Por REDACCION
No hay ninguna duda de que el coronavirus ha puesto el mundo patas para arriba y lo ha dejado sin su precaria y muy imperfecta normalidad desde principios de este año, que al menos para muchos funcionaba como una zona de confort con cierta previsibilidad. De todas formas, la sensación de incertidumbre sobrevuela la humanidad desde hace muchos años, principalmente por la amenaza del fin del mundo instalada desde la post guerra cuando dos potencias con armas nucleares que peleaban por la hegemonía global chocaron indirectamente en distintos puntos del planeta (Vietnam, Cuba, Afganistán y más) y más de una vez estuvieron de hacerlo frontalmente. Quien sabe cómo podría haber sido el día después de una guerra nuclear en la Tierra.
Lo que sí es una certeza la alarmante falta de gobernanza que se advertía en el mundo pre pandemia del 2019 y continúa, más acentuada, en el actual asustado y ocupado por el Covid-19. Las instituciones tradicionales que regían una suerte de orden global lucen desgastadas, con estructuras anticuadas que les impiden trazar objetivos y consensuar una planificación para cumplirlos. El ejemplo de la problemática del cambio climático es contundente: a pesar de la creciente contaminación y de los riesgos que supone para toda clase de vida no se dieron los pasos suficientes para revertir la situación. Se avanza hacia un precipicio, quizás a una menor velocidad, pero la marcha no se detiene y en algún momento no será posible volver atrás.
Entonces, una peligrosa anarquía asoma en el presente. Una ONU poderosa (o empoderada como se diría en estas latitudes) tiene una mayor capacidad de acción y reacción ante conflictos puntuales. Hoy exhibe una debilidad preocupante sin que la comunidad internacional logre encontrar la receta para recuperar su salud institucional. Si bien se coincide en que mejorar la gobernanza es fundamental para garantizar un crecimiento equitativo en los países en desarrollo, por ahora no hay consensos sobre cómo hacerlo.
En este contexto, con la pandemia del Covid-19 en primer plano de todas las agendas, la cuestión de las armas nucleares adquiere mayor relevancia en un escenario internacional con escaso grado de gobernanza. El Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo (Sipri) advirtió que los países con armas nucleares continúan modernizando su arsenal, según un informe publicado el lunes en el que también admite las perspectivas "sombrías" para controlarlo. Afirma que la pérdida de diálogo esencial entre Rusia y Estados Unidos, cuyos arsenales representan más del 90% de las armas atómicas, podría potencialmente conducir a una nueva carrera armamentista".
El reporte del Sipri se refiere en particular al futuro del tratado ruso-estadounidense New START, cerrado en 2020, y que expirará a principios de 2021 sin que las negociaciones no han registrado avances desde el año pasado. Se trata del último acuerdo nuclear todavía en vigor entre las dos potencias, que tiene el objetivo de mantener los arsenales nucleares de los dos países en niveles inferiores a los de la Guerra Fría.
En paralelo las potencias nucleares continúan modernizando su arsenal y tanto China como India también lo aumentan. China está en plena modernización de su arsenal nuclear. Desarrolla por primera vez una 'tríada nuclear' compuesta por nueves misiles terrestres y marítimos y aviones con capacidad nuclear, explica Sipri. Además el país sigue resistiendo a las invitaciones de Washington para entrar en las negociaciones sobre la limitación de la carrera armamentística.
Al menos, en el último año disminuyó el número de ojivas nucleares en el mundo. A principios de 2020 Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte tenían 13.400 armas nucleares, según las estimaciones del Sipri, unas 500 menos que a principios de 2019. La caída de los últimos años viene principalmente de Estados Unidos y Rusia.
Mientras tanto, Irán empezó la semana pasada delicadas negociaciones sobre su programa nuclear en el marco del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en las que el aumento de sus reservas de uranio enriquecido y su decisión de impedir el acceso a dos plantas sospechosas podrían exacerbar las tensiones. Dos informes de principios de junio del organismo, que preside el argentino Rafael Grossi, alimentan la preocupación sobre el futuro del acuerdo nuclear de 2015 firmado con Irán y que está en peligro desde que Estados Unidos lo abandonó en 2018.
Desde hace un año, Irán aumentó sus reservas de uranio enriquecido, aumentó su tasa de enriquecimiento al 4,5% frente al 3,67% que fija el acuerdo y aumentó el número y el rendimiento de sus centrifugadoras. Pese a los incumplimientos desde hace un año, la tasa de enriquecimiento sigue estable y está todavía lejos del 90% que necesita la fabricación de una bomba atómica.
Así está el panorama de las armas nucleares en un mundo cada vez más inestable, donde sobresalen presidentes impulsivos como quien está al frente de la Casa Blanca.
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