Por REDACCIÓN
El próximo 19 de noviembre, a las 18:30 en una ceremonia que se cumplirá en la Biblitoteca Sarmiento- Güemes 144- será presentado el libro de Liliana Ravasio, titulado “No voy a la colonia”.
Al respecto Edgardo Peretti elaboró un comentario que a continuación se reproduce.
La niñez nunca es gratis
No voy a la colonia. Autora: Liliana Ravasio, Edición 2024, 78 págs. Gráfica Gutemberg, Rafaela, Santa Fe.
Repasar la vida siempre es un ejercicio que mantiene un determinado tópico cuando de personalismos en primera persona se trata. Cuando el autor, en este caso la autora, emprende el minucioso laboreo literario elige (por razones que sólo corresponde analizar a ella misma), ir en busca de una tercerización que a nadie confunde.
Sin embargo, ese recurso técnico que abordar el desarrollo de la obra a partir de una ajena-biografía se corresponde con la fuerza que el mismo relato va exponiendo en cada párrafo, en cada palabra, en cada sentir. Porque si bien la calificación que antecede solo es una idea de este escriba, con apenas un recorrido de páginas se advierte que el tema no andará por los consabidos senderos de la banalidad o la anécdota recursiva y simplista.
Al contrario, el despliegue hace que todo se vea tan duro como fue; tan real como sucedió. No hay caramelos dulces en esta entrega. Hay una vida común y corriente, como la de tantos otros chicos que crecieron a partir de los inicios de la década de los sesenta.
Tal vez los más jóvenes deban dedicarle un poco más de tiempo en el acceso a costumbrismos que hoy son obsoletos como desconocidos. Pero sucedieron.
Apelando a la técnica que antes mencionamos, puedo decir que tengo un amigo que vivía cerca, física y socialmente de la autora. Cuasi vecinos, de la misma franja etaria, caprichosa medición de tiempos vivos que antes (ah, el maldito recurso del pasado) eran muy cercanos en vivencias y extensos en almanaques. Y que puede dar fue de muchas cosas.
Sufrir en silencio siempre es más duro. Pero, ¿qué le faltaba a esa nena, luego adolescente? ¿Sustento? ¿Hogar? ¿Cariño? Nada de eso. El paquete básico estaba completo.
Pero el transcurrir de la vida, aunque casi siempre tarde, nos enseña que no todo pasa por esas referencias. Existen, aún hoy, muchas otras que conforman delineadores de conductas; siempre estará aquí el sufrimiento y el dolor antes que el goce.
No puedo dejar de destacar la minuciosidad del relato en cuanto a usos y costumbres, tanto personales como de una sociedad tan absolutamente hipócrita en varios temas urticantes (como los que se menciona con actores y escenarios) que llevaban a la familia a mirar hacia otro lado. Y los chicos lo sabían, pero tuvieron que aprender, que a nadie le importaba solucionarlos.
La autora conforma aquí una historia prolija, fina en detalles y contundente en sentimientos y pesares, a partir de una situación que atormentó a la protagonista desde su más tierna infancia. Creo que aún lo sigue haciendo pero no es tema de este avance literario.
Hay una fuerza oculta que expone una resistencia plena y firme a rendirse. Y eso es ya un triunfo en sí mismo.
Queda un sabor especial cuando se arriba al final de las setenta y pico de páginas. Ello es un mérito indubitable de la responsable de exponer las letras y las ideas en ese orden.
Ser niño nunca fue, ni será, fácil. En determinadas etapas de la vida, cuando el DNI se aleja en cifras millonarias a los actuales, es tiempo de dejar huella con vivencias, de todo tenor y matices.
Considero que la autora lo logra y que (esta es una visión muy personal) la edición cancela una deuda, al menos con sus deseos de contar.
Edgardo Peretti