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Sociales Miércoles 16 de Noviembre de 2011

Maridos; ¿mandan?

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Redacción

Por Redacción

Suelo decir bromeando que, salvo excepciones, hay dos clases de marido: los que saben que manda su mujer y los que no se han dado cuenta todavía...

Aunque las mujeres se resisten a aceptarlo -sobre todo por las excepciones- los hombres han inventado varias salidas para expresar, resignadamente, su convicción: "En mi casa mando yo... cuando no está mi mujer", "En casa yo tengo siempre la última palabra: sí, querida"... Apenas "botones de muestra".

¿Mandan, realmente, las mujeres? Creo que debemos ser objetivos y reconocer que muchas veces mandan los hombres, y más de lo que debieran. Existen maridos autoritarios, que imponen sus decisiones como mazazos. Hay otros que las imponen con medios menos contundentes pero igualmente efectivos. Y están los que saben encontrar el modo práctico de hacer su voluntad, sin que a la mujer le cueste demasiado.

Por su parte, las mujeres tienen también sus modos de hacerse obedecer. Son rarísimas las que se imponen autoritariamente a su marido; pero son menos raras las que le dan tantas vueltas a la cosa, que terminan haciendo lo que quieren. La mujer tiene modos muy femeninos de "pedir" que el marido haga lo que ella dice: ruegos, razonamientos, insistencias, arrebatos de ira, "dolencias", mutismo, pucheros, lágrimas... (Oh, las lágrimas ¡qué poder tan efectivo tienen! Al menos hasta que el marido le tome el tiempo y se deje impresionar por ellas).

Este secreto poder que la esposa suele tener sobre el hombre puede emplearlo para bien o para mal. Generalmente lo hace para bien. (¿Demasiado optimista? Disculpen: no soy casado...).

Para el final una anécdota que sugiere una sonrisa. En rueda de amigos, el marido se jacta de cómo tiene que imponer su autoridad para que la familia sepa quién manda en casa. "Una sociedad familiar correctamente establecida tiene que dar al marido el lugar que corresponde", dice con voz imponente. "El otro día, por ejemplo, se terminó el agua caliente. Pegué cuatro gritos y al ratito el agua caliente llegó". Y agrega, bajando la voz mientras mira sus dedos ajados: "Porque a mí no me gusta lavar los platos con agua fría...".

¿Lo charlamos en familia?

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