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Suplemento Economía Domingo 19 de Enero de 2014

La timba financiera se instaló con fuerza

En un enero caliente, el mercado cambiario se muestra ingobernable para el Gobierno.

José Calero

Por José Calero

La

plena vigencia en la Argentina de un cepo cambiario aplicado como

única herramienta para evitar la evaporación de reservas derivó en

la instalación de una timba financiera con carta blanca para

lograr ganancias del 20% en apenas dos semanas y así destartalar

cualquier modelo orientado a lo productivo.

Eso es lo que viene ocurriendo con el dólar blue, la divisa que

se negocia cada vez con más volumen en las ´cuevas´ y ya cuesta 12

pesos, en medio de una expectativa de devaluación por parte de los

ahorristas y niveles de inflación muy por encima de los

aconsejables.


En medio de la "fiebre por el verde", siempre presente entre

argentinos acostumbrados a padecer cimbronazos financieros con el

fin de tratar de proteger como pueden sus ahorros, el gobierno

acentuó su operación sobre el mercado de títulos públicos, en una

jugada de alto costo.

Lo hizo sobre todo a través de bonos que se pueden comprar

y vender tanto en pesos como en dólares.


La operatoria fue así: vendió una fuerte suma en esos títulos

contra pesos, lo cual los hizo bajar 5%, mientras a la vez

compraba en dólares, subiendo la cotización un 9%.

Así, buscó consolidar la operación "dólar MEP" -bajándolo a

entre $9,50 y $10-, y alejar a algunos compradores fuertes de las

cuevas.


Pero el argentino medio, y también el que tiene fondos no

declarados, vive alejado de esa sofisticación y lo único que busca

es dar la mayor y simple cobertura posible a sus tenencias en

pesos, lo cual explica la constante disparada del billete

norteamericano.


El cuadro cambiario preocupa porque puede sumar un elemento

decisivo a la especulación financiera, capaz de alejar aún más las

inversiones destinadas a aumentar la producción que puedan poner

algo de freno al alza de precios.

El dólar ´cueva´ subió casi 20 por ciento en lo que va del año,

y así, los que apostaron a esta operatoria ganaron en 20 días casi

lo mismo que ofrecen los bancos por plazos fijos a "un año".


Una burbuja que atenta con las inversiones productivas y que el

gobierno no parece saber cómo pinchar.

En el Ministerio de Economía (Axel Kicillof) y el Banco Central

(Juan Carlos Fábrega) sigue la cuestión con lupa, mientras el

frente político se lo dejan al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich,

quien hace denodados malabarismos cada mañana para tratar de

explicar lo imposible.

El ministro coordinador se dejó llevar en ese rol cuando el

viernes dijo que en la Argentina "hay un sistema libre y único de

cambios a través del Banco Central", una afirmación que hasta el

más desinteresado en finanzas de los argentinos sabe que está

alejada de la realidad.

En el país desde mediados de 2012 están prohibidas las compras

de divisas para atesoramiento -"mérito" de Mercedes Marcó del

Pont-, porque de haber seguido permitiendo esas operaciones las

reservas del Banco Central, en lugar de ubicarse en menos de

28.000 millones de dólares, tal vez habrían caído a la mitad de

ese nivel.


Claro que antes de prohibir el atesoramiento, a fines de

octubre de 2011, semanas después de obtener la reelección, la

presidenta Cristina Fernández decretó el inicio de las

restricciones cambiarias, juzgado por algunos especialistas como

el peor paso en falso en materia económica de su administración.


Al ponerle trabas a los ahorristas para resguardarse en

dólares -una medida juzgada como innecesaria si el BCRA hubiese

jugado algunos miles de millones de reservas para tranquilizar la

plaza cambiaria-, el gobierno terminó reviviendo viejos fantasmas

que lo obligaron finalmente a prohibir en forma drástica y

terminante la compra de dólares para ahorro en el circuito

oficial.


Ante una crisis cambiaria y una inflación que lejos está de

haber menguado, el equipo económico buscará esta semana avanzar

con la renegociación de deuda con el Club de París.

Ese compromiso ya representa, intereses mediante, casi 10.000

millones de dólares, que Axel Kicillof y Hernán Lorenzino -el

negociador- tratarán de solucionar mediante la entrega de un

porcentaje y la refinanciación del resto, no sin antes insinuar

una quita.


La Argentina buscará así dar una señal al mundo financiero

internacional de que intenta terminar de encaminar su traumático

default de fines del 2001, lo cual viene siendo complementado con

tensas negociaciones con los fondos buitre.

Es cierto, como sostiene Cristina, que su gobierno está

afrontando la pesada herencia de deuda que le dejaron sus

antecesores, pero cierta mala praxis de su administración amaga

con complicar por demás la solución de esa pesada carga, ante una

comunidad internacional que mira de reojo al país y fondos buitre

que se la tienen jurada.


El país ha sido un "pagador serial" de sus compromisos de

deuda, como afirmó Cristina Fernández, a pesar de lo cual no logra

que lleguen inversiones extranjeras y hay dudas sobre la verdadera

magnitud de la reducción de la deuda.

Ese comportamiento es motivo de reproches permanentes de la

presidenta, aunque el mundo del dinero suele mostrar su cara más

cruel cuando de negocios se trata.


La pregunta que tal vez debería hacerse la administración

cristinista es cuál sería el argumento para convencer a un

inversor extranjero de traer sus dólares al país, si el Banco

Central se los va a liquidar a $6,80 y el mercado negro se los

ofrece pagar a $12.


Es la misma razón por la cual los exportadores postergan sus

ventas, frenando el flujo de divisas hacia el BCRA, y los

importadores las adelantan, acelerando la sangría de reservas.

Ambos creen lo mismo: que la devaluación se acentuará, algo en

lo que Kicillof y Fábrega vienen teniendo mucho que ver, ya que

desde el arranque de sus gestiones iniciaron una depreciación

acelerada del peso en busca de corregir en forma parcial el

retraso cambiario.


El mismo razonamiento puede llegar a demorar la necesitada

liquidación de divisas por exportaciones sojeras esperada para

marzo-abril próximo.

Si esa demora se produce, el gobierno sumará un nuevo problema,

porque necesita esos dólares para atenuar lo que ya se insinúa

como una crisis externa de impredecibles consecuencias.

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