Por José Calero
Los
anuncios de los últimos días dejaron la certeza de que la
presidenta Cristina Fernández eligió delegar toda la gestión
económica en manos de Axel Kicillof, una suerte de súper ministro
con amplias potestades que no se recuerdan desde la época de
Domingo Cavallo en los ´90.
Así debe interpretarse, por ejemplo, la llegada de Alejandro
Vanoli al Banco Central, con quien se apostará a profundizar la
regulación estatal en mercados financieros para intentar frenar
una fuga de capitales que viene amagando con trastornar casi al
límite el último año de gestión cristinista.
La misma lógica persigue la elección del Cristian Girard -amigo
del ministro de Economía y hasta ahora coordinador de los
directores estatales en empresas privadas-, al frente de la
Comisión Nacional de Valores (CNV).
Quién mejor que alguien que conoce los números del día a día de
casi 40 compañías de primera línea -que el Estado heredó al
estatizar el régimen de AFJP-, para poner al frente de la CNV.
Si hasta ahora se seguía con lupa el comportamiento de la
actividad privada, es de esperarse un proceso de intervencionismo
muy fuerte, que intentará apoyarse en la flamante ley de
Abastecimiento.
La primera medida de Vanoli fue regular la tasa que cobran los
bancos para plazos fijos en pesos, poniéndole un piso con el fin
de estimular a la gente a ahorrar en moneda local y tratar de
aminorar la compra de dólares, que acumuló un récord de 200
millones en apenas tres días hábiles de octubre.
El objetivo es elevar la tasa de interés para el pequeño
ahorrista, cuya cobertura a través de SEDESA se amplió de 150 mil
a 350 mil pesos.
El mensaje es claro: el gobierno quiere desalentar la compra de
dólares pero aún sobran interrogantes.
¿Por qué alguien que ahora puede comprar divisas a $ 10 y
venderlas a $ 15 a la media hora, con una ganancia del 50 por
ciento, tendrá incentivos para depositar en el banco?
¿Por qué una empresa traerá capitales al país para invertir por
ejemplo en el yacimiento no convencional de Vaca Muerta, cuando el
Banco Central se los reconocerá a apenas $ 8,50 y en el mercado
paralelo opera a $ 15?
Son problemas que la presidenta admitió recién ahora, en su
fuerte discurso con el cual denunció un intento de "voltear" a su
gobierno, pero que en realidad se viene siguiendo cerca y con
impotencia desde el 2013.
El mercado paralelo es el gran problema que deberá intentar
desactivar Vanoli, y para ello necesita empezar a corregir las
distorsiones cambiarias y lograr que vuelvan a entrar capitales,
lo cual parece una misión casi imposible a esta altura.
"Había que hacer algo porque nos querían llevar puestos antes
de concluir el mandato", le dijo un encumbrado funcionario al jefe
de una cámara empresarial de buena sintonía con la Casa Rosada que
comulga con el modelo kirchnerista desde la primera hora.
En el gobierno están convencidos de la existencia de un complot
para debilitar a Cristina Fernández y obligarla a retroceder en
varias de sus políticas.
Esa conspiración, dicen cerca del gobierno, habría arrancado
semanas después de la imposición del cepo cambiario, y a esta
altura parece obvio que sectores de inteligencia vienen trabajando
desde hace tiempo tratando de desmenuzar el día a día que mueve al
dólar blue.
"Querían hacer con el dólar blue lo mismo que hicieron con el
riesgo país en épocas de De la Rúa", sorprendió el funcionario al
mismo empresario, para graficar hasta dónde el gobierno está
convencido de la existencia de un complot.
Parte de esa inteligencia sería la portadora de los datos que
apuntan a un hermano del ahora exjefe del BCRA Juan Carlos Fábrega
como integrante de una "cueva" que movía parte de los dólares
marginales en la city.
En la city algunos hacen notar la curiosidad de que esa
información, que el gobierno venía barajando hace meses, fue
puesta sobre la mesa casi el mismo día que Fábrega dio un paso al
costado.
Pareció un "carpetazo" lanzado en el momento necesario como
escarmiento para un funcionario que se animó a partir sin
autorización de la presidenta.
También para enviar señales de advertencia al mundo financiero,
tal vez uno de los pocos que había podido esquivar la inclinación
cristinista a intervenir cada vez más en una economía atravesada
por la inflación, el enfriamiento y el descalabro cambiario.
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