Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Suplemento Economía Domingo 11 de Noviembre de 2012

Cristina y el mensaje que le envió la clase media

PANORAMA NACIONAL

José Calero

Por José Calero

La presidenta Cristina Fernández pareció no captar en su plenitud

el mensaje del "8-N", cuando la clase media despreciada

periódicamente por sectores del Poder Ejecutivo reclamó

correcciones en materia económica y política.

Si bien dijo estar poniendo "todo lo que tenía", la jefa de

Estado pareció no mensurar el daño que el cepo cambiario, la

presión impositiva y el avasallamiento de libertades individuales

con un Estado cada vez más parecido a un "Gran Hermano", le están

causando a vastos sectores de la Argentina. 

Lejos de escuchar algo de lo que se reclamó el jueves del "

(8N)", en lo que tal vez fue la movilización más grande desde el

retorno de la democracia en 1983, Cristina apeló a la ironía, ese

lugar donde se siente cómoda cuando las cosas le salen mal: "Ayer

ocurrió algo muy importante, el congreso del Partido Comunista

chino", ironizó. 

La Presidenta pareció dejar claro así que hay sectores que no

entran en el universo político kirchnerista, pero tal vez enojada

por el bullicio de 25 mil personas que no la dejaron dormir en

Olivos, la emprendió -cuando no- contra los medios de

comunicación, al decir que "si escuchás a uno o dos, no estás

eligiendo un cazzo".

"Cazzo" es una grosería utilizada en Italia para llamar al

pene, aunque en España también la utilizan como "coño". 

Dejando las finezas presidenciales de lado, Cristina sintetizó

en una frase su problema para entender lo que está ocurriendo con

la economía argentina: "¡Tanto lío con el turismo y los viajes!",

dijo la mandataria.

La megamovilización del jueves, estimada en más de un millón de

personas en todo el país, no está preocupada solo por el turismo y

los viajes. 

El principal reclamo de quienes protestaron se llama

"inseguridad", un fenómeno que describe situaciones como cuando

alguien va a ingresar con el auto a la casa y lo matan de un tiro,

o cuando sale del banco y un motochorro le roba, o cuando

secuestran a toda una familia para recorrer cajeros y, no

contentos con eso, se hacen llevar a la casa de las víctimas y

saquean todo.

Ese fenómeno se agudizó con fiereza durante nueve años y medio

de kirchnerismo, a pesar del crecimiento a tasas chinas, en un

agudo proceso de marginalidad que el Estado se muestra incapaz de

orientar y mucho menos de reprimir, y que organizaciones

filokirchneristas como Vatayón Militante hasta parecen terminar

reinvindicando. 

La Argentina tiene demasiadas zonas que la teoría política

englobó en el término de los "Estados fallidos", donde la

autoridad estatal es incapaz de controlar la convivencia y

garantizar los mínimos derechos humanos.

El segundo gran reclamo de los manifestantes del 8N estuvo

vinculado con la inflación, cuya negación sistemática por parte de

la presidenta terminó de alterar los ánimos de millones de

argentinos. 

"Lo peor ya no es que lo niegue, sino que sea impotente para

combatirla", decía una pareja de jóvenes que marchaba por avenida

Corrientes rumbo al Obelisco portando una banderita argentina.

La Presidenta no parece comprender que por más asignación por

hijo que aplique, si la plata se licúa cada vez más rápido en la

caja del supermercado como consecuencia de la inflación que ni

siquiera reconoce, el drama social se acentuará. 

Lo que también duele a muchos es que encima del daño provocado

la Presidenta niegue la existencia de un cepo cambiario, una

medida de intervencionismo sobre la propiedad privada nunca vista

en la Argentina en procesos democráticos.

La prohibición de la compra de dólares se debió tomar por la

desconfianza que la gestión cristinista provoca entre los

inversores con sus permanentes cambios de reglas de juego, y

porque en un año y medio más el Banco Central se hubiese quedado

sin reservas, cuyo verdadero nivel es de 32.000 millones de

dólares, y no los 45.000 millones que Mercedes Marcó del Pont

manda a informar escuetamente todos los días, sin entrar en

detalles. 

Otros manifestantes contaban historias sobre cómo la decisión

presidencial de cambiar de un día para el otro las reglas de juego

los dejaron sin su primera vivienda, ya que se habían comprometido

a abonar cuotas en dólares y la devaluación real del 35 por ciento

-lo que hay que pagar en el mercado paralelo- los dejó fuera de

juego.

Algunos jubilados, con improvisados carteles, se preguntaban

también por qué la ANSeS no puede pagar el 82 por ciento móvil

pero sí le puede transferir al Tesoro 80.000 millones de pesos

para hacer frente a gastos corrientes. 

Tal vez demasiado confundida por las adulaciones que le habían

hecho minutos antes un grupo de intendentes, Cristina minimizó en

la Casa Rosada el movimiento popular espontáneo más importante de

la reciente historia democrática.

Aquí radica otro problema del sistema de gobierno implementado

por la mandataria: los funcionarios se dirigen únicamente para

elogiarla o aplaudirla, formando una claque incapaz de marcarle la

necesidad de corregir una medida. 

En un contexto de sequía económica, Cristina le vuelve a

encender velas a la soja, justamente el sector que defenestra y

desprecia habitualmente el kirchnerismo.

La impactante movilización del jueves tal vez no cambie la

relación de fuerzas políticas, pero es valiosa como expresión de

vastos sectores sociales que no solo no se sienten representados,

sino que se consideran perjudicados por las medidas del gobierno.

Tal vez, como rezaba uno de los carteles más originales de la

movida noche del jueves, a Cristina le haya llegado la hora de

dejar a un lado el micrófono de la cadena nacional y ponerse

auriculares para escuchar la voz de todos y todas.

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso