Por RDACCIÓN
Por Hugo Borgna
Por mucho tiempo la pregunta fue por qué, a pesar de los inconvenientes sociales y de otras difíciles cuestiones, ella siguió cantando en la orquesta de Canaro.
Conoció el siglo veinte y dos años del veintiuno. Nació el 17 de agosto de 1905 y vivió 97 años.
Se llamaba Aida Elsa Ada Falcone.
Perteneció a la selecta élite de cancionistas de tango en los 20 y 30, poblada entonces por figuras emblemáticas como Azucena Maizani, Mercedes Simone, Rosita Quiroga, Libertad Lamarque y Tania.
Participó como actriz y cantante en la película “Idolos de la radio”, junto a Ignacio Corsini. Todavía no había conocido a Francisco Canaro, pero sí había hecho contacto con Osvaldo Fresedo, llegado de París con su estilo exquisito. En 1929 grabó, con el visto bueno de Enrique Delfino.
El momento que orientó su vida y su sello fue poco después, con Canaro. Como cancionista debutó con La morocha, y desde entonces hasta 1938 llegó a registrar 180 temas, culminando allí su vida artística. En ese espacio hubo breves separaciones de la orquesta de Canaro y, como consecuencia, la grabación del tema escrito por él y dedicado a Ada Falcón que la representa: Yo no sé que me han hecho tus ojos.
La suya fue una belleza esplendorosa, una imagen fuerte de las décadas de su canto. Sus ojos verdes despertaban la admiración de un público que seguía con atención su carrera. Muy especialmente de Francisco Canaro, con quien había iniciado una relación sentimental en el comienzo de su tarea de cancionista.
No había aún motivos para que desease dejar la orquesta: ella le daba todo. Su registro variable de mezzosoprano, y en las notas altas a soprano, le permitía un modo ligeramente engolado y con gorjeos líricos. Sentía el contenido de las letras; le aportaba una contenida emoción, sin excesos.
Tuvo comportamientos de diva. Paseaba con su Bugatti descapotable roja, desde su casa en Parlermo para que el viento le seque sus cabellos recién lavados. Con uno de los primeros incidentes con la mujer de Canaro (cuando ella le rompió los faroles de la Bugatti, Canaro le compró una Bugatti nueva), no pensó en dejar la orquesta, ni al hombre.
Hubo un hecho insólito, producto de su belleza. El rajáh de Kapurtala, de visita en Argentina, quiso a toda costa llevarla al suyo, amenazando con raptarla, hecho que motivó que no se dejase ver por un tiempo. Y tampoco pensó entonces en dejar a Canaro, hombre y director.
Sí hubo algo que movió las estables aguas de la relación sentimental: Ada Falcón le pidió a Canaro que se divorciase. Él, consciente de lo que le costaría ese paso, se lo negó.
Aún ante eso, Ada Falcón pensó en desvincularse de Francisco Canaro.
Pero lo hizo, concretando el apartamiento de la vida pública hasta el último de sus días. Se recluyó al cuidado de hermanas franciscanas, en un pueblo de la provincia de Córdoba.
Y hubo sí, un incidente que determinó la separación definitiva de la pareja. Se dijo que la mujer de Canaro había concurrido a un ensayo de la orquesta y sorprendió a Ada Falcón sentada en las rodillas de Canaro. Sacó entonces un revólver y amenazó a la Falcón, la que salió corriendo de la sala. Pocos días después, terminó su relación con la orquesta y su director.
Ya no hubo grabaciones ni actuaciones en vivo.
Los ojos de ella miraron otros horizontes.
Comenzó a guardar interiormente la serena quietud del paisaje.
¿Existirá el amigable mensaje de, simplemente, dejarse transcurrir?