Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
Por esta sección del Diario pasaron abundantes referencias a Divito. Se han visto desarrolladas las costumbres de los personajes, algunos queribles y otros…decididamente no.
Hay que reconocer que faltaba hablar del principal (mejor dicho LA, o mejor dicho aún, LAS) Era necesario referir la razón de ser de Divito como artista y como persona:
¡ Las Chicas !
Las seguimos apreciando como realización estética -un modo elegante de decir que las hizo muy lindas- dueñas de su vida y la de quienes las rodearon; una presencia insoslayable (no se podía mirar otra cosa cuando ellas aparecían).
También hablaban ¡Y cómo! Del mismo modo que su vestimenta definía un estilo, sus palabras surgían llenas de claros y muy contundentes significados. Estén atentos, lectores: a partir de ahora y aquí vamos a conocer el vivo pensamiento de estas chicas, de las que muy pocas veces se ponía el nombre. Pensándolo bien, ¿hacía falta?
(En una de las viñetas se ven cuatro en una playa, bien tostadas y con mallas enterizas. Una con sonrisa pícara dice a las demás “Lucho no me gusta porque siempre sabe cuando una quiere que le regalen una alhaja…y no la regala”)
Como con este ejemplo ya tomó dimensión lo que llamamos “el pensamiento vivo” de las chicas, podemos pasar a otras situaciones.
(Se ve a tres chicas con traje de calle e instrumentos de música en las manos. Una de ellas dice “Mañana Nelly cumple cinco años de casada y no sabe como celebrarlo”. Fácil, le contesta otra: “que hagan dos minutos de silencio”)
(Tres chicas están en un camarín de teatro preparándose para entrar a escena. Una le muestra a otra la foto de un hombre y le dice “Mirálo, qué maravilla, es un hombre que se hizo solo”. La chica que está al lado le pregunta “¿y a cuánto asciende lo que hizo?)
En este punto del presente material (¿periodístico?) conviene hacer una pausa y avisar a los lectores que la intención de habernos introducido en el ambiente tan confidencial de las chicas no tiene motivación crítica. Somos de la idea de respetar las opiniones de cada ser, valorando su modo personal, y todo lo cual no quita que, interpretando también el interés del imaginado lector, volvamos a ingresar a ese sincero y abiertamente confidencial ámbito.
(Aparecen tres chicas. En un ambiente de campo, una sostiene una escopeta. Dice “la caza siempre me ha interesado” y otra le contesta: “ya lo sé, querida… ¡te he visto tantas veces tratando de cazar un novio!”)
(Otra escena de playa, esta vez con bikinis. “¿Qué crees que será mejor para el cumpleaños de Beba?”, dice una y recibe esta respuesta: “¿No recordárselo, querida”)
(Tres chicas, en el mismo camarín de teatro. Una dice: “Hace una semana estaba loca por Luis. Ahora… no puedo ni verlo”. La que está al lado le contesta “¿No es tremendo querida, cómo cambian los hombres?)…
…propongo, lectores, que nos vayamos retirando de esa playa, de ese camarín y de ese imaginario campo, tratando de que las chicas no se den cuenta de que nos hemos enterado, en su intimidad, de su más secreto modo de pensar. Pero…hasta cierto punto puede pensarse que, si lo advirtieron, actuaran esos diálogos para nosotros para que las entendamos mejor.
En ese caso, para hacer más compleja la situación, notamos una nueva duda.
¿Lo habrá sabido Divito o, igual que nosotros, se habrá dejado guiar por el presentimiento?