

Por REDACCIÓN
Durante el período de nueve meses anterior a su arresto, Raoul Wallenberg fue responsable de orquestar una de las hazañas de rescate más valientes e imaginativas en la historia de la humanidad.
El 14 de marzo de 1944, los nazis invaden Hungría. El gobierno local entrega a los alemanes a los judíos húngaros que viven en el campo. Como resultado, unos 450.000 judíos son deportados y la mayoría muere en los campos de exterminio nazis.
Hitler decidió enviar a Eichmann para garantizar que el resto del pueblo judío húngaro (unas 200.000 almas, la mayoría de ellas en Budapest) corriera la misma suerte.
En esta etapa, las legaciones suecas y otras neutrales emiten pasaportes provisionales, pero estos esfuerzos deben intensificarse y combinarse con otras medidas de rescate.
Las negociaciones entre el Ministerio de Asuntos Exteriores sueco, la Junta de Refugiados de Guerra de Estados Unidos y el Congreso Judío Mundial, acaloradas, acaban resolviendo el nombramiento de un sueco que se encargaría de liderar la misión de rescate. Raoul Wallenberg es recomendado por su socio comercial, Kalman Lauer, “como el hombre adecuado en el lugar adecuado”, y el 9 de julio de 1944, Raoul llega a Budapest y es nombrado Secretario de la Legación sueca.
Inmediatamente, emprende una operación de rescate bien organizada que incluye la emisión de “documentos de protección” (Schutzpasses) y establece una red de casas de refugio suecas, con la ayuda de más de 300 voluntarios. Consciente de la mentalidad alemana, Wallenberg se asegura de que sus Schutzpasses estén cuidadosamente elaborados con símbolos, sellos y colores, para causar una fuerte impresión.
A la edad de 32 años, este vástago de una de las familias más poderosas e influyentes de Suecia logra orquestar una magnífica operación de rescate que salva las vidas de decenas de miles de judíos húngaros.
En enero de 1945, cuando se hizo evidente que los soviéticos tomarían el control de Hungría, Wallenberg estaba decidido a garantizar la seguridad de la comunidad judía superviviente bajo los nuevos gobernantes y decidió hacer un viaje a Debrecen para reunirse con el mariscal Rodion Yakovlevich Malinovsky, comandante de las fuerzas soviéticas en la región. Junto con su chófer de confianza, Vilmos Langfelder, partió de Budapest hacia Debrecen, pero en lugar de reunirse con el mariscal Malinovsky, ambos fueron interceptados por el MERSH y enviados a Moscú para ser interrogados. A partir de ese momento, las huellas tanto de Wallenberg como de Langfelder se desvanecieron de la faz de la Tierra.
¿Por qué los soviéticos secuestraron a Wallenberg? Los historiadores debaten sobre esto, pero la razón principal podría estar relacionada con la paranoia de Stalin. Wallenberg fue reclutado originalmente para su misión de rescate por Iver Olsen, un espía estadounidense que trabajaba en ese momento para la OSS, la precursora de la CIA. Al parecer, los soviéticos no podían creer que Wallenberg estuviera movido puramente por razones humanitarias y pensaran que era un agente estadounidense.
Además, su influyente familia en Suecia se había beneficiado de la guerra, habiendo cerrado jugosos acuerdos de suministro tanto con los aliados como con los nazis, lo que contribuyó a la paranoia soviética. El papel desempeñado por la poderosa empresa Wallenberg durante la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias está descrito por Cees Wiebes y Gerald Aalders en su libro “El arte del encubrimiento: el caso de la propiedad sueca”. Según estos autores holandeses, el Wallenberg Bank Enskilda supuestamente actuó como un encubrimiento para las principales empresas alemanas, ayudándolas a evitar la confiscación estadounidense. Los soviéticos podrían haber estado al tanto de estos tratos y podrían haber querido utilizar a Raoul como moneda de cambio contra sus poderosos parientes.
Lamentablemente, el gobierno sueco y la muy influyente familia Wallenberg en Suecia no hicieron casi nada para liberar a Raoul.
Antes de que comenzara el siglo, tuve el gran privilegio de fundar la Fundación Internacional Raoul Wallenberg junto con mi querido amigo, superviviente del Holocausto y ex congresista Tom Lantos. Desde entonces, nuestra ONG ha trabajado incansablemente para preservar y divulgar el valiente legado del héroe sueco y para obtener respuestas fiables sobre su destino y su paradero.
En 1985, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, la difunta Jeane Kirpatrick, hablando en el 40º aniversario En el aniversario del secuestro de Wallenberg, el presidente de la Cámara de los Comunes declaró: “ Wallenberg se ha convertido en algo más que un hombre, incluso en un héroe. Simboliza un conflicto central de nuestra época, que es la determinación de seguir siendo humano, solidario y libre frente a la tiranía. Lo que Raoul Wallenberg representó en Budapest fue nada menos que la conciencia del mundo civilizado”.
Creo que el embajador Kirpatrick tenía razón. Raoul Wallenberg será recordado por siempre como un símbolo de humanidad, coraje y compasión.