Suplemento Economía

El modelo económico atravesado también por la ya célebre "grieta"

FOTO ARCHIVO NA TENSIONES. En una semana, el Gobierno disfrutó la marcha de la democracia y padeció el paro cegetista.

El

paro nacional y el Foro Económico Mundial realizados el mismo día

graficaron los contrastes en la Argentina a partir del cambio de

rumbo impulsado por Mauricio Macri, cuyo éxito continúa siendo una

incógnita.

La "grieta" política, profundizada por la verba embravecida del

kirchnerismo, que hasta llegó a dividir familias, se notó también

ante la primera huelga a nivel nacional lanzada por la CGT contra

el gobierno.

Las calles desiertas por el paro total del transporte público,

y las camionetas Hilux con la leyenda "Yo no paro" circulando por

algunas avenidas porteñas, reflejaron hasta qué punto el país

continúa dividido.

Esa división se refleja en forma notoria en las redes sociales,

donde la disputa entre el kirchnerismo y el macrismo se libra

cuerpo a cuerpo, como una guerra de trincheras virtual.


Si bien el gobierno parece cómodo en ese enfrentamiento, e

incluso hasta lo alentaría rumbo a las elecciones legislativas, la

ausencia de unidad nacional representa un duro desafío para la

política económica.

Históricamente, los países se recuperaron económica y

socialmente a partir de sociedades enfocadas detrás de un objetivo

común, atributos que en el caso argentino aparecen cada vez más

distantes.


El paradigma que confirma la necesidad de sociedades

mancomunadas detrás de un mismo objetivo fueron los hechos

ocurridos tras la Segunda Guerra Mundial, donde como nunca en la

historia la mayoría de los países se enfocaron en la recuperación

de sus economías para alcanzar una paz duradera.

En cambio, la Argentina sigue dividida y con un profundo

desacuerdo sobre cuál es el mejor camino para lograr el

crecimiento económico.

Mientras, casi medio país añora el intervencionismo estatal

aplicado por el kirchnerismo durante doce años y medio, con su

asistencialismo permanente, subsidios discrecionales a distintos

sectores y el cierre de la economía creyendo que el país podía

sobrevivir casi sin contacto con el mundo.

La otra mitad se identifica con el proyecto de la alianza

Cambiemos, con fuerte acento en el modelo agroexportador, la

apertura económica y la atracción de inversión extranjera, pero

sobre todo manifestando una activo rechazo al populismo.


El problema es que ambos modelos no pueden convivir, y

seguramente volverán a dirimir fuerzas en el próximo paso

legislativo de octubre.

La Casa Rosada parece cómoda con esa alternativa, e incluso el

presidente Macri se mostró desafiante tras el paro de la CGT y

dijo que las diferencias en las visiones sobre el modelo político

económico "se dirimirán en las urnas".


El Gobierno se mostraba más cauteloso hasta que el primero de

abril último una multitud salió a las calles en defensa de la

democracia pero también para dar señales de hartazgo al creciente

intento kirchnerista de tomar los espacios públicos para

multiplicar las protestas contra Macri y, tal vez, anticipar su

salida del poder, como lo demostraron los camporistas que llevaron

´minihelicópteros´ a las marchas, recordando a Fernando de la Rúa.

"Siento que no paró el país, al contrario: se activó lo más

importante que tenemos en discusión, fue un activador del cambio",

dijo Macri el día después de una medida de fuerza que tuvo alto

impacto por la parálisis del transporte público.

Para Macri, esa huelga permitió "como nunca, lograr una toma de

conciencia, una profundización del debate para construir el

futuro".


En el Foro de Davos realizado en Puerto Madero, los

participantes vivieron como una curiosidad el despliegue de

fuerzas de seguridad en los alrededores del Hotel Hilton, sede del

evento.

Acostumbrados a observar la actividad de las fuerzas de

seguridad en los foros internacionales por la amenaza del

terrorismo, a los asistentes no les generó demasiada preocupación,

pero sí en cambio interrogantes sobre la capacidad de

supervivencia de la propuesta liderada por Macri, que cuenta con

fuerte adhesión en el establishment internacional.

"Estamos de acuerdo con casi todo lo hecho por Macri. La duda

es si será sostenible en el tiempo", fue el diagnóstico repetido

en boca de varios participantes del Foro Económico tras palpar de

cerca las calles de Buenos Aires.

En los últimos meses, los fondos de inversión comenzaron a

derivar parte de sus capitales hacia la Argentina, por indicadores

de referencia como el de Morgan Stanley, que puso el país de nuevo

en el radar mundial, pero siguen de cerca los comicios

legislativos.


Un revés demasiado duro de Cambiemos en esa pulseada

legislativa podría convencer a muchos de la necesidad de dar

marcha atrás con sus proyecciones de inversión en el país.

Está claro que el capital internacional aspira a que el

kirchnerismo se transforme en un mal recuerdo de lo que pudo

ocurrir en la Argentina, a la que muchos imaginaban camino a un

proceso irreversible de ´chavización´.


En forma abrupta, ese modelo de asistencialismo fue cortado de

plano por el sorprendente triunfo de Cambiemos en los principales

distritos del país, lo cual llevó tranquilidad a los inversores

internacionales.

El número dos del FMI, David Lipton, dijo incluso que la

política económica de Macri "evitó un desastre" en la Argentina.

Como si fuera un funcionario, Lipton también cuestionó la

"herencia" recibida por Cambiemos y coincidió con la mirada del

jefe del BCRA, Federico Sturzenegger, al considerar que "hasta que

no baje la inflación en forma importante no habrá un crecimiento

económico sólido".


Al número dos del FMI le faltó decir "háganse cargo de una

vez", como les vociferó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, a los

legisladores kirchneristas días atrás.


A propósito de Sturzenegger, se va convirtiendo en un personaje

cada vez más relevante en la política económica, y muchos dicen

que más que presidente del BCRA, parece el ministro de Economía,

lo cual no le hace gracia alguna a Nicolás Dujovne, el jefe del

Palacio de Hacienda.


Sturzenegger se plantó en su objetivo de colocar al costo de

vida en la zona del 17 por ciento anual para cuando termine el

2017, y parece dispuesto a usar toda la batería del BCRA para

lograrlo.

Suba de tasas y absorción de pesos en el mercado es parte de la

estrategia, pero el problema es que esas medidas van en contra de

la necesidad que tiene el gobierno de poner en marcha los motores

de la producción y aumentar el consumo.


Macri tendrá la última palabra: al fin de cuentas, de controlar

la inflación y reactivar la economía depende buena parte de su

futuro político y el de la alianza gobernante.

Autor: José Calero

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web