Por José Calero
El
Gobierno empieza a sentir una sensación amarga y hasta cierta
desilusión con el establishment financiero, al que parecen no
alcanzarle las ´pruebas de amor´ dadas por Mauricio Macri desde el
primer día que llegó al poder.
La última mala noticia la dio Morgan Stanley, al decidir
mantener otro año a la Argentina en los peldaños más bajos entre
los destinos de inversión, apenas unas horas después de que el
gobierno celebrara la colocación de un bono a "100 años".
A las consecuencias iniciales de ese informe adverso para el
país se las bautizó "Efecto frontera", porque la Argentina quedó
en la categoría de mercado "fronterizo", cuando los agentes
bursátiles esperaban que lo subiera a "emergente", lo cual habría
disparado un supuesto aluvión de fondos hacia el país.
La mejora no llegó y dejó a muchos optimistas -gobierno
incluido- colgando de un pincel sobre una escalera a la que le
faltan varios peldaños.
El macrismo considera haber cumplido con todas las pretensiones
de los inversores para volver a poner en el radar financiero
internacional a la Argentina, pero esa expectativa no llegó a
convertirse en realidad.
Una de las primeras preocupaciones de Macri apenas asumió fue
llegar a un acuerdo con los fondos buitre, luego de años de un
litigio interminable que había convertido al país en mala palabra
para los inversores mundiales.
La política "amigable" hacia los mercados incluyó decenas de
medidas para intentar dejar atrás una década de intervencionismo
estatal.
La política del kirchnerismo destinada a perpetuarse en el
poder distorsionando cuanta variable había en la economía terminó,
por ejemplo, dejando a la Argentina sin energía y creando un
Estado elefante que aplasta la iniciativa privada mediante una
presión impositiva cada vez más asfixiante.
Esa energía debió ser importada a un alto costo, mientras se
tejía un entramado de relaciones nunca del todo claras con
Venezuela y sus cuestionables embarques de gas licuado.
Hay todavía dudas sobre las razones que llevaron al influyente
Morgan Stanley a dejar pasar la mejora en el boletín de
calificaciones de la Argentina para más adelante.
Algunos sostienen que los inversores quieren forzar un plan
económico más ortodoxo, que incluya un ajuste más poderoso al
aplicado hasta ahora, tal vez sin tener en cuenta que podría
provocar un estallido social de grandes proporciones que convierta
a la Argentina en Venezuela, pero por otro camino.
Cerca de Macri aseguran que ese reclamo de "ajuste salvaje" por
parte de los mercados nunca estuvo siquiera en consideración, y
que siempre se tuvo claro que el "reacomodamiento" de las
variables económicas debía ser "gradual".
Por ahora, los inversores están a la espera de ver si esa
estrategia funciona, mientras prefieren seguir colocando deuda en
el país a gran escala, pero no arriesgar capitales en inversiones
productivas de largo aliento.
Los mercados, se sabe, carecen de corazón y hablan con el
bolsillo, preocupados por las utilidades de las empresas
cotizantes y las probabilidades de que un Estado soberano pueda
pagar los bonos que emite. No les interesa mucho más.
Néstor Kirchner encontró ese punto débil en la lógica de la
ortodoxia económica, y lo capitalizó políticamente.
Advertía cada vez que podía que "los muertos no pagan las
deudas", en el marco de la dura negociación con los acreedores en
el primer canje, que incluyó una fuerte quita.
Su viuda, Cristina Fernández, quiso ir "por todo" y creyó que
esa estrategia pendenciera podía llevarse hasta el infinito.
Sostuvo un modelo artificial -profundizado y perfeccionado
durante su segundo mandato- donde se llegó a inventar casi
todo lo que ocurría en la economía.
Manipuló la inflación, ocultó la pobreza, disimuló el valor
del dólar -vía cepo cambiario- y repartió plata a granel en
subsidios producto de una emisión monetaria de fantasía, que le
permitió aguantar hasta el final del segundo mandato dejando una
herencia que algunos calificaron de "Plan Bomba".
Justamente, la reaparición de la ex presidenta parece ser lo
que más inquieta a los inversores que Macri pretende seducir.
Les preocupa que el país se vuelva ingobernable si se produce
un escenario adverso en las elecciones de octubre que impida
avanzar en el cambio de rumbo durante los dos últimos años de
mandato de Cambiemos.
Lo que tal vez no terminen de comprender los referentes del
establishment es que de cumplirse ese escenario, tal vez hayan
sido grandes responsables -por ejemplo remarcando precios, siendo
mezquinos a la hora de arriesgar su capital y despidiendo gente
sin miramientos- de que la Argentina no haya podido prosperar en
el ´cambio´ que ellos mismos impulsaron.
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