Por José Calero
La
plena vigencia en la Argentina de un cepo cambiario aplicado como
única herramienta para evitar la evaporación de reservas derivó en
la instalación de una timba financiera con carta blanca para
lograr ganancias del 20% en apenas dos semanas y así destartalar
cualquier modelo orientado a lo productivo.
Eso es lo que viene ocurriendo con el dólar blue, la divisa que
se negocia cada vez con más volumen en las ´cuevas´ y ya cuesta 12
pesos, en medio de una expectativa de devaluación por parte de los
ahorristas y niveles de inflación muy por encima de los
aconsejables.
En medio de la "fiebre por el verde", siempre presente entre
argentinos acostumbrados a padecer cimbronazos financieros con el
fin de tratar de proteger como pueden sus ahorros, el gobierno
acentuó su operación sobre el mercado de títulos públicos, en una
jugada de alto costo.
Lo hizo sobre todo a través de bonos que se pueden comprar
y vender tanto en pesos como en dólares.
La operatoria fue así: vendió una fuerte suma en esos títulos
contra pesos, lo cual los hizo bajar 5%, mientras a la vez
compraba en dólares, subiendo la cotización un 9%.
Así, buscó consolidar la operación "dólar MEP" -bajándolo a
entre $9,50 y $10-, y alejar a algunos compradores fuertes de las
cuevas.
Pero el argentino medio, y también el que tiene fondos no
declarados, vive alejado de esa sofisticación y lo único que busca
es dar la mayor y simple cobertura posible a sus tenencias en
pesos, lo cual explica la constante disparada del billete
norteamericano.
El cuadro cambiario preocupa porque puede sumar un elemento
decisivo a la especulación financiera, capaz de alejar aún más las
inversiones destinadas a aumentar la producción que puedan poner
algo de freno al alza de precios.
El dólar ´cueva´ subió casi 20 por ciento en lo que va del año,
y así, los que apostaron a esta operatoria ganaron en 20 días casi
lo mismo que ofrecen los bancos por plazos fijos a "un año".
Una burbuja que atenta con las inversiones productivas y que el
gobierno no parece saber cómo pinchar.
En el Ministerio de Economía (Axel Kicillof) y el Banco Central
(Juan Carlos Fábrega) sigue la cuestión con lupa, mientras el
frente político se lo dejan al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich,
quien hace denodados malabarismos cada mañana para tratar de
explicar lo imposible.
El ministro coordinador se dejó llevar en ese rol cuando el
viernes dijo que en la Argentina "hay un sistema libre y único de
cambios a través del Banco Central", una afirmación que hasta el
más desinteresado en finanzas de los argentinos sabe que está
alejada de la realidad.
En el país desde mediados de 2012 están prohibidas las compras
de divisas para atesoramiento -"mérito" de Mercedes Marcó del
Pont-, porque de haber seguido permitiendo esas operaciones las
reservas del Banco Central, en lugar de ubicarse en menos de
28.000 millones de dólares, tal vez habrían caído a la mitad de
ese nivel.
Claro que antes de prohibir el atesoramiento, a fines de
octubre de 2011, semanas después de obtener la reelección, la
presidenta Cristina Fernández decretó el inicio de las
restricciones cambiarias, juzgado por algunos especialistas como
el peor paso en falso en materia económica de su administración.
Al ponerle trabas a los ahorristas para resguardarse en
dólares -una medida juzgada como innecesaria si el BCRA hubiese
jugado algunos miles de millones de reservas para tranquilizar la
plaza cambiaria-, el gobierno terminó reviviendo viejos fantasmas
que lo obligaron finalmente a prohibir en forma drástica y
terminante la compra de dólares para ahorro en el circuito
oficial.
Ante una crisis cambiaria y una inflación que lejos está de
haber menguado, el equipo económico buscará esta semana avanzar
con la renegociación de deuda con el Club de París.
Ese compromiso ya representa, intereses mediante, casi 10.000
millones de dólares, que Axel Kicillof y Hernán Lorenzino -el
negociador- tratarán de solucionar mediante la entrega de un
porcentaje y la refinanciación del resto, no sin antes insinuar
una quita.
La Argentina buscará así dar una señal al mundo financiero
internacional de que intenta terminar de encaminar su traumático
default de fines del 2001, lo cual viene siendo complementado con
tensas negociaciones con los fondos buitre.
Es cierto, como sostiene Cristina, que su gobierno está
afrontando la pesada herencia de deuda que le dejaron sus
antecesores, pero cierta mala praxis de su administración amaga
con complicar por demás la solución de esa pesada carga, ante una
comunidad internacional que mira de reojo al país y fondos buitre
que se la tienen jurada.
El país ha sido un "pagador serial" de sus compromisos de
deuda, como afirmó Cristina Fernández, a pesar de lo cual no logra
que lleguen inversiones extranjeras y hay dudas sobre la verdadera
magnitud de la reducción de la deuda.
Ese comportamiento es motivo de reproches permanentes de la
presidenta, aunque el mundo del dinero suele mostrar su cara más
cruel cuando de negocios se trata.
La pregunta que tal vez debería hacerse la administración
cristinista es cuál sería el argumento para convencer a un
inversor extranjero de traer sus dólares al país, si el Banco
Central se los va a liquidar a $6,80 y el mercado negro se los
ofrece pagar a $12.
Es la misma razón por la cual los exportadores postergan sus
ventas, frenando el flujo de divisas hacia el BCRA, y los
importadores las adelantan, acelerando la sangría de reservas.
Ambos creen lo mismo: que la devaluación se acentuará, algo en
lo que Kicillof y Fábrega vienen teniendo mucho que ver, ya que
desde el arranque de sus gestiones iniciaron una depreciación
acelerada del peso en busca de corregir en forma parcial el
retraso cambiario.
El mismo razonamiento puede llegar a demorar la necesitada
liquidación de divisas por exportaciones sojeras esperada para
marzo-abril próximo.
Si esa demora se produce, el gobierno sumará un nuevo problema,
porque necesita esos dólares para atenuar lo que ya se insinúa
como una crisis externa de impredecibles consecuencias.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.