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Suplemento Economía Domingo 30 de Marzo de 2014

Remedios amargos para sostener lo que queda

En medio de las turbulencias de la economía, el Gobierno terminó con los amagos y ahora sí avanza hacia la quita de subsidios.

José Calero

Por José Calero

El

proceso de cirugía mayor para frenar la sangría de reservas

recortando subsidios y el cambio de un indicador clave para evitar

el pago de 3.600 millones de dólares del Cupón PBI reflejan que el

gobierno está dispuesto a echar mano a todas las herramientas para

sostener lo que queda del modelo económico.

Estas decisiones complementan la decisión de aspirar cuánto

peso haya dando vueltas vía colocación de deuda, para tratar de

evitar que esos fondos se vuelquen al dólar, en un intento por

frenar nuevas corridas cambiarias, con un dólar blue al acecho. 

La historia de cómo se llegó a este punto se remonta casi al

2007, meses antes de que Cristina Fernández lograra suceder a su

marido, Néstor Kirchner, cuando el gobierno mostró indecisión en

adoptar medidas destinadas a robustecer las cuentas públicas, que

habían sido recomendadas por Roberto Lavagna antes de ser eyectado

del Ministerio de Economía.


Lavagna había recomendado arrancar con el recorte de subsidios

en cuanto la economía se empezó a encarrilar, pero el kirchnerismo

se negó, porque esas subvenciones se traducían en votos.

A partir de ese año en que se intervino el INDEC para manipular

las estadísticas oficiales comenzó un largo derrotero de la

economía, la cual fue sostenida en parte en forma artificial a

partir del festival de subsidios que no diferenció entre destinar

sumas millonarias a las familias pobres del conurbano, y financiar

un aparato de propaganda enquistado en el Fútbol para Todos.


Para la Casa Rosada era lo mismo: había que sostener el poder

tras la pulseada perdida con el sector agropecuario por las

retenciones -ya con Cristina en el poder- y la derrota electoral

en las legislativas del 2009.

El objetivo se logró y la presidenta tuvo su reelección, ya

con Néstor Kirchner fallecido.


A partir de ese triunfo electoral, la economía, que venía en

declive, ingresó en un largo otoño, en especial a partir de la

aplicación del cepo cambiario, una polémica decisión que restó aún

más libertades a los operadores económicos, destrozó el sector más

dinámico, la construcción, y activó la bicicleta financiera y los

arbolitos de la calle Florida, que se creían extinguidos.


En aquellos últimos días de octubre de 2011 Cristina se

convenció de que al paso que iba la fuga de capitales, su gobierno

se quedaría sin dinero atesorado y a merced de un golpe cambiario.

Ante ese cuadro de situación, no dudó en prohibir el acceso de

los ahorristas a uno de los pocos mecanismos con que contaban para

protegerse de la devaluación y la inflación, la tenencia de

ahorros en moneda extranjera.


Quedarse sin reservas en el Banco Central es sinónimo de tener

que entregar el poder para un gobierno argentino, y tal vez el

ejemplo más claro haya sido el de Raúl Alfonsín, quien debió

adelantar las elecciones antes de que se evaporaran los pocos

dólares que quedaban en las bóvedas del BCRA.


El tema cobró mucha actualidad a partir del 2011, cuando se

empezó a acelerar la salida de capitales, en medio de la

desconfianza sobre el futuro de la Argentina por parte de los

inversores externos y el mercado.

La medida tal vez impidió que el país se quedara sin reservas,

pero la salida de capitales continuó.

Cuando se aplicó el cepo cambiario, el Banco Central tenía

reservas por 47.523 millones de dólares.

Poco más de dos años después, la autoridad monetaria atesora

apenas 27.000 millones.

En dos años y cuatro meses de restricciones cambiarias, el país

perdió reservas por 20.466 millones de dólares.


En los últimos meses, y a pesar de que la agroindustria liquidó

más de 4.200 millones de dólares en lo que va del 2014, el BCRA

siguió perdiendo reservas.

Las dos principales razones: la caja del Central debe acudir en

auxilio de la importación de combustibles para evitar que el país

se quede sin gas, y afrontar hasta el último dólar adeudado,

porque el Tesoro tiene déficit fiscal desde hace tiempo y no

cuenta con recursos.

Ahora, con el camino de recortes de subsidios iniciado y la

perspectiva de que también se achicarán para la energía eléctrica

en las próximas semanas, el inicio de la renegociación de deuda

con el Club de París y otro concierto de medidas que apuntan a

volver a colocar deuda tras el default del 2001, la hora de la

ortodoxia económica parece haber llegado para quedarse.

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