Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
Como alguna vez se dijo, la obra supera al autor y los personajes que ganaron la mirada de los lectores se convierten en figuras del papel. Sólidas. Perdurables.
Lo sabe interiormente Mafalda, feliz idea de Quino. Lo sigue percibiendo Ramona, la que en tiras (pero entera) ya está abarcando dos generaciones de autores.
La idea básica de los dibujantes fue crear varios personajes al mismo tiempo, para ver cuál de ellos tenía más aceptación en el público seguidor de las ventanitas con nubes con texto. Por lo demás, fue un modo práctico de ir sabiendo si las situaciones se iban superando o, por el contrario, se agotaba su fuente de tinta.
Lino Palacio, el creativo cabal por esencia y acto, nació en la emblemáticamente porteña San Telmo el 5 de noviembre de 1902. Como en la mayoría de los dibujantes, sus manos produjeron hasta los 8 años distintas imágenes en su casa con la supervisión atenta de sus padres y culminó a los 9 años con la publicación de una caricatura en la sección Dibujo infantil, de la representativa de una época “Caras y Caretas”.
Después, lo clásico en la historia de los artistas que logran trascender: publicación en los diarios y perfeccionamiento en importantes centros culturales del mundo. Su consagración se produjo en 1930 y Lino Palacio pasó a ser un nombre propio en el ya competitivo ambiente del dibujo, indispensable en las revistas y diarios durante muchos años.
Habíamos prometido, sonoramente en el título de este escrito, mostrar a los otros hijos de Lino Palacio, hermanos ellos de Ramona y con igual intensidad de vida en actos y pensamientos.
Don Fulgencio, una de sus creaciones favoritas, llegó a tener su propia revista en 1945. Enternecedor personaje, era un hombre mayor, vestido con la formalidad de la época, que no vacilaba en jugar con los elementos con que lo hacían los niños. Mostraba un goce supremo.
Como un niño más (¿lo era o se vestía de adulto para disimular?)
Un año después nació Avivato. Fácil es descubrir la personalidad de esta ventajera y materialista criatura; humana y de papel, representativa de un irrenunciable modo de “ganar”.
Esas características psicológicas de Avivato, igual que la de Don Fulgencio, se reforzaban con una cara donde reinaba una imponente y circular nariz. Los dos personajes dieron nombre y calificativo que definió a algunos humanos. Según los casos, hubo “Fulgencios” y “Avivatos”.
Personajes de fuerte presencia, ganaron su derecho a ser figuras convocantes en películas nacionales, mostrando como cotidiano a cada personaje. En una historieta, Avivato se presentaba ante un personaje y le decía que quería hablarle, respondiendo el otro que no quería que le hable de dinero. Avivato, secamente, le decía “si me vas a limitar los temas, chau”. Y se iba.
Doña Tremebunda, que aparecía en “Para ti”, era de imponente físico y respondía exageradamente a las situaciones. Para no mojarse, se cubrió la cabeza con la cucha del perro.
Lino Palacio había cedido los derechos de dibujo y difusión de “Ramona” y de “Cicuta” a sus hijos Cecilia y Jorge. En una tira Cicuta se encuentra con un personaje cargado de paquetes, quien le dice “Feliz Navidad, mirá todo lo que llevo a casa.” Cicuta dice por lo bajo “que te indigestes”.
Lino Palacio había cumplido 80 años cuando sufrió homicidio en el lugar donde habitaba de su barrio de nacimiento, San Telmo.
Se dice que ese sería el lugar donde encontrarlo, hombre y personaje sin tiempo.
Otros prefieren suponer que habita en la memoria colectiva, dibujado en movimiento, invitando a jugar con un trompo de cuerda siempre renovada,