sea solo una expresión de deseo de la boca para afuera. 

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