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Suplemento Economía Domingo 8 de Julio de 2012

Una incierta vuelta de campana del modelo

PANORAMA NACIONAL

José Calero

Por José Calero

Las

últimas medidas adoptadas por el Gobierno en materia económica,

obligado por la desaceleración de la actividad y la sequía de

dólares, amagan con darle una vuelta de campana al "modelo", que

genere cada vez más incertidumbres entre agentes económicos y una

población que se preguntan hasta dónde llega la verdadera magnitud

de la crisis.


Como una alegoría de la historia cinematográfica del crucero de

lujo "Poseidón", la Argentina ingresó en una dinámica de cambios

dramáticos de reglas de juego que no cesan semana tras semana, y

están reflejando, como en el caso emblemático de la provincia de

Buenos Aires, que la caja se achica cada vez más y puede terminar

´incendiando´ al principal distrito del país, algo que ya ocurrió en el 2001 y terminó muy mal.

Daniel Scioli tiene la clara sensación de que la Casa Rosada le

soltó la mano, y las palabras del intendente Darío Díaz Pérez,

poniendo en boca de Cristina Fernández temerarias frases de que

preferiría al gobernador fuera del cargo, enrarecen aún más el

clima político, una muy mala señal para la economía.


Todo enmarcado en una inflación que se mantiene entre el 20 y

el 25 por ciento anual, un nivel insostenible para una economía al

borde de la recesión, y un freno a la creación de empleo que ya se

está transformando en expulsión de mano de obra.

Los problemas comenzaron a desnudarse apenas la presidenta

Cristina Fernández logró la reelección, en buena medida gracias a

alentar el consumo en forma ficticia a través de emisión monetaria

y planes sociales a manos llenas.


A los pocos días de triunfar, se notó la verdadera situación

financiera del país, y en especial se profundizó la brutal fuga de

capitales que venía azotando a las reservas desde hace varios

años.

La jefa de Estado quiso cortar los subsidios multimillonarios,

pero rápidamente el descontento social la convenció de dar marcha

atrás con la medida.


En ese escenario, Cristina ordenó transformaciones cada vez más

radicalizadas en el comportamiento del mercado cambiario, ordenó

un mayor intervencionismo en la economía, admitió el ritmo

imparable de emisión monetaria y, en su última medida, ordenó a

los bancos prestar más fondos a la producción, a tasas bajas.


En el medio, anunció un plan de viviendas que deja más dudas

que certezas en distintos sectores sobre sus chances de

concreción.

A esto se suma la decisión de empujar una pesificación de

facto en la economía que está dejando a varios sectores fuera de

juego, como es el caso del rubro inmobiliario, obligado a cambiar

reglas que se mantienen desde hace años.

En el camino, impactó de lleno sobre la compraventa de

inmuebles, que ya cae a un ritmo del 15 por ciento, y provocó un

enorme perjuicio a quienes tenían boletos de compraventa

suscriptos en dólares, quienes quedaron atrapados en una trampa de

la cual no pueden salir.


Deben hacer frente a pagos en dólares pero no tienen forma de

obtenerlos, y si van al mercado paralelo deben pagarlos 35 por

ciento más que la divisa oficial, y a riesgo de cometer un

ilícito.

El gobierno decidió así imitar el polémico modelo venezolano de

control cambiario, convencido de que la fuga de capitales era

inevitable de otra manera, y necesita los dólares para pagar deuda

e importar energía.

A esto se suman los problemas que emergen con fuerza en la

economía real: el sector automotriz está fuertemente golpeado por

la caída de la demanda brasileña.


A pesar de la recuperación en los precios de la soja, la sequía

impacta en la campaña de la soja, que de 52 millones de toneladas

del 2011 bajaría a 40 millones.

Así, la Argentina dejaría de percibir más de 5.000 millones de

dólares por esa oleaginosa clave.

El problema de la desconfianza continúa haciéndose sentir con

fuerza también en la tasa de interés.

Mientras Brasil se financia en el mundo al 3,5% anual por

créditos a diez años del plazo, los bonos argentinos pagan 15,5%.

Otro síntoma evidente de que, aún en un mundo en crisis, algo

está fallando internamente en la Argentina, y es de gran magnitud.

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