Por REDACCION
¿Qué pasa con algunos jóvenes que tienen un comportamiento tan agresivo? La respuesta no es sencilla, pero sí puede hablarse de la mezcla de varios factores, según concluyen las definiciones a las que acceden los especialistas en analizar ese tipo de conductas.
En los últimos días, la muerte del joven Fernando Báez Sosa, atacado brutalmente por un grupo de jugadores de rugbiers en la ciudad balnearia de Villa Gesell, en la provincia de Buenos Aires, se transformó en un caso testigo de una violencia que parece no tener límite para quienes la practican con absoluta naturalidad.
La difusión de las imágenes, que se pudieron captar gracias a las varias cámaras de seguridad instaladas en inmediaciones del lugar donde se produjo el accionar delictivo de algunos de los integrantes del grupo agresor contra una persona sin ninguna posibilidad de neutralizar los golpes, efectuados con los pies y con las manos, refleja la brutalidad del hecho.
Fernando, un joven de 18 años que tras completar sus estudios secundarios se había anotado para la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, no pudo soportar el tremendo castigo y falleció poco después, pese a las diferentes maniobras de resucitación que intentaron, en vano, quienes fueron testigos de la golpiza.
Claro que el lamentable fallecimiento de Báez Sosa no ha sido el único en los tiempos recientes. Hechos similares, también algunos de ellos con desenlaces fatales, ocurrieron en diferentes lugares del país. Y en la mayoría, estuvieron involucrados jóvenes.
La ingesta de alcohol y el consumo de drogas, pueden ser algunas de las causas de una conducta que parece no tener freno, ni siquiera dentro del propio grupo, porque suele ocurrir, en ese tipo de situaciones, que los que no participan desde el inicio de los enfrentamientos, lejos de contribuir a detenerlos, se suman con una decisión tan sorprendente como repudiable.
Que son casos excepcionales. Por supuesto que sí. Pero que se dan cada vez con mayor frecuencia. También es una verdad incontestable.
La juventud, divino tesoro, como siempre se la definió, hoy está caminando por una línea muy delgada. Por suerte, la mayoría no quiere saber nada de realizar equilibrio en la cuerda floja y se inclina por disfrutar de una bellísima etapa de la vida.
Son infinitamente superiores los jóvenes que muestran esa línea de conducta. La que seguramente le habrán transmitido sus padres en el hogar y quienes los han educado en los diferentes establecimientos a los que asistieron.
No queremos significar, con estas sensaciones, que todo está perdido. No, por favor! Pero tampoco podemos soslayar que hubo acontecimientos que hoy nos movilizan a pensar que ha llegado el momento de ponerle un límite a quienes son los tristes protagonistas de tanto salvajismo.
Son los menos, pero la trascendencia que les otorgan los medios en todas sus expresiones, más las redes sociales, tendría que ser aceptada como un llamado de atención.
Es tan importante disfrutar sanamente de las reuniones entre amigos y de cada encuentro que muchas veces se convoca a través de las diferentes formas de contacto, que no resulta tan sencillo encontrarle una justificación a semejantes hechos, que descalifican a quienes los llevan a cabo, quizás sin llegar a medir las consecuencias que pueden ocasionar.
Hoy, todos debemos asumir el compromiso para erradicar conductas que hasta no mucho tiempo atrás eran prácticamente desconocidas. Es el momento, hoy, más que nunca, como para reflexionar.
Quienes tengan la posibilidad de efectuar correcciones, no tendrán que dejarlas transcurrir sin intentar marcarles un rumbo diferente a quienes, por diferentes motivos, parecen haber encontrado en la violencia un motivo para hacerse sentir más fuertes, apelando a cualquier tipo de recursos y a cualquier precio.
La muerte de Fernando nos golpeó a todos. Fue como consecuencia de uno de los tantos hechos que se registran en el momento que se pierde la conciencia y la agresividad desafía todos los límites, aún los más extremos.
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