Por José Calero
Un conjunto de fenómenos de gran profundidad impide a la Argentina
poner en caja la inflación, que para el gobierno ronda el 10 por
ciento anual y para el sector privado llega al 25.
La combinación de precios récord de las materias primas,
aceleración de la devaluación y trabas al ingreso de productos
importados (que permiten a las empresas locales trasladar las
subas de costos a precios), vienen desempeñando un papel no menor
en el mantenimiento de altas tasas de inflación, pese al
enfriamiento de la actividad agregada.
De acuerdo con el último estudio elaborado por el Banco Ciudad,
la "fortísima expansión monetaria" desempeña un rol central en la
ecuación que impide poner en caja la disparada de precios, uno de
los tres temas de mayor preocupación para la ciudadanía según la
mayoría de las encuestas.
Especialistas como Roberto Lavagna, Alfonso Prat-Gay, Aldo
Abram y Roberto Frenkel advierten, además, sobre el error de que
la emisión monetaria tenga como principal meta financiar al fisco,
arrastrando consigo a las expectativas inflacionarias.
Según las estimaciones alternativas compiladas por el Congreso,
la suba de los precios al consumidor trepó al 1,9% en septiembre,
en línea con lo observado en lo que va del 2012 (1,9% en promedio).
En términos interanuales, la suba del IPC Congreso fue del
24,25%, volviendo a ubicarse por encima de la observada doce meses
atrás (24%), pese a que la economía se encontraba en 2011 en
fuerte expansión y en 2012 muestra estancamiento.
La suba en los precios de alimentos continuó teniendo un
importante aporte en la inflación del mes, a partir de incrementos
en verduras y otros productos básicos como lácteos, carnes y
panificados.
Con un marcado componente estacional también se destacaron las
subas en los precios de indumentaria, a partir del ingreso de la
nueva temporada de primavera-verano, pero también por la excesiva
protección que tendría la industria textil.
En los últimos 12 meses, la emisión monetaria fue de $ 70.000
millones, con un aumento del 37% anual, explicado casi en su
totalidad por los pesos impresos para tapar el agujero fiscal del
Tesoro Nacional y por las compras de dólares para recomponer las
Reservas del BCRA (utilizadas, a su vez, para cancelar deuda
pública con tenedores extranjeros).
En la micro, los consumidores comenzaron a notar cambios
notorios en los productos, que se vienen agudizando desde hace meses.
A la reducción de contenidos, vía innovaciones de packaging,
pero manteniendo el precio o aún subiéndolo, se sumó que en las
góndolas aparecen presentaciones inéditas.
Un ejemplo son los embutidos, que son ofrecidos por los
hipermercados con precisión de cantidad de fetas, como ocurre con
los fiambres de mayor valor, como el jamón o la bondiola.
Esa nueva modalidad también le permite al consumidor sacar
cuentas rápido: un envase de siete fetas de jamón crudo de
calidad premium se vende a 35 pesos: sí, leyó bien, 5 pesos por
una delgada tira de fiambre en la Argentina 2012.
Detrás de esta emisión monetaria para financiar al fisco, se
esconde, a su vez, un abultado déficit de las empresas públicas,
con crecientes implicancias inflacionarias.
Este año se prevé que los recursos aportados por el Tesoro
Nacional a las empresas con control estatal sumen cerca de $
16.000 millones, equivalentes al 20% de la emisión monetaria, una
cifra que –dado su estrecho vínculo con la dinámica de los precios
internos- explicaría casi 5 de los 24 puntos de inflación actuales.
Si bien una cuarta parte ($ 4.000 millones de pesos) se
destinarían a cubrir el rojo de Aerolíneas Argentina, otros $
12.000 millones se repartirían entre AySA, ARSAT, Telam y los
canales de televisión estatales.
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