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Suplemento Economía Domingo 1 de Septiembre de 2013

RSE y el entusiasmo

La Responsabilidad Social Empresaria reclama mantener firme el timón estratégico para que los resultados del entusiasmo puesto en acción sean abarcadores.

Fernando Solari

Por Fernando Solari

El entusiasmo suele dispararse cuando nos conmovemos y la RSE

(Responsabilidad Social Empresaria) reclama mantener firme el

timón estratégico para que los resultados del entusiasmo puesto en

acción sean abarcadores, sin excluir a la empresa que los genera.


Cuando las empresas son exitosas suelen transitar un momento en

el que los empresarios sienten que se han apartado de la comunidad

en la que están inmersos.

Si bien el éxito de sus negocios pone en evidencia su capacidad

por entender -y gracias a ella satisfacer- la necesidad del

público con sus productos o servicios; los resultados propios

parecerían apartarlos de esa cualidad.


Quien se enriquece, quien gana poder, quien logra el éxito

suele encontrar entre sus consecuencias un alejamiento de la

comunidad. Responda, o no, a un deseo previo; lo cierto es que esa

persona deja de formar parte del grupo de ciudadanos medios al que

seguramente pertenecía antes de alcanzar su éxito para pasar a

vivir en una realidad diferente. Al menos a una realidad con

parámetros distintos a los de la media.


Mayores compromisos, mayores responsabilidades, mayor cantidad

de recursos y potencia entre otros cambios.

Seguramente lo que se mantiene es la sensibilidad que permitió

el éxito y esa capacidad es la que en algún momento lo enfrenta

con la realidad que lo conmociona.


La cruda realidad suele impactar en todos nosotros y hay

sobradas oportunidades para cruzarse con las necesidades básicas

insatisfechas que expone la calle sin importar el auto que uno

maneje o si estamos nosotros al volante o nos lleva un chofer.

Cuando el impacto con la cruda realidad ocurre suele ser tan

fuerte que el aturdimiento que genera nos lleva a actuar en forma

encendida.

Nos indignamos tanto que queremos cambiar el mundo; si

puede ser de un solo golpe, mejor.

Imaginamos una "cruzada" que le cambie, de una buena vez por

todas, la vida -para bien- a las personas que lo necesitan; y deje

en evidencia una enseñanza para los demás asegurando que en el

futuro no se repitan las injusticias que dispararon nuestra

indignación.


Un buen empresario sabe que tiene potencia disponible; desde

dinero hasta personal dispuesto a trabajar como voluntario a favor

de una buena causa; sin embargo, lo que no debe ser perdido de

vista es que la buena causa siempre debe incluir a la empresa.

Cuando nos dejamos llevar por la corriente del entusiasmo

corremos el riesgo de limitarnos a las típicas acciones

"conmovedoras" pero que solo representan gastos para la empresa e

ilusiones falsas para la comunidad.


En realidad el entusiasmo tiene que funcionar como disparador

para que surja la estrategia y guíe nuestras acciones.

Las empresas no pueden -en realidad pueden pero no deberían-

avanzar con acciones que resulten contrarias a su naturaleza.

Los empresarios no pueden ser altruistas ya que su misma

definición se lo impide (según la Real Academia Española

"Diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio").


El sentido del compromiso social, finalmente a eso nos

referimos, no tiene que ver con morir para dejar vivir al prójimo

sino con generar las condiciones para que ambos evolucionemos y

avancemos tanto como sea posible.

La empresa tiene capacidad en exceso gracias a su desempeño; lo

razonable es que la ponga al servicio de una meta enriquecedora

para todos de la que no quede excluida.


Una buena empresa, una empresa potente, una empresa liderada

por un empresario entusiasmado es capaz de intervenir con éxito

donde se lo proponga; la elección de ese terreno es tan importante

como lo fue en su momento la elección del área de negocio donde

logró sobresalir.

Hacer cualquier cosa equivale a no hacer nada. Hacer

un aporte comunitario donde no se tiene el expertise adecuado,

donde no vamos a dejar un cambio positivo y sostenible; y donde

ese cambio no va a estar vinculado con nuestra empresa es un error

para todos. Incluso para quienes reciben nuestra ayuda.

La oportunidad del entusiasmo es la de disparar la estrategia

que defina adonde y cómo orientar los recursos para que el cambio

que se favorece sea positivo para la comunidad en términos de una

mejora tangible, sostenible y a mediano plazo autónoma.


Para la empresa es la posibilidad de contar con un diferencial

de valor que potencie su quehacer y mejore su reputación. De esta

forma el entusiasmo inicial genera un efecto "turbo" que, a cada

fin de ciclo, lo potencia para reiniciar con tanto o más

entusiasmo un escalón más arriba.

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