Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
En la línea de “Cuerpo sin alma”, por Riccardo Cocciante y de “A veces me pregunto” por Richard Anthony, este tipo de canciones pone a la luz el egoísmo en la más severa y cerrada de sus manifestaciones. Mediante un canto desgarrado y una historia que golpea los sentidos, estremece con un fuerte impacto de la orquestación y en las imágenes que pone la escritura. Muchas composiciones originadas en el continente que nos habitó tienen esa misma característica, de alto impacto emocional, hace necesaria una mezcla muy lograda con la sonorización que también la transita.
“La misma pensión con el mismo hambre – en la misma habitación vivíamos Rogelio y yo – bajo el mismo frio – tiritando en el lecho dormíamos Rogelio y yo – Con el mismo coche la misma mujer – y la misma noche soñábamos Rogelio y yo – en el mismo trabajo, el mismo sudor – y el mismo fracaso luchábamos Rogelio y yo”.
“Ya no te acuerdas Rogelio de aquella cantina – del viejo Anselmo y su acordeón – cuántas las noches nuestro vino alegró – cuántas las noches que tu música tocó – cuántas las noches que al oír esa canción – tú te reías y reía yo – y nos despertaba el sol – llenos de vino llenos de ilusión – tú te reías del dolor de si hacía calor - si había dinero o solo sudor.”
(Aunque aquí la conocimos cantada por Lauro Volpi, en una versión que se escuchaba en los “boliches” de nuestro “centro”, el autor de “Rogelio” -lanzada al público en 1969- es Patxi Andión, un español cuya obra se podría definir como “de protesta”, según la calificación de entonces. También es autor e intérprete de la muy difundida “Una dos y tres”.)
“Con el mismo equipaje en el mismo tren que me marché he vuelto – de aquél viaje – a tu nueva dirección con el mismo traje y la misma ilusión he ido – he ido a buscarte – el portero me ha hecho entrar por la puerta del servicio – y me ha metido en un cuarto – desde donde he mirado – y te he visto bien vestido en un salón lleno de espejos – gente importante a tu lado y en tu cara el fastidio – cuando te han avisado – Has salido, me has mirado – te acordaste de mi nombre qué alegría – y luego, luego te has marchado – me has dejado con un saludo, una cita en tu despacho – y una tarjeta en la mano – con tu nombre bien bordado.”
(Lauro Volpi es el nombre artístico del tenor de un altísimo registro Giácomo Lauri-Volpi, una personalidad de la nobleza europea, nacido en Lanuvio (Italia) en diciembre de 1892 y que vivió y desarrolló su carrera en Europa por 40 años y hasta sus 87, teniendo entonces su domicilio en España.)
“Pero no importa Rogelio – esta noche iré a la cantina – y al viejo Anselmo pediré tu canción – en la misma mesa beberé por los dos – y entre mil copas me reiré del dolor. - y como otras noches al oír esa canción – yo reiré, ja, yo reiré – me reiré de tu adiós, de mis zapatos, de tu confusión – del pantalón de tu frac, de tus espejos y de tu salón – y cuando te vuelva a ver te diré – Muy buenas tardes ¿qué tal está usted? Y ¡cómo no! – te pediré un favor, para que esa noche, mira Rogelio, ¡duermas un poco mejor!”.
¿Qué se puede hacer cuando se es solo un lector interesado sin participación directa en los hechos? Lo primero, y gratis, reflexionar: la historia es fuerte, no hay ninguna duda, y la acción discriminatoria de Rogelio merece el reproche. Después, tener en cuenta que es ésta una historia de ficción, aunque pueda ocurrir con otra gente y en circunstancias similares.
Podemos guardar la historia cantada. También mirar los espejos para nuestro interior.
¿No habrá por allí algún Rogelio escondido, temeroso de que lo hayan descubierto?