Por José Calero
La
acelerada pérdida de poder adquisitivo de los sectores más
postergados y las clases medias, y la caída del consumo, encienden
luces de alerta con vistas a un año que amaga dejar exhaustos a
los argentinos, sometidos a remarcaciones y a una inminente
eliminación de subsidios a la luz y el gas.
Este lunes (17M) el gobierno atravesará una prueba de fuego,
cuando difunda la inflación de febrero con el nuevo método del
IPCNu, en medio de un costo de vida que según relevamientos
privados se aceleró con fuerza.
La gran duda es si el gobierno legitimará esas subas que la
gente padece a diario en las góndolas y convalidará un alza del
costo de vida superior al 3,7% ya admitido para enero.
Si la inflación oficial se ubica alrededor del 5,5% -como
estiman consultoras privadas- proyectará el costo de vida por
encima del 60% anual y le meterá una presión aún mayor a
paritarias que vienen de mal en peor, con docentes que no
arrancaron las clases y gremios clave, como metalúrgicos, pidiendo
un aumento muy superior al esperado por la Casa Rosada, del 30%.
Anticipándose a lo que puede
ocurrir este lunes, el secretario de Comercio, Augusto Costa, admitió el viernes que
el indicador oficial de inflación de febrero "captará todo el proceso de subas, en muchos casos
injustificadas, asociadas al proceso que se dio durante enero y la
primera quincena" de ese mes.
"Si Antonio Caló no nos da una mano, qué podemos esperar de los
camioneros", rezongaban cerca del Ministerio de Trabajo al conocer
las pretensiones de los metalúrgicos.
No es el único gremio que aspira lograr una pauta de aumento
salarial que permita amortiguar la caída del salario real: todavía
faltan paritarias clave como Comercio, Bancarios, Construcción y
Gastronómicos, entre muchas otras.
El gobierno fracasó en su intento de instalar -echando mano
apenas al modesto programa de "Precios cuidados" y a los
voluntariosos ´inspectores´ de La Cámpora-, la idea de que la
inflación estaba bajo control.
Lejos de eso, el novel secretario de Comercio, Augusto Costa,
sufrió varios traspié ante los formadores de precios, encabezados
por alimenticias y laboratorios medicinales, que hicieron su
agosto en un enero y febrero convulsionados, mientras los
consumidores observan impotentes cómo se evaporan sus ingresos
cada vez a mayor velocidad.
La inflación es el "cáncer" de la economía, pero este gobierno
la confundió con una gripe, y siempre optó por priorizar consumos
artificiales creyendo que si la gente compraba bienes y servicios
alentada por el vuelco permanente de fondos a través de programas
sociales y la descontrolada emisión monetaria, no se daría cuenta
de que la depreciación de la moneda no le conviene a nadie.
A seis años de la asunción de Cristina Fernández, vastos
sectores de la sociedad son más pobres y mes tras mes -inflación
mediante- miles de personas caen en la pobreza.
Al Estado la inflación le vino bien, porque le permitió
aumentar en forma exponencial la recaudación.
"La inflación, cuando su tasa se ubica sistemáticamente en dos
dígitos anuales, es un impuesto que el Gobierno coloca para
recaudar dinero y financiar sus gastos", explica el economista
Rodolfo Santángelo.
El especialista -de tendencia liberal y escuchado en círculos
de poder económico, además de socio de Carlos Melconián en una reconocida consultora- dijo que "el aumento de precios no es la
inflación, es apenas su síntoma, de la misma manera que la marca
del termómetro no es la fiebre sino apenas su síntoma.
La manera
correcta de definir la inflación debería ser la sistemática
pérdida de valor de la moneda".
Estimó que, en el 2013, el impuesto inflacionario le permitió
recaudar al Gobierno nacional casi 100.000 millones de pesos, y
así se ubican en el cuarto lugar del ranking de impuestos que más
recaudan, sólo superados por el IVA (253.000M), la suma de los
impuestos previsionales al trabajo (233.000M) y el impuesto a las
ganancias (183.000M).
El problema es que los consumidores empezaron a darse cuenta, y
por eso el gobierno puso en marcha un aparato de propaganda
destinado a convencer a la gente de hacer el trabajo que el Estado
no realiza: controlar los precios.
Hasta la reelección obtenida en 2011, el esquema venía cerrando
y posibilitaba consolidarse en el poder, pero en ese mismo octubre
Cristina debió echar mano de una de las medidas que nunca hubiese
querido tomar, cuando instauró el cepo cambiario ante el riesgo de
quedarse sin reservas en el plazo de un año.
La experiencia indica que, a lo largo de la historia, los
gobiernos que se quedaron sin reservas debieron irse, y el
cristinismo lo entendió con claridad.
Así, prefirió sacrificar el mercado inmobiliario -¿y ahora el
automotriz?- antes de tener que resignarse a cederle espacios a la
oposición.
Será una pesada herencia para el gobierno que asumirá
el año próximo, probablemente en un escenario recesivo.
La inflación causó cierta sensación de economía al galope
durante algunos años, pero pudo haber sido una ilusión que
terminarán pagando caro "todos y todas".
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