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Suplemento Economía Domingo 7 de Septiembre de 2014

La economía está en una olla a presión

SE ACUMULAN LOS PROBLEMAS

José Calero

Por José Calero

Ante una recesión que se profundiza, el gobierno de Cristina

Fernández optó por reforzar las restricciones para adquirir

divisas, limitar dólares para importar insumos y meterle presión a

las grandes empresas endureciendo la ley de Abastecimiento.

La necesidad de divisas para afrontar el pago de deudas y las

importaciones de combustibles -en una pelea interminable con los

fondos buitre por la deuda-, obligan a restringir al máximo la

disponibilidad de dólares.

Las medidas y el discurso adoptado por la presidenta reflejan

su convencimiento de que detrás del parate económico hay algo más

que una caída de la demanda y la desconfianza de los consumidores.


La jefa de Estado parece haber llegado a la conclusión de que

sectores de poder económico pretenden debilitar su gobierno y, tal

vez, hasta provocar su salida anticipada.

En esa lógica parece contextualizarse su acusación a las

terminales automotrices y concesionarias de estar "encanutando"

los autos para generar el fracaso del plan Procreauto y generar

malestar social con suspensiones de miles de operarios.


Un cuestionamiento similar había lanzado la mandataria hacia

los bancos, a los que acusó primero de sabotear el intrincando

sistema de certificados CEDIN para adquirir viviendas, aunque

luego los terminó premiando permitiéndoles cobrar comisión por

esas operaciones.


Cuando el viento empieza a soplar en contra, los fantasmas

comienzan a aparecer por doquier y se ven conspiraciones que a

veces tienen correlatos forzados en la realidad.

El espejo parece exigir contemplar otros datos: a partir del

2007, meses antes de que Cristina ganara la primera presidencia,

la economía argentina comenzó a mostrar señales de aceleración de

precios.


Esa incipiente inflación -que luego se instaló en el 30% anual-

se vio luego inflada por la pérdida de los superávits gemelos

-fiscal y comercial- que siempre habían sido defendidos a capa y

espada en el gobierno de Néstor Kirchner.

Durante los gobiernos de Cristina Fernández, el déficit de las

cuentas públicas se disparó y la emisión monetaria alcanzó niveles

récords para alimentar en forma artificial el consumo.

Su gestión debió afrontar los coletazos de la crisis generada

a nivel mundial por la quiebra de la banca de inversión Lehman

Brothers y la estafa de las hipotecas basura o subprime, por lo

que la Argentina casi no creció en 2009.


En 2010 la economía pareció intentar un proceso de recuperación

-en medio de una feroz fuga de capitales-, reforzado por subsidios

cada vez más generalizados que lograron mantener altos los niveles

de consumo y le permitieron a Cristina obtener la reelección en el

2011.

Pero horas después de haber alcanzado ese objetivo, el gobierno

debió trasparentar los problemas de la economía y frenar de golpe

el acceso al dólar, a través de lo que pasará a la historia como

el "cepo cambiario", algo así como encerrarse en una jaula y tirar

la llave.


A partir de allí, la economía ingresó en una espiral

descendente que no dio respiro: la inflación se disparó, el

intervencionismo se hizo moneda corriente y las principales

variables de la economía se distorsionaron.

Como si faltaran pocos problemas, se terminó el viento de cola

generado por el alto precio de los commodities que fue el puntal

del modelo económico, y la soja cayó a su nivel más bajo en una

década.

El propio ministro de Economía, Axel Kicillof, aceptó ante

empresarios que el mundo le da la espalda a la Argentina y que

ante eso, "hay poco que hacer".

El aroma a "fin de ciclo" se empieza a oler en cada rincón de

la actividad económica.


El 10 de septiembre la presidenta encabezará el acto central

por el Día de la Industria en Tecnópolis.

Hacia allí peregrinarán empresarios y gremios que comulgan

todavía con el gobierno aunque ya hacen cálculos sobre el día

después del cristinismo, y otros muchos que dan por concluido un

ciclo que requiere cambios profundos.


Tal vez la presidenta dé en ese acto algunas pistas sobre lo

que le espera a los argentinos en los próximos meses.

Le será difícil transmitir optimismo: la mayoría de los

indicadores preanuncian que el país ingresó en una etapa

contractiva del ciclo económico que llegaría hasta el próximo

gobierno, y ante esa realidad es poco lo que se puede hacer.

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