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Sociales Lunes 14 de Octubre de 2019

Renunciemos al mal que nos acecha

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REDACCION

Por REDACCION

(Por Miguel Pettinati).-Aunque sea difícil, sin el reconocimiento sincero de la propia debilidad y de la condición de pecador, no es posible alcanzar el perdón de dios. (JLK).

El apóstol Pablo mismo ha reconocido el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el de realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero ( Romanos 7,18-19).

El cristianismo siempre ha predicado que el pecado es el único verdadero mal, porque, al no observar el plan de Dios introduce el desorden, en el ordenamiento querido por Dios; y sólo nosotros, seres libres y limitados, somos capaces de pecar, al apartarnos del supremo señorío de dios sobre todo lo creado.

Querido lector: la afirmación es impactante, todos somos pecadores. Por lo tanto, no existe criatura humana que sea impecable. la única inmaculada ( sin mácula) fue la santísima virgen María, por un privilegio e especial de Dios y en previsión de su maternidad divina ( Jesucristo).

El pecado es la privación del bien que debería derribar del accionar de todo ser inteligente y libre.

Sin embargo, la malicia del pecado no implica necesariamente la voluntad explícita de ofender a Dios.

Basta la elección desordenada para que se origine el pecado. Todo desorden moral  grave es , a la vez, ofensa a Dios, destrucción de la caridad y merecedor de castigo eterno, aunque quien cometa pecado no se proponga expresamente apartarse  de Dios  o ni siquiera tenga un claro conocimiento de Dios.

Con lo dicho no parece necesario ahondar en conceptos Lo cierto es que somos pecadores y, por lo tanto propensos al pecado, pero,reconociendo humildemente esta verdad, hemos de luchar contra el mal de los malees.

Esa lucha consciente y declarada contra el pecado nunca es posible por la sola decisión humana, sino que necesita la ayuda de Dios. Entonces, la lucha se convierte en respuesta a la exhortación de Cristo Jesús"conviértanse y crean en la buena noticia"( Marcos 1,15).

Pero Jesús no pone el acento en las acciones exteriores sino en la conversión interior.

Sin embargo, es una lucha bien concreta no basta con decir que somos pecadores y teorizar sobre el mal. La lucha contra el pecado es una reorientación  radical de toda la vida, una conversión a Dios con todo el corazón, una ruptura con el pecado y un repudio del mal.

Al mismo tiempo que es aversión hacia el mal cometido implica el deseo y la resolución de cambiar de conducta, con la ayuda de la gracia de Dios y un propósito honesto de evitar toda ocasión de pecado.

 Pienso algo más

¡Señor mío y Dios mío en tu presencia me reconozco pecador, y en tu gracia fortalece mi espíritu para evitar toda ocasión de pecado .Amén.

Conviérteme y yo me convertiré, porque tu Señor, eres mi Dios ( Jeremías 21,18).

Vivir en el pecado, es más que una ofensa- sino que nos lleva- a la ingratitud y desagradecimiento a Dios padre - que nos creó a imagen y semejanza- y también , es fallarle ha nuestros seres queridos que nos aman.

En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo, yo he vencido al mundo ( Juan 16,33).

Como el padre me ama a mi, así os amo yo a vosotros.

Permaneced en mi amor ( Juan 15,9).

Señor mío y Dios mío, desde la mañana hazme sentir tu amor, que yo confío en ti ( Salmo 1439 Amén.


 

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