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Sociales Miércoles 21 de Agosto de 2024

Los 100 barrios porteños ¿qué se oculta tras sus nombres?

Muchos de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires llevan nombres que evocan su historia y el contexto en el que fueron fundados. Explorar el origen de estos nombres nos permite descubrir relatos fascinantes y detalles pasan desapercibidos.

Agrandar imagen Varias imágenes del emblemático barrio porteño.
Varias imágenes del emblemático barrio porteño. Crédito: Wikipedia

Muchos de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires llevan nombres que evocan su historia y el contexto en el que fueron fundados. Explorar el origen de estos nombres nos permite descubrir relatos fascinantes y detalles pasan desapercibidos, conectándonos con el pasado de la ciudad.

No hay nada que identifique más a un porteño que el barrio en el que reside. Algo en esas manzanas hace que los ciudadanos se sientan en casa y lo más llamativo de todo es que no es algo actual, sino que la historia de los vecindarios se remonta a cientos de años atrás y el nombre de cada uno también guarda secretos y orígenes etimológicos muy interesantes.

Sylvia Johnson, la especialista de la plataformas de aprendizaje de idiomas online Preply cuenta que el origen de la palabra barrios, que proviene del árabe "barr" y se denominaba así a las poblaciones sometidas que quedaban marginadas de los centros urbanos históricos y políticos, en tiempos de los Moros en España. Algo similar sucede con el término "arrabal" tan nombrado en las letras de diferentes tangos y es también una acepción arábiga que designa de esa manera a los poblados humildes, ubicados en los márgenes.

En la Argentina, la palabra barrio apareció recién en 1729 en un documento virreinal como una "explicación de las cuadras y distancias que tiene Buenos Aires". En este sentido, uno de los más antiguos es Recoleta, que debe su nombre al Convento de los Recoletos Descalzos, la orden religiosa que construyó la chacra ‘Los ombúes’ en esas tierras porque era su lugar de retiro. La especialista en idiomas de Preply, explica: “El significado de la palabra ‘recoleta’ proviene del latín ‘recollectus’, que se traduce como tranquilo, solitario o aislado”.

La propiedad luego le fue entregada a Rodrigo Ortiz de Zárate, quien no obstante las permutó por un traje de hombre a un capitán francés. Este último tampoco vio demasiado futuro en esas tierras y se dice que las vendió por una tenaza, una peluca y un abrigo. Sin embargo hacia finales de 1840, al aumentar la edificación y establecerse el cementerio, fue cambiando su aspecto y transformándose. Luego, con la creación del paseo de la Recoleta, se convirtió en un barrio residencial y lujoso que se conoce como la "Paris argentina".

Otro barrio con historia es Caballito, que debe su nombre a la pulpería que en 1821 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales Rivadavia y Emilio Mitre, y que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito. Como todos los barrios del oeste, también éste progresó en forma notable con la llegada del ferrocarril, que desde 1857 atravesó el barrio adoptando el nombre de la famosa pulpería para su estación en el lugar.

Nació como un lugar de fin de semana, poblado por lujosas quintas. Precisamente de una de esas propiedades, la de Ambrosio Plácido Lezica, nace en 1928 el parque Rivadavia. El tranvía y más tarde el subterráneo, contribuyeron en gran medida al desarrollo de este barrio, hoy en día uno de los más residenciales de Buenos Aires, y en cuyo interior se encuentra localizado el centro geográfico de la ciudad.

Hablando de nombres curiosos, Chacarita es un referente. Se llama así como un diminutivo de la palabra "chacra", una voz de origen quechua que significa granja o quinta según comenta Johnson. En sus comienzos, eran tierras que fueron donadas a la orden de los jesuitas, quienes regentaban el colegio San Ignacio, el actual Nacional Buenos Aires.

La carne y vegetales que comían los alumnos se cosechaban en la ‘chacrita’, que también era utilizada como casa de verano para los estudiantes. Así, muchas generaciones de jóvenes pasaron sus vacaciones en los montes y quintas de la "chácara", que a partir de entonces comenzó a llamarse "Chacarita de los Colegiales", lo que equivale a decir chacra de los estudiantes.

Y si Recoleta es la "París argentina", el barrio de Mataderos era conocido como "Nueva Chicago", por su parecido a la ciudad norteamericana caracterizada por su industria de la carne. En los primeros años, luego de la faena de las reses, los chicos pobres de la zona iban a buscar la grasa de los animales faenados, y se las vendían a los fabricantes de sebo. A ese material se lo conocía como “mucanga”, otro término que surgió del negocio vacuno y cuya etimología no es conocida. A comienzos del siglo XX, el barrio cambió su nombre por el actual Mataderos y su fisonomía se fue modificando pero sin perder la condición de reunir a gente de campo, payadores y pulperías.

Según la especialista de Preply una barraca es una "caseta o albergue construido toscamente y con materiales ligeros" y justamente esas casillas que fueron construidas en el siglo XVIII a orillas del Riachuelo le dieron el nombre al barrio de Barracas. Las primeras construcciones eran improvisados y precarios galpones ubicados en lo que hoy se conoce como Parque Lezama y Vuelta de Rocha, que se usaban para almacenar cueros y otros productos que debían embarcarse en el Riachuelo. Con el correr del tiempo, Barracas se transformó en un barrio de quintas, habitadas por familias relacionadas a la política. La mayoría estaban ubicadas en la “Calle larga”, que hoy se conoce como Montes de Oca.

Uno de los lugares más emblemáticos de Barracas es la Iglesia de Santa Felicitas, ubicada en la calle Isabel La Católica, entre Pinzón y Brandsen. El templo fue levantado en 1875, en memoria de Felicitas Guerrero, cuyos restos allí descansan, tras haber sido asesinada de un disparo por Enrique Ocampo, un pretendiente que no soportó que la joven lo rechazara. Es la única Iglesia de Buenos Aires donde se encuentran estatuas que representan a seglares, es decir, personas comunes que no necesariamente son figuras religiosas. Están realizadas en mármol de carrara y representan a Felicitas con sus hijos y a su marido, Martín de Alzaga.

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