Por José Calero
El
debate sobre qué hacer en materia económica el día después del
final del mandato de Cristina Fernández empieza a dominar el
escenario entre especialistas, mientras la mandataria pretende
imponer a su sucesor la continuidad del modelo.
Está dispuesta a impulsarlo aún a costa de que haga falta
comprometer el desembolso de fondos multimillonarios a afrontar
por la próxima administración.
Decidida a mantener la iniciativa política hasta último
momento, la presidenta sigue engordando lo que llama "inversión
social", y reprochando a quienes la acusan de haber provocado un
desmadre en el gasto que puede llevar años corregir.
Cristina cerrará su gestión con un déficit fiscal récord, pero
no le importa, porque las correcciones deberá encararla su
sucesor, que quedará obligado a agudizar el ingenio para ajustar
las variables distorsionadas sin afectar los millonarios recursos
destinados a subsidios sociales que otorgan un fenomenal sostén
político.
La presidenta parece dispuesta a echar mano hasta el último
peso en el Tesoro para robustecer su capital político, e incluso
hasta las últimas reservas acumuladas en el Banco Central, con tal
de que se recuerde a su gobierno como el que más fondos destinó a
acción social.
La estrategia, capaz de permitirle consolidar poder con vistas
a un eventual regreso en el 2019, es riesgosa, como siempre ocurre
con los gobiernos que se juegan el resto como si no hubiese un
mañana.
El tema ya es motivo de discusión en los equipos económicos que
asesoran a los candidatos por ahora con más chances de llegar a la
presidencia.
"Pretenden dejarle el campo minado al próximo presidente", se
quejó el presidente del Banco Ciudad, Rogelio Frigerio, hombre de
consulta de Mauricio Macri, uno de los que está en carrera.
No dijo sólo eso: también lanzó duras críticas al oficialismo,
al sostener que tiene una "capacidad de daño alta".
El macrismo acusa al gobierno de estar pateando la pelota para
adelante hasta el fin del mandato con el único objetivo de que le
alcancen los dólares para no irse devaluando.
Los equipos de consulta de Sergio Massa, entre ellos el
exministro de Economía kirchnerista Miguel Peirano, trazan un
diagnóstico similar.
Creen que de seguir por este camino Cristina le puede terminar
dejando una bomba de tiempo a punto de estallar a la próxima
gestión.
Lo raro es que no sólo están pensando en eso en el campo
opositor, sino también algunos asesores del gobernador Daniel
Scioli, que observan con preocupación que cada vez será necesario
hacer más correcciones si se quiere volver a poner a la Argentina
en el horizonte de las inversiones.
Ese es el problema central: si la Argentina no recibe
inversiones frescas en el 2016 corre riesgo de quedarse sin
reservas.
Es que los fondos atesorados en el Banco Central están en
realidad muy lejos de los más de 30.000 millones de dólares
informados a diario por la autoridad monetaria.
Neteados de la deuda y otras obligaciones que tiene la
autoridad monetaria, reflejan una debilidad que será necesario
corregir a fuerza de atraer inversión extranjera directa.
El problema, como planteó el presidente de la petrolera Shell,
Juan José Aranguren, es que será muy difícil atraer dólares si
persiste el cepo cambiario, considerado uno de los mayores
engendros de la historia económica por especialistas de distintos
sectores.
Macri ya pidió a sus asesores planes para salir lo más rápido
posible de las restricciones cambiarias, si es posible en sus
primeros cien días de gobierno, pero en este escenario parece una
quimera.
No es el único desafío: se estima que un 25 por ciento de la
población argentina depende de distintos planes sociales para
tener una subsistencia decorosa.
Transformar esa situación a través de un amplio plan de
creación de empleo requerirá años.
Mientras tanto, será necesario mantener los subsidios sociales
y tratar de bajar la inflación a un dígito, a través de un plan
inflacionario apalancado en la necesidad de reducir los niveles de
emisión monetaria.
"No sabemos bien con qué nos vamos a encontrar el 10 de
diciembre, el objetivo es unificar lo más rápido posible el
tipo de cambio como tienen la mayoría de los países del mundo y
atacar desde un primero momento la inflación", razona un
economista macrista que parece dar por descontado que la
presidencial está ganada.
Parece demasiado optimismo a esta altura de los
acontecimientos, porque lo peor que puede hacer un candidato es
dar por ganada una elección con tanta anticipación.
En cambio, los mercados parecen empezar a descontar que, sea
quien sea el futuro presidente, cambiará el modelo
intervencionista que el kirchnerismo llevó a su apogeo.
Tal vez porque, como le respondió un periodista del Financial
Times a la presidenta durante la Asamblea Legislativa, los
mercados parecen aumentar su confianza en la Argentina a medida
que a ella le queda menos tiempo en el Gobierno.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.