Por REDACCION
El primer ex vicepresidente de la Argentina en ser condenado por corrupción, Amado Boudou, disertó a comienzos de esta semana en un seminario virtual organizado por dos militantes que a su vez son docentes de la carrera de Ciencias de la Comunicación Universidad de Buenos Aires (UBA), una tribuna que aprovechó para criticar el lawfare, a los medios de comunicación, al Poder Judicial y la gestión macrista. No hizo más que seguir el manual del buen kirchnerista que quiere convencer al resto de que está del lado de los buenos y desde esa supuesta superioridad moral está en condiciones de demonizar a todo aquel que no coincida con sus ideas o simplemente señale sus imperfecciones.
Primera aclaración. A finales del año pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la condena de Boudou por la adquisición irregular de la ex imprenta Ciccone Calcográfica y de esta manera dejó firme la sentencia a 5 años y 10 meses de prisión. El máximo tribunal del país rechazó un recurso extraordinario de la defensa, convirtiendo a Boudou en el primer vicepresidente de la Nación con una condena firme por un acto de corrupción.
La condena fue dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 4, ratificada por la Cámara Federal de Casación Penal y posteriormente por la Corte Suprema de modo unánime. ¿Es posible una conspiración judicial para condenar injustamente a un ex vicepresidente como una revancha por haber estatizado las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones? Sin nuevas instancias de apelación, según la Justicia argentina Boudou recibió una coima y fue autor de un acto de corrupción. El 3 de octubre de 2018 el ex funcionario jerarquizado había sido condenado por los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública, ambos en concurso ideal, al tiempo que fue inhabilitado de forma perpetua para ocupar cargos públicos.
Entonces, sin posibilidad alguna de apelar ante una instancia superior, el delincuente de Boudou quedó expuesto como un sinvergüenza, concepto que según la Real Academia Española define a un pícaro, a un bribón, a una persona que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades.
En esta misma línea, el actual Presidente de la Nación, Alberto Fernández, escribió una durísima carta abierta contra Boudou que fue publicada a fines de mayo por diario La Nación, cuando el escándalo por la imprenta Ciccone ya salpicaba irremediablemente al entonces vicepresidente. Entre otras afirmaciones, expresaba en aquella oportunidad que "tan solo el sinnúmero de mentiras con las que (Boudou) pretendió defenderse, bastaría para poner en crisis la honorabilidad del vicepresidente". Fernández, que en aquellos días estaba distanciado del kirchnerismo y su líder Cristina Kirchner, fue por más al sostener que "si Boudou recuperara la dignidad que evidentemente ha perdido, entendería el daño que causa". Sin freno, consideraba que "no es bueno para la República tener a un vicepresidente en ejercicio sospechado de haber querido beneficiar desde el Estado a una empresa en la que tenía intereses concretos".
Incluso, Fernández pareció hace siete años situarse en una posición muy alejada a la de supuesto lawfare cuando decía que "ya es imposible aceptar que todo lo que hoy se conoce sea tan solo el resultado de un impresionante accionar mediático" y que "son demasiados los fallos judiciales que le restan razón a los argumentos con los que ha pretendido protegerse y son muchas las mentiras que se le han verificado".
Segunda aclaración. En una inexplicable y sorpresiva pirueta discursiva, un presidente Fernández vaciado de poder ahora defiende a Boudou. Difícil, quizás imposible, tratar de argumentar semejante giro.
Tercera aclaración. La Universidad de Buenos Aires se ubicó 66°, su "mejor posición histórica", en un ranking global de 1.000 universidades evaluadas por la consultora internacional QS y que fue divulgado a comienzos de marzo último. La medición contempló un universo de 1.000 universidades de todo el mundo quedando en primera posición el célebre Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos.
Por tanto, cabe preguntarse por qué una casa de estudios superiores que experimenta un aumento en su reputación internacional tolera la realización de una conferencia en la que un condenado Boudou proclama su inocencia, esa misma que sostenía con mentiras según el propio Fernández. Cómo aceptar que una clase de la UBA, que es financiada por el dinero de los contribuyentes, se transforme en una unidad básica kirchnerista en la que un delincuente cuente una historia sesgada de un hecho de corrupción.
Al final, aquel tango que el compositor Enrique Santos Discépolo escribió en 1934 bajo el nombre de Cambalache, vuelve una vez más a nuestro presente, al que define con llamativa precisión. En especial cuando dice 'hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador... lo mismo un burro que un gran profesor... los inmorales nos han igualado'.
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