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Suplemento Economía Domingo 16 de Marzo de 2014

Se acelera la pérdida de poder adquisitivo

Mañana habrá prueba de fuego cuando el Gobierno difunda el costo de vida de febrero.

José Calero

Por José Calero

La

acelerada pérdida de poder adquisitivo de los sectores más

postergados y las clases medias, y la caída del consumo, encienden

luces de alerta con vistas a un año que amaga dejar exhaustos a

los argentinos, sometidos a remarcaciones y a una inminente

eliminación de subsidios a la luz y el gas. 

Este lunes (17M) el gobierno atravesará una prueba de fuego,

cuando difunda la inflación de febrero con el nuevo método del

IPCNu, en medio de un costo de vida que según relevamientos

privados se aceleró con fuerza.

La gran duda es si el gobierno legitimará esas subas que la

gente padece a diario en las góndolas y convalidará un alza del

costo de vida superior al 3,7% ya admitido para enero.


Si la inflación oficial se ubica alrededor del 5,5% -como

estiman consultoras privadas- proyectará el costo de vida por

encima del 60% anual y le meterá una presión aún mayor a

paritarias que vienen de mal en peor, con docentes que no

arrancaron las clases y gremios clave, como metalúrgicos, pidiendo

un aumento muy superior al esperado por la Casa Rosada, del 30%.


Anticipándose a lo que puede

ocurrir este lunes, el secretario de Comercio, Augusto Costa, admitió el viernes que

el indicador oficial de inflación de febrero "captará todo el proceso de subas, en muchos casos

injustificadas, asociadas al proceso que se dio durante enero y la

primera quincena" de ese mes.

"Si Antonio Caló no nos da una mano, qué podemos esperar de los

camioneros", rezongaban cerca del Ministerio de Trabajo al conocer

las pretensiones de los metalúrgicos.

No es el único gremio que aspira lograr una pauta de aumento

salarial que permita amortiguar la caída del salario real: todavía

faltan paritarias clave como Comercio, Bancarios, Construcción y

Gastronómicos, entre muchas otras.


El gobierno fracasó en su intento de instalar -echando mano

apenas al modesto programa de "Precios cuidados" y a los

voluntariosos ´inspectores´ de La Cámpora-, la idea de que la

inflación estaba bajo control.

Lejos de eso, el novel secretario de Comercio, Augusto Costa,

sufrió varios traspié ante los formadores de precios, encabezados

por alimenticias y laboratorios medicinales, que hicieron su

agosto en un enero y febrero convulsionados, mientras los

consumidores observan impotentes cómo se evaporan sus ingresos

cada vez a mayor velocidad.


La inflación es el "cáncer" de la economía, pero este gobierno

la confundió con una gripe, y siempre optó por priorizar consumos

artificiales creyendo que si la gente compraba bienes y servicios

alentada por el vuelco permanente de fondos a través de programas

sociales y la descontrolada emisión monetaria, no se daría cuenta

de que la depreciación de la moneda no le conviene a nadie.

A seis años de la asunción de Cristina Fernández, vastos

sectores de la sociedad son más pobres y mes tras mes -inflación

mediante- miles de personas caen en la pobreza.

Al Estado la inflación le vino bien, porque le permitió

aumentar en forma exponencial la recaudación.


"La inflación, cuando su tasa se ubica sistemáticamente en dos

dígitos anuales, es un impuesto que el Gobierno coloca para

recaudar dinero y financiar sus gastos", explica el economista

Rodolfo Santángelo.

El especialista -de tendencia liberal y escuchado en círculos

de poder económico, además de socio de Carlos Melconián en una reconocida consultora- dijo que "el aumento de precios no es la

inflación, es apenas su síntoma, de la misma manera que la marca

del termómetro no es la fiebre sino apenas su síntoma.

La manera

correcta de definir la inflación debería ser la sistemática

pérdida de valor de la moneda".

Estimó que, en el 2013, el impuesto inflacionario le permitió

recaudar al Gobierno nacional casi 100.000 millones de pesos, y

así se ubican en el cuarto lugar del ranking de impuestos que más

recaudan, sólo superados por el IVA (253.000M), la suma de los

impuestos previsionales al trabajo (233.000M) y el impuesto a las

ganancias (183.000M).

El problema es que los consumidores empezaron a darse cuenta, y

por eso el gobierno puso en marcha un aparato de propaganda

destinado a convencer a la gente de hacer el trabajo que el Estado

no realiza: controlar los precios.

Hasta la reelección obtenida en 2011, el esquema venía cerrando

y posibilitaba consolidarse en el poder, pero en ese mismo octubre

Cristina debió echar mano de una de las medidas que nunca hubiese

querido tomar, cuando instauró el cepo cambiario ante el riesgo de

quedarse sin reservas en el plazo de un año.


La experiencia indica que, a lo largo de la historia, los

gobiernos que se quedaron sin reservas debieron irse, y el

cristinismo lo entendió con claridad.

Así, prefirió sacrificar el mercado inmobiliario -¿y ahora el

automotriz?- antes de tener que resignarse a cederle espacios a la

oposición.

Será una pesada herencia para el gobierno que asumirá

el año próximo, probablemente en un escenario recesivo.

La inflación causó cierta sensación de economía al galope

durante algunos años, pero pudo haber sido una ilusión que

terminarán pagando caro "todos y todas".

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