Por José Calero
El
Gobierno decidió avanzar por un sendero con escaso margen de
error, al disponer que el Estado se haga cargo de la mayoría de
los principales resortes de la economía, en momentos en que no se
avizora un plan para poner en caja la inflación y hasta el jefe
del Palacio de Hacienda considera al tema un "problema menor".
La decisión de aplicar una fuerte intervención en el mercado de
capitales y de disponer en qué menú productivo pueden invertir las
aseguradoras, planteará una desafío mayúsculo para una burocracia
creciente.
La Argentina creó unos 2,5 millones de puestos de trabajo en
los últimos años, pero buena parte correspondió a empleo público
en todas las instancias gubernamentales: nacional, provincial y
municipal.
Si el cristinismo es "la etapa superior del kirchnerismo", como
bromean en voz baja algunos intelectuales oficialistas que leyeron
la obra cumbre de Vladimir Lenin ("El imperialismo, etapa superior
del capitalismo"), los límites de la concepción de ir "por más"
que replica en cada acto de la presidenta Cristina Fernández son
una incógnita.
La Presidenta parece estar convencida de estar llevando
adelante una cruzada para cambiar de raíz la matriz económica,
social y hasta política de la Argentina, persuadida de que el
"modelo", cuya silueta emerge sinuosa y difusa, puede marcar el
rumbo de este siglo turbulento.
Desde el punto de vista económico, una carencia que afronta el
kirchnerismo está vinculada con su incapacidad para aceptar datos
objetivos de la realidad, miopía que suele pagarse cara, aunque
tal vez esa cuenta no la deba saldar Cristina sino su sucesor,
como ocurrió con la "bomba de tiempo" que Carlos Menem le dejó a
Fernando de la Rúa.
La Presidenta ni siquiera pudo aún desenredar la madeja de
subsidios multimillonarios que quedó de su primer mandato -intentó
eliminarlos y enseguida debió retroceder-, y se introdujo en una
jaula y arrojó la llave con la cuestión inflacionaria, un tema
que, como no sabe solucionar, opta por negar.
La escalada de precios parece ser el principal problema de la
economía argentina, y la razón por la cual se deben tomar cada
semana medidas que van esmerilando la sustentabilidad del modelo.
La insólita lógica esgrimida por el ministro de Economía,
Hernán Lorenzino, de que mientras se crezca la inflación no
interesa, caería en el mismo error político de quienes repiten
"roban pero hacen", para describir cierta tendencia a un
pragmatismo mal entendido que caracterizó distintas etapas del
populismo en la Argentina, liderada en todos los casos por el
peronismo.
SE LLAMA CEPO
El primer ejemplo de que la inflación es un problema fue el
cepo al dólar: ante la fuga de capitales, Cristina razonó que
devaluar sólo provocaría una escalada aún mayor de precios, y por
eso prefirió prohibir la venta de divisas a costa de mantenerla
retrasada y perjudicar al aparato industrial.
De paso, enturbió el mercado cambiario: la Justicia debería
investigar qué viene ocurriendo con el dólar paralelo, y si el
gobierno está interviniendo para condicionar su precio.
¿Acaso la autoridad monetaria está interviniendo a través de
terceros? ¿Qué rol juega la ANSeS cuando le vende dólares al BCRA?
¿Qué ocurre con la diferencia entre el dólar que se paga a los
exportadores cuando liquidan divisas y el valor "real" en el
mercado negro de esa moneda?
Son preguntas por ahora sin respuesta, pero como ocurrió con la
híperinflación a fines de los 80 y la convertibilidad y el
endeudamiento a fines de los 90, la falta de transparencia en el
mercado debería ser seguida con atención por la Justicia.
KICILLOF PINCHO
LA "BURBUJA"
El viceministro de Economía, Axel Kicillof, alertó a la
Presidenta sobre el riesgo de una burbuja inmobiliaria que estaba
elevando los precios de las viviendas y haciendo que el sector de
la construcción se enfocara en las propiedades destinadas a
sectores de alto poder adquisitivo.
"Los sojeros estaban comprando viviendas para ellos, para sus
hijos y también para sus nietos", fue el análisis escuchado cerca
del hombre fuerte de la economía.
Por eso, al gobierno no le preocupa la caída del 65 por ciento
que el cepo al dólar provocó en la actividad inmobiliaria.
Considera que el plan de viviendas Procrear podrá reemplazar la
caída en el nivel de actividad, porque cada mil viviendas que se
construyen se crean unos 3.000 puestos de trabajo.
Diego Bossio, la espada que Cristina tiene al frente de la
ANSeS, destacó que el 80 por ciento de las familias que obtuvieron
un préstamo de Procrear (con promedio de edad de 35 años y dos
hijos) tiene ingresos menores a los 10 mil pesos mensuales.
Así, la iniciativa estaría llegando a la clase media con fuerte
empuje, y podría también dinamizar la actividad constructora.
Distinto es el caso de los sectores populares: para el
gobierno, la pobreza afecta al 7 por ciento de la población,
mientras que para el Barómetro de la Universidad Católica está más
cerca del 25 por ciento.
Las imágenes que a diario pueden verse en las calles
argentinas, en especial en zonas postergadas de la Ciudad y del
conurbano, parecen estar más cerca de la perspectiva de la Iglesia
que de la realizada por el INDEC.
Pero más allá de la polémica por los indicadores, el gobierno
aún no le encontró la vuelta al problema social, que parece
demandar mucho más que una estrategia basada en subsidios que se
cristalizaron, sin lograr traducirse, en gran parte de los casos,
en una salida laboral genuina.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.