Por José Calero
Tal vez como nunca, la crisis energética manifestada en cortes de
energía que llevan hasta 12 días en muchos casos, desnudó
inconsistencias de un sistema económico que venía dando muestras
de fatiga y ahora parece ir rumbo colisión.
Bastó una inédita ola de calor para que colapsara la
distribución eléctrica, dejando a zonas como Flores, Villa Lugano,
Boedo, Mataderos, Liniers y Gerli, entre otras, sin energía
durante dos semanas, y arruinando las Fiestas de fin de año para
un gran número de familias.
Con la presidenta Cristina Fernández en El Calafate, demasiado
lejos del caos, sus funcionarios trataron de arreglárselas para
amenazar con la quita de la concesión a Edesur y Edenor, una
jugada de alto riesgo que podría transformarse en búmeran poniendo
al Estado en el centro de las acusaciones por la falta de suministro.
Por ahora, las advertencias de Jorge Capitanich y Julio De Vido
han quedado en eso, mientras hacen amagues para tirarle por la
cabeza el entuerto a Daniel Scioli y Mauricio Macri.
Los principales problemas que afronta el sistema energético se
explican por la insistencia del gobierno en sobrecalentar el
consumo, lo cual reveló la adquisición de unos 800 mil aire
acondicionado en los últimos meses, pero a su vez sin fomentar las
inversiones en la red de media y baja tensión, para que las fases
no explotaran ante la mayor demanda, como finalmente ocurrió.
El 24 de diciembre por la noche la desazón invadía a los
ejecutivos de las empresas responsables de las concesiones.
"Sin la posibilidad de invertir en mejorar la infraestructura,
como consecuencia del retraso tarifario, el escenario es muy
complicado, no damos abasto para enfrentar la sucesión de fallas",
se sinceró un especialista que sigue el día a día de los cortes.
La irracionalidad de financiar energía barata para el área
metropolitana con el fin de captar votos y adhesiones,
especialmente del conurbano, se reveló como un plan de mirada
corta.
El gobierno hizo en su momento un intento de ir normalizando el
esquema tarifario, pero el impacto era tan fuerte sobre las
facturas -se cuadruplicaban-, que hubo susto presidencial por la
posibilidad de que fuera piantavotos y se dio marcha atrás con las
medidas.
En los últimos tiempos venía repitiéndose el corte del
suministro eléctrico en amplias zonas de la red de distribución de
grandes ciudades –muchas en la propia ciudad de Buenos Aires y
conurbano-, y la tardanza excesiva de las distribuidoras para
restablecer el servicio.
Para el ex secretario de Energía Jorge Lapeña, las fallas de
distribución –cuya forma más típica son los cables que se queman
por sobrecarga y transformadores que no soportan la demanda-
cuando se repiten indican una falta de inversión, no ya en
generación, sino en la ampliación y reemplazo de las propias redes
de distribución.
"El gobierno puede estar cosechando en su año 11 de gestión los
frutos de su política irracional en materia tarifaria", sostuvo
Lapeña.
Aludió a una demanda exacerbada por la baja tarifa con poca
propensión al ahorro y la eficiencia energética e inversión
disminuida en la oferta –subtransmisión y distribución- para
abastecer esa demanda creciente.
Este escenario conflictivo encontró al gobierno en una carrera
contra reloj para intentar encaminar la economía, combinando un
acelerado ajuste del retraso cambiario con medidas destinadas a
alentar la producción y reducir los subsidios.
Pero el problema económico de fondo continúa siendo la
inflación, ya que en lugar de apostar a una estrategia de amplio
espectro, el equipo de Axel Kicillof vuelve a machacar con los
acuerdos de precios fracasados durante la convulsionada gestión de
Guillermo Moreno como secretario de Comercio.
Ahora se buscará que tratando de contener 200 productos -la UIA
ya advirtió incluso que será difícil cumplir con ese objetivo- se
desacelere la inflación.
La disparada de precios, apenas disimulada inicialmente por las
estadísticas poco confiables del INDEC, ya es incontenible.
Según la consultora Melconian y Santángelo, entre 2001 y 2013
el nivel general de precios aumentó 681%.
Además, la carne se disparó 1.226%; los alimentos 1.135%; el
dólar oficial 530%; el dólar paralelo 875%; el salario privado y
formal 902%; el informal 758%; combustibles 744%; pan 824%;
alquileres 350%; medicamentos, 294%; y tarifas, 144%.
En el caso del transporte -colectivo, tren y subte- aumentaron
200% incluyendo el decidido a fin de año, y las de gas, agua y
luz, apenas 120%.
Eso explica, en parte, los continuos cortes de luz o, lo que es
lo mismo, por qué las distribuidoras de electricidad no invierten,
según el Instituto Mosconi.
El espejo de la realidad devuelve que si en la Argentina las
tarifas hubiesen seguido el ritmo de la inflación, en los hogares
de bajo consumo la boleta de luz debería pagarse un 1.650% más; en
los de consumos intermedios pequeños, un 480% más, y en los de
consumos intermedios grandes 190% más.
Los que están pagando la electricidad por lo que se supone que
realmente vale son algunos de los grandes consumidores que sólo
representan el 10% de la demanda.
Pero a juicio de los expertos eso no basta para que las
distribuidoras se decidan a hacer las obras de infraestructura
indispensables para que no se corte la luz.
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