Por José Calero
La
disparada del dólar introdujo un ruido inesperado en el año
electoral y las principales espadas del gobierno, con Mauricio
Macri a la cabeza, salieron a restarle importancia, a pesar del
impacto que la devaluación del peso tiene sobre la delicada
inflación.
Los vaivenes bruscos de la divisa norteamericana provocaron
casi siempre daño en la historia económica argentina, y esta
podría no ser la excepción.
La divisa saltó un peso en menos de dos semanas, y las máquinas
de remarcar que siempre están a mano de los formadores de precios
comenzaron a funcionar a las pocas horas de iniciarse la escalada.
Nadie quiere perder rentabilidad, y si incluso puede sacar un
poco más en medio del revuelo, mejor.
Sobre el final de la semana, bancos oficiales debieron salir a
inyectar dólares en el mercado, seguramente por pedido del BCRA,
cuyo presidente, Federico Sturzenegger, prefiere no intervenir
para dar la sensación de que en la Argentina la divisa flota
"libremente".
Ese comportamiento ni siquiera se cumple en las economías más
desarrolladas del mundo, ya que siempre los gobiernos tienen
herramientas a mano para tratar de corregir las variables
económicas cuando se salen del camino más allá de lo deseado.
El problema para la marcha de la economía es que los agentes
financieros empiecen a relacionar cada vez en forma más estrecha
la marcha de sus negocios con las perspectivas electorales.
Bastó que el mercado oliera que Cristina Fernández tiene
chances de volver a influir en las decisiones argentinas para que
saliera a cubrirse de potenciales perjuicios.
El peor fantasma que asusta a los hombres de negocios y de las
finanzas es que la Argentina vuelva a caer en la tentación del
intervencionismo estatal en la toma de las principales decisiones.
"Salieron a cubrirse", fue la interpretación que dio un
operador de la city sobre el movimiento del dólar.
La pregunta es ¿a cubrirse de qué?
En el Gobierno tomaron nota
de que esta vez había algo más que movimiento, y antes de que la
turbulencia pasara a mayores los funcionarios salieron en tropel a
calmar las aguas.
El presidente Macri, el jefe Gabinete Marcos Peña, el ministro
de Hacienda Nicolás Dujovne y otras espadas gubernamentales
repitieron el mismo libreto: "No hay razón para preocuparse".
¿Será así, o el daño podría ser mayor al admitido?
Habrá que
esperar el costo de vida de julio para saberlo, pero el movimiento
de la divisa estadounidense siempre altera los ánimos de los
argentinos, campeones de la especulación tras haber soportado todo
tipo de calamidades en sus bolsillos.
Con más plata por el cobro del aguinaldo, el billete verde fue
muy demandando por compradores particulares, pero las grandes
compras llegaron de la mano de jugadores que mueven el amperímetro
en el segmento mayorista, como empresas, bancos y otros
protagonistas de la saga diaria de la city.
El movimiento del dólar dejó un sabor amargo en los paladares
negros de la Casa Rosada, que miraron enseguida a Sturzenegger.
Es que se produjo en momentos en que la inflación se venía
desacelerando, producto de una fuerte caída en las ventas que
obligó a poner freno a las remarcaciones y salir con ofertas de
todo tipo.
Las economías regionales y los sectores exportadores celebraron
el ajuste del tipo de cambio, porque consideran que la divisa
debería estar por encima de los $18 cuando concluya el año.
El gobierno la imagina algo por debajo de ese nivel, pero está
claro que tras las elecciones lo más probable es que la cotización
se ubique más en línea con lo que reclama parte del sector
privado.
En Cambiemos entienden que se necesita una economía encaminada
para salir indemnes de las elecciones de octubre, aunque habrá
otras variables que jueguen fuerte, como la inseguridad y los
despidos masivos en algunas industrias, uno de cuyos casos
emblemáticos es Pepsico, que deja 600 personas en la calle.
"STURZE" EN LA MIRA
No sólo dirigentes de la oposición, sino también referentes de
la ortodoxia económica, salieron a criticar la política monetaria
de Sturzenegger.
Uno de los más enfáticos fue Aldo Abram, de la Fundación
Libertad y Progreso: "Es un error de las autoridades del Central
concebir al dólar como un bien aislado del resto de la economía y
que su suba no impactaría en el resto de los bienes y servicios",
señaló.
El Directorio del Central atraviesa momentos tensos, en
especial por los perdigones lanzados por el ultrakirchnerista
Pedro Biscay, a quien algunos oficialistas preferirían fuera de la
entidad.
Biscay, quien se hizo conocido en agosto de 2014 por participar
de un escrache a Domingo Cavallo, criticó las políticas de metas
de inflación, dijo que el mercado no le cree a Sturzenegger y
cargó contra la política de tasas altas.
Pero más allá de los intereses políticos de Biscay, siempre es
conveniente -y eso incluye a Sturzenegger- escuchar todas las
campanas, y en especial las de quienes no opinan como uno: "El
modelo de metas de inflación de estos 18 meses está basado en un
esquema de altas tasas", se quejó el director en minoría del BCRA.
Y en el mercado parece haber una impresión parecida: algunos
señalan que las metas de inflación ideadas en el laboratorio del
jefe de la autoridad monetaria funcionarían en un país
desarrollado, pero en la Argentina encuentran dificultades.
La misma sensación deja la política de Cambiemos hacia los
factores de producción.
Varios hombres clave del Gabinete consideran que el futuro de
la Argentina está en la provisión de servicios de valor agregado,
más en línea con naciones como Australia o Canadá, que en
desarrollar la industria.
La pregunta es si semejante transformación es factible en un
país que históricamente apuntó al sector fabril como fuente de
empleo y donde cualquier cambio de fondo que se intente aplicar
deberá contemplar que el país tiene a más de un 30 por ciento de
pobres y un desempleo superior al 10%.
Por eso, no extraña la advertencia lanzada estos días por uno
de los hombres más ricos de la Argentina, y principal referente de
la industria.
"Ningún gobierno puede hacer una apertura indiscriminada sin
poner en riesgo su gobernabilidad y su consenso", lanzó Paolo
Rocca, CEO del holding internacional Techint. Tal vez el gobierno
debería tomar nota de sus dichos.
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