

Por REDACCIÓN
CIUDAD DEL VATICANO, 15 (ACI PRENSA).-Cada 15 de marzo la Iglesia Católica celebra a San Artémides Zatti (1880-1951), hermano coadjutor salesiano y enfermero ítalo-argentino, que dedicó su vida a servir a Cristo presente en el enfermo. La familia salesiana lo celebra el 13 de noviembre.
El servicio apostólico de San Artémides se desarrolló en Argentina, país sudamericano que lo acogió como a uno de sus hijos tras haber llegado de Italia. El Papa Francisco, décadas atrás, cuando era todavía el P. Bergoglio SJ, tuvo la oportunidad de saber de Zatti y pedirle un “favor”: que intercediera ante Dios por una gracia especial, la que después le fue concedida.
Artémides, el inmigrante
Artémides Zatti nació en Boretto (Italia), en 1880, en el seno de una familia campesina. A los nueve años ya trabajaba en la pequeña granja familiar. Sin embargo, esta era muy pobre y todos los esfuerzos de la familia parecían insuficientes para obtener los recursos necesarios para vivir. Por esta razón, los Zatti decidieron emigrar a Argentina e iniciar allí una nueva vida.Ya establecido en Sudamérica, Artémides empezó a frecuentar una parroquia salesiana. En esta brotó la inquietud vocacional, al sentirse atraído por el estilo de vida y la espiritualidad de la congregación que fundó San Juan Bosco. Años más tarde, sería aceptado como aspirante y, cuando cumplió veinte años, ingresó a la casa de la Orden en Bernal.
Una promesa hecha a la Virgen, María Auxiliadora
Como salesiano coadjutor, se le confió a Artémides el cuidado de un joven sacerdote enfermo de tuberculosis. Lamentablemente, mientras cuidaba de éste, se contagió, y pensó que quizás no sobreviviría, dado que en ese entonces la tuberculosis era casi siempre una enfermedad mortal. Como su cuadro médico se agravó, el santo tuvo que ser internado. Estando en el hospital de la misión salesiana en Viedma, el Hermano Zatti prometió en sus oraciones a María Auxiliadora que si se curaba, dedicaría el resto de su vida al cuidado de los enfermos.
En los días subsiguientes, Artémides empezó a sentirse mejor hasta el punto en que los síntomas desaparecieron completamente. Recuperado, se puso a disposición del hospital que lo había albergado y le fue encargada la farmacia. Su gran capacidad de servicio y la habilidad para organizarse le permitieron asumir cada vez más y más responsabilidades. Finalmente, Artémides terminó a cargo de toda la institución sanitaria. El santo enfermero estaba seguro de que la Virgen María había tomado muy en serio su palabra empeñada durante la enfermedad. El mensaje le pareció muy claro: Dios lo llamaba a cuidar de los enfermos.
Entonces, Artémides prosiguió por el camino que Dios le iba trazando: compartía su tiempo entre el duro trabajo en el hospital y las obligaciones en la comunidad salesiana. Su permanente entusiasmo y empuje empezó a ser conocido por todos. De día se dejaba ver en bicicleta, de camino a visitar a los enfermos de la ciudad; mientras que por las noches estudiaba duro para obtener el diploma de enfermero.
Hermano coadjutor y enfermero
“Don Zatti” -como la gente lo llamaba- era un ejemplo de buen trato a las personas, muy hábil para “contagiar” la alegría de vivir y servir. Solía decir al cuerpo médico del hospital -enfermeras, doctores, administrativos- cosas que ayudaban a conectar las responsabilidades con su sentido más profundo, con su dimensión espiritual: "Prepare un lecho para el Señor", se le oía decir, o, "¿Tienes sopa caliente y vestidos para un Jesús de 10 años?".
Esa forma tan especial de referirse a los enfermos encendía los corazones de los trabajadores del hospital, y era una prueba de cómo su alma noble entendía el dolor, siempre con Cristo ocupando el lugar central. Porque para el salesiano en cada hombre que sufre está Cristo sufriendo de nuevo con él. Así, con esa alegría y bondad, se ganó el cariño de tantos y tantos. La gente decía: “Es un ángel que se hizo enfermero”.
Nacer a una nueva vida
Estando cerca de los setenta años, el Hno. Artémides sufrió un accidente: cayó violentamente por una escalera. Entonces, por seguridad, se le aplicó un conjunto de exámenes que arrojaron un hallazgo inesperado: Don Zatti padecía un cáncer hepático. Aún en esas condiciones, apenas le fue posible, retornó a sus labores y logró continuar con su servicio por un año más.
Finalmente, ya muy debilitado, falleció el 15 de marzo de 1951. El Papa San Juan Pablo II lo beatificó en el año 2002 y el Papa Francisco lo canonizó recientemente, el 9 de octubre de 2022. En esa ceremonia también sería declarado santo el obispo italiano Juan Bautista Scalabrini, fundador de los Misioneros de San Carlos (escalabrinianos).
La “amistad” con el Papa Francisco
El 18 de mayo de 1986, el entonces P. Jorge Mario Bergoglio escribió una carta al sacerdote salesiano Bruno Cayetano para comentarle sobre la experiencia que había tenido con Don Zatti “con quien me hice muy amigo”.
En la misiva, el Papa Francisco relataba cómo los jesuitas argentinos, y en general toda la Compañía de Jesús, tenían pocas vocaciones para coadjutores. Y, cómo, en ese contexto, había oído hablar de la vida de Artémides Zatti, algo que lo condujo a leer una biografía sobre él. “Me llamó la atención su figura de coadjutor tan plena. De ahí, sin más, sentí que debía pedirle al Señor, por intercesión de ese gran coadjutor, nos enviara vocaciones de coadjutores. Hice novenas y pedí a los novicios que las hicieran”, contaba el P. Bergoglio en aquella carta.
Esas oraciones, a la larga, dieron frutos en las numerosas vocaciones a coadjutores que empezaron a ser recibidas por los jesuitas en los años sucesivos.
El entonces P. Bergoglio había cerrado la célebre misiva con estas palabras: “Estoy convencido de su intercesión (la de Don Zatti) en este asunto, puesto que por el número es un caso raro en la Compañía. Como reconocimiento, en la 2da. y 3ra. edición del Devocionario del Sagrado Corazón hemos puesto la Novena para pedir por la canonización de Don Zatti”.