Por REDACCION
Con el desarrollo vertiginoso de la tecnología y en especial el denominado big data, una herramienta cada vez más poderosa que ofrece múltiples funciones, desde las positivas como mejorar los servicios de salud, las políticas sociales o incluso los negocios, hasta las negativas vinculadas al ciberespionaje. Quizás guarda alguna similitud con la energía nuclear, que puede ser un recurso constructivo o destructivo según su aplicación. Una planta de generación de energía nuclear puede iluminar a una ciudad entera. Pero una bomba nuclear puede destruir una ciudad entera.
Los especialistas de la empresa Powerdata definen al big data como conjuntos de datos o combinaciones de conjuntos de datos cuyo tamaño (volumen), complejidad (variabilidad) y velocidad de crecimiento dificultan su captura, gestión, procesamiento o análisis mediante tecnologías y herramientas convencionales, tales como bases de datos relacionales y estadísticas convencionales o paquetes de visualización, dentro del tiempo necesario para que sean útiles. En otras palabras, hace referencia a conjuntos de datos tan grandes y complejos como para que hagan falta aplicaciones informáticas no tradicionales de procesamiento de datos para tratarlos adecuadamente. El análisis de Big Data brinda beneficios, como ayudar a las organizaciones a aprovechar sus datos y utilizarlos para identificar nuevas oportunidades o bien detectar problemas y generar soluciones.
Pero está claro que el Big Data tiene un amplio campo fértil donde crecer y desarrollarse. Y la lucha contra la pobreza puede ser un ámbito en el que puede hacer aportes singulares, según consigna un reporte reciente del Banco Mundial. En tal sentido, la organización anticipó que el tema del próximo Informe sobre el desarrollo mundial 2021 serían los “datos” y lo que significan para el desarrollo. Desde entonces, sus ideas han evolucionado hasta convertirse en una nota conceptual más completa que ha titulado Data for Better Lives (Datos para una vida mejor).
El documento subraya que gran parte del valor de los datos está desaprovechado. La idea de que los datos cambiarán el mundo se deriva y sustenta en su omnipresencia en la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Considerando el ritmo sin precedentes al que se generan y la creciente función que desempeñan en la mayor parte de nuestras vidas, resulta fácil presuponer que la revolución digital podría ser el acontecimiento que transforma la vida más importante en la presente era, señala el reporte del Banco Mundial. Y, ahora que el mundo lucha contra la pandemia de COVID-19, el valor y el posible impacto de los datos en el desarrollo se han hecho aún más evidentes.
A pesar de este crecimiento sin precedentes, gran parte del valor de los datos sigue sin aprovecharse y a la espera de ser utilizado, señala el trabajo. Por lo general, los datos se recopilan para un propósito concreto pero, después, siguen estando disponibles para una posible reutilización que puede generar un valor económico, aplicado en otros ámbitos, más allá de lo previsto originalmente. No obstante, en el camino para esta beneficiosa reutilización de los datos se interponen muchos obstáculos, que abarcan desde incentivos inadecuados hasta sistemas desorganizados e incompatibles y una falta básica de confianza.
En este marco, junto con la promesa de avances sorprendentes en las formas en que los datos pueden ayudar al desarrollo, también surgen nuevas preocupaciones sobre la protección de los datos personales, la vigilancia, la desinformación, los ataques a los sistemas de datos y los posibles abusos de poder de mercado de las empresas que basan su actividad en los datos.
El tema central del informe del Banco Mundial trata de mostrar en qué forma los datos -en especial los recopilados principalmente para políticas públicas y los creados para fines privados, con frecuencia comerciales-pueden dar lugar a resultados de desarrollo tanto positivos como negativos. Al respecto, examina el enorme potencial de los datos para mejorar la vida de los pobres mediante su mejor uso y reutilización en el diseño de mejores programas, políticas y servicios públicos, y para optimizar además la eficiencia del mercado y la creación de empleo a través de un mayor crecimiento del sector privado.
En sus conclusiones, subraya que para que este potencial se haga realidad será necesario replantear y reestructurar considerablemente los sistemas de datos y, en particular, los que sustentan el uso de los datos del sector público. La prevista reorganización de esos sistemas colocaría a los datos en un lugar central de los procesos de adopción de decisiones políticas y mejoraría enormemente su flujo para garantizar que diversas partes interesadas pudieran reutilizarlos.
Ahora, a partir de este explosivo desarrollo del Big Data cabe preguntarse si esta herramienta puede realmente marcar la diferencia en la vida de los 700 millones de personas del mundo que viven en la pobreza extrema, con menos de USD 1,90 al día, o de los 900 millones que carecen de acceso a la electricidad, internet, agua potable y otros servicios básicos. Muchas veces los políticos de los países se encuentran enredados en casos de corrupción, más concentrados en la evolución de su patrimonio personal que de las nacionales que les toca gobernar.
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