Por REDACCION
Por Edgardo Peretti
“Operación Omega”, autor: Raúl Drubich, Editorial Dunken, 225 págs., 2022.
Con una quinta parte del siglo veintiuno ya consumida y ofrendada en los altares de la tecnología informática y otras menudencias que se inventan casi a diario para justificar acciones de los seres humanos, el mundo de las letras – o de sus perversos intrusos opinadores- no termina de dilucidar con alguna cercanía de acierto la asimetría de modos y formas que plantea el pretexto que nos ocupa: ¿historia ficcionada o ficción histórica?
A criterio de este humilde escriba, y apelando al siempre obsoleto lenguaje jurídico, la discusión deviene abstracta, o sea -en el purista lenguaje de todos los días- terminemos con las inutilidades y disfrutemos de la obra que vale la pena.
Sirve de ayuda este breve introito para acceder al nuevo trabajo del escritor rafaelino Raúl Drubich, el cuarto de su producción personal, que incursiona, sin pudores, en la historia de la ciudad en un expresado y acotado período: los años ochenta. Mucho se ha escrito sobre lo anterior, (el mismo RD lo hace su novela “La casa de la esquina”) acerca de los sesenta y los setenta, pero el advenimiento de la democracia plantea tantos interrogantes como cambios; el mundo ya no será el mismo y muchos no se darán cuenta de ello hasta que sea demasiado agónico.
La cuestión que se expone en este trabajo mantiene un escenario para el lector que oscila en una escenografía tan múltiple como fija. Tan quieta como inmersa en una vorágine en el cual sólo circulan los personajes; el sitio es siempre el mismo (la ciudad) y los protagonistas, casi igual. Lo que no se detiene (y esto es un inmenso mérito del autor) son las situaciones que se exponen, las cuales no requieren de demasiados pruritos, ya que se retroalimentan en sí mismas y se multiplican en otras tantas, casi como un virus (maldita palabreja de estos tiempos) sin dejar a nadie afuera o ajeno a su contagio.
Como decíamos, la ubicación geográfica es conocida, usual, consistentemente cotidiana para quienes habitamos esta ciudad. Nada nuevo, ni novedoso, banal o imaginario: absolutamente real.
El caso de los personajes es diferente ya que no hay nombres propios reales o, siquiera, disfrazados de una proximidad linguística o fonética que los acerque a quienes realmente pudiesen ser. Es la consistencia del relato y de los hechos acaecidos lo que logra esto sin mayores esfuerzos.
Tampoco hay buenos o malos, como nos gusta a los clásicos de historias poder encontrar; nadie es guiado al cadalso o a la hoguera, aunque algunos van solitos en busca del destino que se han construido a sí mismos.
El tiempo es otro elemento que aquí se encuentra dosificado y sometido a calificación. Es el “momento almanaque” (esto es una licencia) de mediados o finales de los años ochenta del siglo pasado; la democracia ha llegado luego de un oscuro período de terror y muerte y algunas de sus víctimas (las que quedaron, obviamente) pueden reconstruirse o abandonar ideales ostentados en el pasado cercano. La realidad demostrará que pocos pueden hacerlo; es más, muchos caerán en el más gris de los olvidos, detalle cromático que en materia de acciones humanas suele ser más cruel aún que el consabido negro.
No tengo dudas (ni pudor) en afirmar desde mi confesa condición de lector que este autor refleja una propuesta de vanguardia, no tanto por las formas literarias (que también las tiene expuestas innovadoramente en muchos tramos) sino en la postura intelectual de contar y decir con mucha altura y capacidad una trama que pocos accederían a imitar.
En mi barrio se llama coraje.
“Operación Omega” es un libro que demanda mucha atención, especialmente a quienes ya transitamos una franja etaria exenta de pudores Intelectuales y expone -con acierto y constancia histórica- algo que pasó aquí mismo, muy cerca, muy adentro de muchos de nosotros que la vimos desde ángulos diversos. Algunos de más lejos, otros muy de cerca.
Es justo afirmar que Raúl Drubich aporta un contundente soplo de aire fresco a los anales de la literatura local cuestionando con sutileza las sociales posturas convenientes, muchas veces ocultas cuán basura inoportuna, bajo la alfombra feliz que siempre aparece en la querida “isla” para cubrir cualquier desatino o desliz.
En mi barrio, le dicen hipocresía. Pero esto corre por mi cuenta.
Rafaela, mayo 2022.
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