Por REDACCION
En últimas semanas en notas publicadas en la sección Al Volante, de La Nación, se hizo referencia a dispositivos de seguridad obligatorios que tendrán todos los vehículos que se comercialicen en nuestro país desde el 1° de enero próximo.
Se mencionó el sistema de frenos ABS, que evita el bloqueo de los neumáticos en las frenadas violentas, y de los airbags, las bolsas de aires que se despliegan en caso de choque. Y en cada caso se explicó qué función cumplen y la forma correcta de utilizarlos.
Los otros elementos que serán obligatorios serán los apoyacabezas delanteros y en las plazas traseras laterales (luego será también obligatorio el apoyacabezas trasero central). Es altamente probable que muchos conductores jamás hayan regulado correctamente el apoyacabezas.
Contra lo que algunos puedan suponer, no se trata de un elemento de confort para el conductor y el resto de los ocupantes del vehículo. Es esencialmente un elemento vital para la seguridad. ¿Por qué? Supongamos que estamos detenidos en un semáforo y que otro vehículo nos embiste desde atrás. Por efecto del choque, el cuerpo de los ocupantes del auto estacionado tiende a irse hacia atrás con una violencia proporcional al impacto.
En asientos sin apoyacabezas o con el apoyacabezas mal colocado, la butaca retiene la espalda, pero la cabeza continúa su movimiento hacia atrás, lo que puede causar severísimas lesiones cervicales. Es una realidad que pocos conductores se preocupan de ajustarlo a la altura correcta. La forma de hacerlo es muy simple; hay que subirlo hasta que la mitad del apoyacabezas quede a la altura de los ojos. Esa es la manera de tener la mejor protección en caso de impactos posteriores.
Por lo general lo llevamos demasiado abajo, lo que anula o disminuye su efectividad. En un tránsito agresivo y violento como el que nos rodea, la obligatoriedad de tener esos elementos es, sin duda, una buena noticia. Pero eso no alcanza si como sociedad no nos proponemos entre todos que nuestro tránsito sea cada vez más seguro.
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