La
renovada crisis política en Brasil por casos de corrupción amenaza
entorpecer aún más la tibia recuperación mostrada por la industria
argentina, mientras el gobierno de Mauricio Macri se lanzó a
profundizar la alianza comercial con Asia.
Macri trazó un balance muy positivo de su gira por China y
Japón, donde primero cerró acuerdos de inversión por 17.000
millones de dólares y luego recibió la buena noticia de que Toyota
aumentará su producción en el país.
Pero mientras dialogaba con los líderes asiáticos se disparó
una crisis de proporciones aún difíciles de evaluar en Brasil,
donde su presidente Michel Temer quedó a tiro de juicio político.
Las denuncias de corrupción que no dan respiro a la clase
política brasileña vienen complicando la economía del gigante
sudamericano, que selló hace años una alianza estratégica con la
Argentina en materia automotriz.
Las compras de Brasil cayeron fuerte en los últimos años y esto
derivó en suspensiones y despidos en las terminales, pero sobre
todo en un impacto a gran escala en las autopartistas, la mayoría
de las cuales son pymes.
Hace unos pocos años Brasil llegó a vender en su mercado
interno casi 4 millones de vehículos nuevos y tiene una capacidad
instalada para producir 10 millones de unidades por año.
Pero en la actualidad, con suerte alcanza a colocar 2 millones
de vehículos nuevos por temporada, como ocurrió el año pasado.
Allí aparece en el horizonte la Argentina como lugar ideal
para colocar estas unidades que "le sobran", una realidad que no
resulta gratis para la industria y el mercado local.
Actualmente, de cada 10 autos que se venden en la Argentina, 7
son producidos en Brasil.
Es por ello que a pesar de que el mercado nacional espera
colocar este año 800.000 unidades cero kilómetro, la realidad
demuestra que se trata de una buena noticia a medias.
En abril, Brasil mostró por primera vez en esta temporada un
aumento leve en las ventas de autos, un indicio de que el mercado
estaría dando los primeros síntomas de recuperación.
También la Argentina refleja una remontada: el Índice de
Producción Industrial del estudio de Orlando Ferreres aumentó en
abril, por segundo mes consecutivo.
"Abril se destaca por la consolidación de la reactivación de la
rama de metálicas básicas y minerales no metálicos. También en
alimentos, impulsado por la producción de aceites en época de
cosecha de distintos granos", reportó el trabajo.
En contraposición destacaron que "el segmento de
maquinaria y equipos aún no logra salir del terreno negativo
arrastrado por automotores y productos de línea blanca; y persiste
la caída de la elaboración de tabaco y en la elaboración de
productos farmacéuticos".
Sobre 12 ramas de actividad, el estudio midió para abril tres
con niveles muy superiores a los de un año antes; seis con
subibaja en un rango inferior al 2% y tres con baja.
En el acumulado del cuatrimestre el índice general de
producción industrial se mantuvo en la senda negativa: 1,8%
respecto de igual período del año previo.
El informe dice que la industria manufacturera no será la
impulsora del crecimiento de la actividad en 2017, tanto por el
mal desempeño de Brasil, como por el retraso en el consumo.
A su vez, la Argentina está negociando nuevos mercados para
exportar vehículos y no tener que depender tanto de su socio, que
cada vez que se resfría la hace sufrir.
Uno de los problemas es que, a diferencia de lo que
históricamente ocurrió en los países latinoamericanos, la
corrupción brasileña arrastró el funcionamiento de la economía
hacia una crisis de enormes dimensiones.
Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, que le
venía vendiendo autos a gran escala hasta que el gigante
sudamericano ingresó en una crisis profunda.
En marzo los principales socios comerciales (exportaciones +
importaciones) fueron Brasil, China y Estados Unidos, en ese
orden. Las exportaciones a Brasil alcanzaron 798 millones de
dólares y las importaciones 1.557 millones, por lo que el saldo
comercial fue deficitario en 759 millones.
A esta altura, hay consenso en que el tembladeral político que
sacude a Brasil repercutirá en la Argentina y podría afectar
principalmente a economías regionales y diversos sectores de la
industria.
Automotriz, calzado, plástico y químicos serán los más
perjudicados si Brasil no logra mantenerse en la vía de la
recuperación, aunque caiga su gobierno.
El intercambio comercial entre la Argentina y Brasil llega a
22.500 millones de dólares por año y del volumen de exportaciones
se destinan a ese mercado un 15%.
Expertos estiman que por cada punto que crece la economía
brasileña, la Argentina aumenta en 0,25% su producto bruto y por
cada auto que se exporta al país vecino, ingresan dos.
Como ocurrió a fines de los ´90, Brasil puede convertirse en un
dolor de cabeza de proporciones impredecibles para la Argentina.
La crisis brasileña ralentiza la economía argentina porque
afecta las exportaciones e impacta en el sector automotriz si ese
país no se recupera.
El mayor dolor de cabeza que podría provocar la crisis
brasileña sería una posible salida de capitales de la región.
La Argentina viene recibiendo una fuerte oleada de dólares,
producto de la decisión de Macri de enderezar la relación con el
mundo, a la que el gobierno de Cristina Fernández intentó ignorar,
alineándose sólo con países afines ideológicamente, que hoy están
en llamas, como Venezuela.
Pero la crisis política en Brasil tiene un final impredecible y
salpica a todo el aparato que controló el poder en el país en los
últimos quince años.
En medio del descalabro, Lula Da Silva, el mítico presidente
que gobernó al gigante sudamericano durante 8 años, sueña con
volver para encarrilar al país.
Pero tiene un problema: uno de los empresarios alimenticios
más poderosos del país, Joesley Batista -dueño del frigorífico
JBS-, no sólo se animó a grabar una comprometedora conversación
con el actual mandatario, Temer, sino que aseguró haber abierto
una cuenta por U$S 150 millones que quedaron a disposición del
propio Lula y Dilma Rousseff.
La denuncia tiene potencial devastador. También refuerza la
necesidad de que la Argentina acelere la búsqueda de un nuevo
socio comercial en la región, una misión casi imposible.