Suplemento Economía

Polémica lectura de los indicadores económicos

Por Nicolás Tereschuk


La polémica sobre por qué la Argentina, tan próspera a

principios del Siglo XX no tiene ahora los estándares de vida de

países "similares" como Canadá y Australia ha sido recurrente en

el país, más allá de las renovadas discusiones luego de las

expresiones de la presidenta Cristina Kirchner sobre el tema.

La jefa de Estado eligió una serie de indicadores sobre las

cuentas fiscales y la situación económica actual de las tres

economías, para tratar de aventar las miradas "catastrofistas"

sobre la actualidad argentina. 

La estrategia dio pie a múltiples polémicas al respecto, que

renuevan una discusión siempre vigente sobre estas tres economías

que fueron principalmente agrícolas y de zonas templadas.

Se suele afirmar desde algunos sectores que la estrategia de

apuntar a la industrialización por sustitución de importaciones

hacia la década del 40, bajo la presidencia de Juan Domingo Perón,

es lo que alejó al país de un destino más próspero a lo largo del

Siglo XX y de este comienzo del XXI. 

Para una lectura alternativa, conviene echar mano al libro

"Argentina en la periferia próspera. Renta internacional,

dominación oligárquica y modo de acumulación", del economista

Enrique Arceo, publicado en 2003 por la Universidad Nacional de

Quilmes.

Allí, el experto evalúa lo ocurrido con Canadá, Australia y

también Estados Unidos, pero tomando como punto de partida la

forma en la que estructuraron su próspero sector agrícola en el

siglo XIX. 

Arceo determina que las reglas de acceso a la propiedad de la

tierra beneficiaron en aquellos países a los pequeños productores,

al contrario de lo ocurrido en la Argentina.

Y que con esa estructura de la propiedad de la tierra más

igualitaria, los sectores industriales estuvieron tempranamente en

mejor posición de aplicar políticas proteccionistas, de dar vigor

a la producción local de productos manufacturados, hacer más

vigoroso el mercado interno y apostar a diversificar las

exportaciones. 

El autor indica que "el lugar ocupado en Canadá, Australia o

Estados Unidos por el capital industrial en virtud de las alianzas

tejidas con fracciones de las clases subalternas, no sólo

determinó el predominio de la propiedad agrícola familiar y la

implementación de un sistema de uso del suelo que debió recurrir,

para mantener los rendimientos, al desarrollo de un complejo

sistema estatal de investigación y extensión y, crecientemente, al

uso de fertilizantes, sino también -ese era el objetivo perseguido

a través de las alianzas- la implementación de una política

proteccionista que tendía a reservarle a la demanda creada por la

expansión agrícola y transformar a la industria local en el eje

del proceso de acumulación". 

"En todos ellos (países), el modo de acumulación, aunque estuvo

condicionado por la expansión del sector agrario, no tuvo en este

su eje exclusivo y el mismo tendió progresivamente a disminuir su

importancia relativa en cuanto a la absorción de la mano de obra y

la magnitud de la inversión", destacó. 

Para Arceo, en la Argentina, en cambio, "la dominación

oligárquica se tradujo en la erección del sector agrario como eje

indiscutido del proceso de acumulación y ello estuvo ligado a un

crecimiento particularmente acelerado, pese a la tasa de inversión

relativamente baja de inversión existente desde 1914". 

En nuestro país, así "una porción sustancial del excedente

generado en el agro no necesita ser reinvertido en el sector para

asegurar la prosecución de su expansión".

Así, a diferencia de lo ocurrido en Australia y Canadá "parte

del excedente es repatriado por los inversores extranjeros"

mientras que "la clase terrateniente, en tanto que rentista, no se

ve obligada por la competencia, como ocurre con el capital

productivo, a reinvertir el excedente apropiado; puede gastarlo -y

no duda en hacerlo- sin afectar la supervivencia de un capital,

la tierra, que se valoriza sin su intervención". 

Arceo recuerda que en Estados Unidos la llamada "Homestead act"

de 1862, otorgaba gratuitamente una parcela de 64 hectáreas de

tierra pública a quien la cultivara durante cinco años.

En Canadá, "la adopción en 1872 de una ley de tenencia de

tierras (Homestead act) bajo el predominio del partido

Conservador, de estrechos lazos con los intereses industriales,

estuvo facilitada por el ejemplo norteamericano". 

Y en Australia, si bien con algunas idas y vueltas, las

oportunidades para los pequeños productores agropecuarios y el

sector industrial fueron mayores que en la Argentina.

Así, si bien inicialmente la tierra queda en manos de "un grupo

relativamente pequeño de grandes ganaderos", luego el

descubrimiento de oro hizo que "la preeminencia del sector

ganadero fuera suplantada por la minería". 

Eso "se tradujo en un importante impulso para el desarrollo de

la actividad manufacturera".

Por lo tanto, se dan "largas y por momentos agudas luchas en

torno al régimen de tenencia de la tierra".

Durante la década de 1860 en la isla, "agricultores deseosos de

ampliar sus parcelas o de asegurar el asentamiento de sus hijos;

una importante masa de mineros que perdían su ocupación a medida

que disminuía la producción aurífera y sectores urbanos que veían

en el latifundio un límite al desarrollo de las fuerzas

productivas y del mercado interno exigieron el establecimiento de

condiciones que permitiesen acceder a la propiedad de la tierra

incluso a aquellos que contaban con un capital mínimo". 

Así apareció "una legislación tendiente a imponer una cierta

protección a la industria, impedir que los grandes ganaderos

deviniesen propietarios y asegurar el acceso a la tierra de los

pequeños productores agrícolas".

Como vemos, tres países que parecían tan similares en algunos

aspectos, como la Argentina, Canadá y Australia en el siglo XIX no

lo eran tanto.

Polémicas aparte, cómo encontrar un camino de desarrollo de

largo plazo que permita fortalecer el mercado interno,

diversificar exportaciones y mejorar la calidad de vida de la

mayoría de la población reduciendo los niveles de desigualdad

sigue siendo un desafío para todos los sectores políticos en la

Argentina.

Autor: REDACCION

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