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SUPLEMENTO RURAL Viernes 31 de Enero de 2025

Despidos masivos y una deuda impagable, hunden a SanCor en su peor momento

La que supo ser la cooperativa láctea número 1 del país, hoy se debate entre el cierre definitivo y la llegada de inversores redentores. Ya se enviaron 300 telegramas y restan otros 200, en un achicamiento que no encuentra piso.

CAÍDA. La estructura ociosa en las plantas industriales es evidente. Tres están prácticamente cerradas y Sunchales a menos de media máquina.

SanCor Cooperativas Unidas Limitada fue la industria láctea exportadora número uno del país hasta el año 2005, cuando comenzó su paulatino desmembramiento, primero a manos de una reforma estatutaria y luego producto de malas decisiones dirigenciales que la llevaron a realizar negocios inconsistentes y desmedidas concesiones al sindicato Atilra, mientras sus consejeros ignoraban la necesaria restructuración de fondo que pedía a gritos la compañía.

Siempre de la mano de los gobiernos de turno, SanCor ensayó innumerables “planes de rescate” que parecían convertirse al poco tiempo en salvavidas de plomo, agravando su situación año tras año.

NADIE DA UNA EXPLICACIÓN

En este nuevo capítulo, que ya tiene forma de epílogo, SanCor está acorralada no sólo por la deuda financiera impagable de 250 millones de dólares (según el último balance de 2024), sino por la firma de un “desventajoso acuerdo” con el gremio de trabajadores lácteos en agosto del año pasado, que, si bien permitió levantar el feroz bloqueo sindical de 10 meses, profundizó la crisis económica de la empresa, al prometer más de lo que podía cumplir.

“No-hay-plata”, se podría citar alegóricamente, para afrontar los compromisos asumidos con el gremio en un “pacto” que los propios cooperativistas reconocen como “inviable”. Todos se acusan con todos y nadie de SanCor sale hablar, salvo algunos valientes trabajadores, que no responden a ninguna de las partes (al menos orgánicamente hablando) y que acusan al sindicato y a funcionarios de la compañía, de haber tirado tanto de la cuerda que ahora ya no hay solución posible a la crisis, y sólo cabe esperar la llegada de algún inversor providencial que quiera asumir semejante riesgo.

Los trabajadores y proveedores en general, desde hace años vienen cobrando a cuenta gotas. Se intentaron algunas soluciones pero todas estaban viciadas desde su origen y no prosperaron.

Lo cierto es que entre esta semana y la anterior, ya salieron más de 300 telegramas de despido, que en su mayoría apuntaron a personas no afiliadas a Atilra y a personal sin asignación de tareas que estaba en un limbo laboral acumulando deuda salarial. “Esto está lógicamente consensuado con el gremio”, reconoció de manera reservada un alto directivo de la láctea.

Luego de esta tanda, se procederá a ajustar en 200 puestos más hasta quedar en los 850 empleados totales, según se pudo saber de fuentes cercanas al Consejo de Administración.

LLUEVE SOBRE MOJADO

Por si faltaba algo, la Empresa Provincial de la Energía (EPE) intimó a la firma a que levante la deuda de más de 2.000 millones de pesos que acumula desde 2017, según admitió el propio Gobierno de Santa Fe. Tiene tiempo hasta fines de febrero, de lo contrario el primer día de marzo se procederá al corte del suministro en las dos plantas de la provincia (Gálvez y Sunchales).

SanCor debería poner a trabajar sus cinco plantas a pleno (La Carlota, Balnearia, Devoto, Gálvez y Sunchales) si es que quiere hacer frente a la lluvia de deudas urgentes que tiene. Las tres plantas cordobesas están prácticamente paradas, funcionando sólo dos días a la semana; en tanto Gálvez sólo funciona como depósito y Sunchales no logra completar la semana de producción.

Es que sólo está recibiendo 200.000 litros diarios aproximadamente, y con eso no llena ni un quinto de las cañerías de la compañía. He aquí el otro gran obstáculo que le impide a la cooperativa encontrar una salida viable: la sangría de productores socios no se detiene.

Con sistemas de liquidación a sus productores que llegan hasta los 90 días de retraso, muchos de los 227 cooperativistas socios (según el último balance) han desistido y ya entregan su producción diaria a otras usinas, incluso algunos de sus consejeros referentes, destinan una porción de su materia prima a otras industrias. Se estima que menos de 100 productores socios aún soportan la dilación en los pagos.

Por último, desde las entrañas de la empresa, surgen comentarios acusatorios hacia Atilra, a quien señalan como el gran simulador en esta historia. Aferrados al acuerdo firmado en 2024, serían los únicos que siguen percibiendo el cronograma de pagos en tiempo y forma, aunque nadie desde la propia cooperativa se anima a confirmarlo oficialmente.

MUCHA AGUA CORRIÓ DEBAJO DEL PUENTE

Aquella poderosa industria láctea que supo tener hasta 2006, unos 1.500 productores socios y más de 60 cooperativas adheridas; que manejó más del 20% de la producción nacional de leche y que dominó la escena durante décadas dictando el precio de la materia prima para el resto de la lechería; que contaba con una estructura industrial de 16 plantas y una capacidad instalada capaz de procesar hasta 7 millones de litros de leche diarios, finalmente se desmorona como un frágil castillo de naipes.

Son muchos los rumores que se cuentan acerca de cuáles causantes llevaron a esta marca insignia de la lechería latinoamericana a convertirse en una triste sombra de lo que fue.

El alegato, según a qué parte se escuche, es confuso, pero sin dudas las responsabilidades son compartidas. Productores y consejeros poco idóneos para conducir una gran empresa cooperativa; directivos y gerentes ineficaces que ostentaron fastuosos privilegios; funcionarios y gobiernos tan demagogos como indulgentes, que taparon las ineficiencias con inescrupulosos “arreglos”; y un gremio de trabajadores cómplice y voraz, serían las cuatro patas del fracaso.

La cooperativa, además, no suele comunicar sus acciones y proyectos, u otorgar entrevistas sus directivos que permitan acceder a la versión oficial de los hechos, por lo que la deconstrucción de esta debacle, tiene cientos de voceros extraoficiales.

De todos modos, el hecho objetivo es que, de aquellos más de 5.000 empleados que llegó a tener, y de los 4,5 millones de litros diarios que supo procesar, lamentablemente a este paciente terminal le queda poco, casi nada.

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