

Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
Hay una pauta de diferenciación en cuanto a directores de orquestas y tiene que ver con que triunfen más fácilmente si tienen buenos cantores (refiriéndose, claro, a esos de estilo poblado de altas sonoridades), pero la polémica en estos casos no llega a constituirse con importancia: ninguna orquesta de tango tuvo cantores de poco alcance y o nivel; hubo incluso los que solo dejaban una orquesta después de muchos años para seguir su carrera como solistas.
Todo fue distinto en el caso de “El as del tango”, Héctor Varela. Había sido parte de la orquesta de Juan D’Arienzo y cuando se desvinculó para hacer su propia orquesta, no eligió un compás rotundo -como el de D’Arienzo- sino uno con clara tendencia a la canción, con vocalistas brillantes de altísimo alcance, cosa que le dio como consecuencia que al poco tiempo lograban un cartel tan destacado que las grabadoras provocaban su independencia. En no pocas oportunidades, se llevaban consigo casi toda la orquesta.
Otro elemento fue parte del cambio propuesto por Héctor Varela: la mayoría de sus letras giraban en torno a conflictos de pareja, con variados tipos de abandonos, arrepentimientos, rencores y perdones para todos los gustos, y un modo ecléctico y oportunista de mostrar como tango los conflictos ocurridos en casas reales, como el que vivió la princesa Margarita de Inglaterra, contado en tango (…princesita soñadora, fue la vida la impostora, que te hirió con sus garfios de fuego en los vanos ruegos a Su Majestad).
Los años 40 y 50 habían sembrado temáticas nunca explotadas. Héctor Varela se lució en el Tango Club con las voces de Argentino Ledesma (Fumando espero, Fosforerita) y Rodolfo Lesica (No me hablen de ella, Noches de Brasil).
El primero en dejar la orquesta fue Argentino Ledesma (Yo tengo un pecado nuevo, Pobre mulatita), reemplazado por Raúl Lavié (leyó bien, atento seguidor). Ingresó entonces Fontán Reyes (Esta noche de copas), cuando Rodolfo Lesica y Lavie se “abrieron” juntos de la orquesta llevándose también los músicos para una nueva formación, “Los Ases del tango”.
No termina allí la historia de Héctor Varela y sus cantores, elegidos con alta exigencia vocal.
Sin Fontán Reyes, la orquesta se rearmó con un ex de D’Arienzo: Armando Laborde (Quien te quiere como yo), y un debutante. Ernesto Herrera (Amor de chiquilina, Que lindo es perdonar). Que, al igual que los anteriores, se convirtió en emblemático cantor.
A todo esto, las letras no habían dejado de mostrar un estilo resonante y crudo como en la época de Rodolfo Lesica (Soy capaz por ella de abrirme las venas y escribir con sangre te quiero mi amor).
Hay más sorpresas en orquesta de Héctor Varela. Un consagrado “bolerista” cantó para Varela: registró un tango llamado “Que digan lo que quieran” con el seudónimo de Carlos Yanel, y luego volvió a su propio repertorio: Siro San Román, el mismo de “Tu voz”.
No terminan aquí sus cantores. Después de una ausencia notable de los escenarios, por los años 70 presentó en televisión su nueva orquesta, con dos cantores que tienen vigencia actual: el recordado con tristeza Jorge Falcón y el empresario exitoso Fernando Soler, quien sigue homenajeándolo en sus presentaciones.
Se dijo, y es fácil creerlo, que Héctor Varela -como los directores grandes- era amigo de sus cantores. Atento al modo en que ellos empezaban a ser individualmente aplaudidos, era previsible que se convirtieran en solistas.
No quiso que perdieran una brillante carrera, posibilidad notoria y bien cantada en ese preciso momento, si quedaban en la orquesta.