Por Amado Raspo
Hace algunos años, con mi señora, se nos ocurrió tomar un crucero que visitaba parte del Caribe.
Entre ellas varias islas, y lo curioso que lo era por barco, que viajaba de noche, y cada mañana estábamos en una isla distinta.
Con quien más tratábamos fue con un matrimonio, él alemán y ella venezolana: ambos importados.Congeniamos bastante, lo cual suele darse en los cruceros, ya mí personalmente me interesó conversar con el alemán que ya hablaba casi perfectamente el español, dado que su maestra había sido su esposa-
Dicho alemán había participado en la Segunda Guerra Mundial como soldado de infantería, por lo tanto las anécdotas que tenía era innumerables; de todas, voy a relatar solamente una, que arranca cuando fue hecho prisionero, por las fuerzas aliadas, y llevado a los Estados Unidos, lo cual para él fue "la mejor época de la Guerra".
El hecho que me relató fue la primera mañana en Estados Unidos, le sirvieron a todos los prisioneros el desayuno, que consistía en pan en abundancia, huevos duros, jamón rodajas, amén de otras menudencias exquisitas.
Total que antes de comenzar, pasó un oficial alemán por las mesas, diciéndoles que se abstuvieran de comer, porque de seguro, que estarían envenenadas.
La orden, en principio, fue acatada, menos por un prisionero a quien el hambre lo apuraba, por lo que hizo caso omiso de la orden y comenzó a desayunar, como si fuera la última vez y observaron los compañeros que la comida no le hacía nada.
Moraleja, al rato estaban todos comiendo con el mejor apetito, y nada de envenenamientos, por lo que el alemán me comentó que para él fue la mejor época de la Guerra.
Agrego a todo que la señora del alemán era pintora naif por lo que se entendieron rápidamente con mi esposa, que también pinta.
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