Navidad

Es esa fecha que se nos cae encima a mediados de octubre y nos hace decir de pronto ese lugar común: “ya casi estamos en Navidad”, y asociamos a eso el cambio de año y en seguida la referencia a cuántas cosas hemos conseguido y cuáles son las que quedarán postergadas para el próximo año, para volver inmediatamente a la palabra inicial y pensar dónde y con quién la pasaremos.

Pero decimos “navidad” pensando “Navidad”, con una carga importante y especial, e inmediatamente sentimos “nacimiento” y “origen del amor”, porque es una palabra convocante, amable, amiga, profunda en su emotiva capacidad conceptual.

La Navidad es, por sobre todas las cosas, un sentimiento, una promesa sin límites hacia los más altos valores sin condicionamientos ni exclusiones; una iniciación desde lo más limpio, y para eso ayuda la llegada casi inmediata de un nuevo año: un pasaporte en blanco, una casa recién terminada, un espacio interior abierto a cualquier idea que quiera entrar y alojarse.

En la Navidad surge, luminoso, un espacio infinito.

Para que lo tomen los que elevan los ojos y las manos al cielo, y también para los que han subido los precios unas semanas antes sólo porque están por llegar las Fiestas.

Para los que harán resplandecer el arbolito y para quienes han oscurecido su alma.

Para los que harán estallar sus corazones de alegría y para los que sólo harán explotar pirotecnia, olvidados de la oportunidad del encuentro.

Para los que comprenderán el significado de la fecha y lo tendrán como invitado especial en la mesa, y para quienes pondrán al televisor a animar el festejo.

Para los que expresan siempre su verdad interior, y para los que sólo dicen lo que los hace quedar bien.

Todo tendrá lugar y modo, y no está mal que así sea; todos nos diferenciamos y tenemos el derecho natural de vivir según nos guste más y procurarnos libremente el objeto o el compartir con personas que nos acompañen con alegría.

La Navidad siempre está.

Es el modo espiritual que preside los encuentros. Decimos “en Navidad nos encontraremos con” y estamos diciendo que será importante estar con las personas que hemos elegido y queremos, porque ese encuentro será en Navidad, esa especie de bendición para los humanos de todos y cualquier lugar, que se esconde, tímidamente, en un lugar de nuestra condición de seres vivos sin que la limite ningún tipo de frontera.

En Navidad amamos la sensación de amar por sobre los nombres de “nuestra” gente, los que nos acompañarán a nuestro pedido la noche del 24. Nos gusta saber que por encima de lo que somos hay una idea de unión iluminando nuestro sector de cielo.

La Navidad siempre estará.

A pesar de que nos sintamos bien con las posesiones concretas, siempre estará la idea de un bien común, de compartir con alguien especial el regalo material, sea objeto o una cena en el lugar que a la otra persona le guste.

Lo estaremos haciendo porque es Navidad.

Y porque sentimos que la atención brindada vale mucho más porque se concreta, precisamente y no por casualidad, en Navidad, donde la sensación más hermosa es la de sentirnos nacer.