Por REDACCION
Sr. Director:
En primer lugar, deseo agradecer al diario por la posibilidad que brinda a sus lectores de poder expresar sus inquietudes y como siempre deseo hacerlo con el mayor de los respetos
El pasado 10 mayo a través de la nota aparecida en La Opinión tome conocimiento de la presentación oficial del Centro Documental de la Memoria de Rafaela, y en la misma un funcionario municipal consideraba que conocer nuestra historia “no se circunscribe al mero hecho de leer libros de historia”. Me pareció un concepto peyorativo, ya que considero que los historiadores buscan pruebas documentales para reconstruir los hechos históricos explicando sus causas, motivos y razones para encadenarlos en la escritura historiográfica. Los testimonios, las fuentes orales, las memorias se someten a los resguardos metodológicos de los investigadores como cualquier otra fuente. A su turno otro funcionario provincial señalo “somos nosotros quienes tenemos la obligación y el deber de plantar la memoria”. La memoria por su parte se afana en recuperar celosamente las experiencias de los testigos, en las historias mínimas, próximas y vitales, y como parte propia de la memoria.
La ambivalencia entre recuerdo y olvido ha sido una de las cuestiones más debatidas en este campo. Respecto al olvido, Paul Ricoeur, menciona que existen multiplicidad de situaciones. Hay olvidos "definitivos", "evasivos" y "liberadores” los cuales se manifiestan con diversos usos y sentidos. El olvido “definitivo” o “evasivos” responde a la voluntad de borrar hechos y procesos del pasado propio evitando su presencia en el devenir histórico. También puede ser producto de una voluntad política para ocultar, destruir pruebas, documentos, etc. según este filósofo francés. En ocasiones este tipo de discursos políticos con referencias a la Memoria me dan la sensación de que contienen “olvidos evasivos y definitivos”. Curiosamente todos “olvidan” la década del 70 en donde bajo un gobierno democrático el terrorismo convirtió al país en un desorbitado campo de batalla y trituraron la posibilidad de vivir en paz pese a los denodados esfuerzos del Presidente Perón y su sucesora Estela M. de Perón, con acciones que demostraron un alto nivel de preparación y capacitación en el arte de la guerrilla urbana, por ejemplo, el hecho ocurrido el 05/10/1975 en Formosa con epílogo en la zona rural de Angélica, que tuvo fuertes connotaciones en nuestra ciudad.
Adhiriendo plenamente con los conceptos que se vierten más adelante en el artículo y expresan: “para saber adónde vamos es indispensable saber de dónde venimos” y “como espacio nosotros consideramos necesario no solo promover la conservación de nuestra historia sino reivindicar cada una de las luchas, de las victorias y de las derrotas que hemos tenido a lo largo de nuestra historia reciente”, estimo que si pretendemos ser honestos con nosotros mismos deberíamos tratar de evitar los “olvidos”, y no avergonzarnos o callarnos de hechos pasados aunque nos causen dolor o vergüenza ya que todo período histórico tiene más de una dimensión desde la que puede ser investigado y comprendido, para así de esta manera transmitirles a las generaciones futuras “nunca más” debemos volver a repetir esto.
Algunos lectores pensaran que soy el fruto de prácticas pedagógicas tradicionales de un modelo de enseñanza conservador y tradicional, pero considero que en mi formación educativa me dieron la posibilidad de “aprender a pensar” que no es más que la competencia básica de tratar de interpretar la información, y que confronta con un nuevo modelo de enseñanza de la historia que aspira imponer a los jóvenes un sentido controversial, intelectual y transformativo ,el que a mi modesto entender, solo busca desarrollar lectores ausentes, robustecidos con consignas, y con poca voluntad de consenso, alentando de esta manera escasas prácticas del conocimiento a través de la investigación objetiva y del permanente cuestionamiento que lleva a un “pensamiento fundamentado”.
Omar V. Perren
DNI 11.900.109
Rafaela
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