Por José Calero
Por
estos días la población afronta una pelea desigual contra un
enemigo cada vez más feroz, las remarcaciones de precios, un
calvario para los bolsillos fatigados de los argentinos.
La guerra que el gobierno lanzó contra los formadores de
precios en febrero último duró apenas cuatro meses y con resultado
dudoso, casi con olor a derrota.
Desde el primero de junio, la Casa Rosada debió capitular ante
la enorme presión y aceptar que el 95 por ciento de los productos
sufran remarcaciones que en muchos casos llegaron al 10 por
ciento.
La lista de 500 productos "congelados" es una anécdota a esta
altura de los acontecimientos.
En primer lugar, muchos bienes de esa canasta son difíciles de
ubicar en las góndolas y en otros casos directamente brillan por
su ausencia.
Aquí también opera un "efecto desaliento", porque ante la
ausencia de esos productos, la gente opta por resignarse y
adquirir otros de mayor valor.
Sectores más postergados de la población deben destinar en
muchos casos horas a recorrer varios supermercados para poder
llegar con sus pesos que cada vez valen menos a comprar lo
indispensable para que la familia pueda tener los nutrientes
necesarios.
Alimentos, bebidas, productos de limpieza y otros que conforman
la canasta básica "real" de los argentinos registraron aumentos
que oscilan entre 5 y 10 por ciento desde el último fin de semana,
cuando se abrió un corral de remarcaciones que amaga con no
terminar allí.
Ni hablar de otros productos que el secretario de Comercio
Interior, Guillermo Moreno, suele llamar casi graciosamente
"premium", como el queso port salut, con un criterio que devela
cuál es la concepción sobre consumo con que se manejan sectores
del gobierno.
La respuesta que brindan los defensores del "modelo" ya suena a
impotencia: de la presidenta Cristina Fernández para abajo, la
respuesta es uniforme.
"Nosotros no fijamos los precios", repiten a coro, como si el
gobierno ya se hubiese resignado a que nada podrá hacer ante la
estampida de cartelitos con números que se elevan semana tras
semana en las góndolas.
Y a través de la red de medios oficiales, liderados por la agencia Telam, se muestra la marcha de la campaña "Mirar para cuidar", mediante la cual militantes y voluntarios visitan las cadenas de supermercados que aceptaron congelar precios de 500 productos para monitorear si efectivamente se cumplen con las listas divulgadas.
Un fenómeno de impotencia similar atraviesa el oficialismo ante
la fuga de capitales, el retraso cambiario y el dólar paralelo.
Moreno creyó que iba a poder manejar a gritos y cachetazos a
los tiburones de la city porteña, que como siempre terminaron
haciendo su juego y sirviéndose al funcionario en bandeja de
plata.
Así como la inflación no es la que sostiene el INDEC, el valor
del dólar tampoco es el que se ve en las pizarras de las casas de
cambio de la city porteña.
Por eso, dos de las variables clave de la economía argentina
son ilusiones presentes únicamente en el discurso oficial, que
poco tienen que ver con la realidad en la que despiertan día tras
día los argentinos.
Ante un drenaje de reservas que no se frena y la necesidad de
seguir importando grandes volúmenes de combustibles, la presidenta
la emprendió contra los exportadores de granos, porque están
reteniendo la cosecha.
La razón de semejante comportamiento por parte del campo no
responde sólo a un rencor interminable de productores contra el
cristinismo, sino a razones de bolsillo.
Si los productores vendiesen todos los granos juntos, como
desearía el gobierno, perderían ante una inflación que otra vez se
dispara el 25 por ciento anual.
Pero la problemática energética desempeña un rol cada vez más
significativo en una economía debilitada, y eso pone al titular de
YPF, Miguel Gallucio, en el centro de la escena.
La petrolera estatizada viene suscribiendo acuerdos de
inversión con distintas compañías para tratar de empezar a operar
sobre el yacimiento de petróleo no convencional de Vaca Muerta,
aunque lo concreto es que hasta ahora los dólares no aparecieron y
todo el proceso llevará mucho tiempo de implementación.
Las importaciones de energía aumentaron su importancia respecto
de los dólares liquidados de la cosecha, ya que pasaron de
representar un 6% en el 2003 al 45% en este 2013.
Todo indica que antes de las elecciones el gobierno buscará
apretar aún el torniquete del cepo al dólar.
En el oficialismo se encabritan cuando escuchan hablar de
"cepo", y censuran a cualquier especialista o periodista que ose
nombrar ese término ante su presencia.
"El cepo es un elemento de tortura", recuerdan. Tienen razón,
desde octubre de 2011 un sector de la población argentina viene
soportando la tortura de la incertidumbre.
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