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Sociales Miércoles 26 de Octubre de 2011

Esperanza

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Redacción

Por Redacción

¿Usted sabía que la palabra "desesperación", en su etimología medioeval, significa quedarse sin pies? Para mí fue una sorpresa enterarme, pero cuando me puse a pensar en ello vi que la figura era acertada. Porque la desesperación -y en grado menor la desesperanza- es un modo de sentirse forzadamente anclado en un estado espiritual que impide caminar.

Y caminar hacia una meta mejor. Porque una de las condiciones esenciales de la esperanza es que el impulso esté orientado hacia algo superior. "La esperanza es algo más que la conciencia de futuro, algo más que contar con los pies para seguir caminando; implica no sólo la conciencia de que siempre estamos en el camino (el Tao de los chinos) sino que "se trata de un camino que nos permite el ascenso permanente de nuestra propia condición humana", expresa Rafael Squirru en una breve y profunda nota: "Esperanza y desesperación", publicada hace un tiempo en "La Nación" de Buenos Aires. Y agrega:

"Para que ello sea así hay que mantener con claridad el objetivo trascendente de la esperanza. No podríamos decir que tiene esperanza el ladrón que aspira a robar un banco, el deshonesto que espera enriquecerse a través de su deshonestidad. En esos casos puede hablarse de deseo, de apetencia, pero nunca de esperanza. Queda claro, pues, que ya se la considere en su acepción teológica o en su acepción humana, la esperanza está indisolublemente ligada a los altos valores de la ética".

Fray Luis de Granada, refiriéndose sobre todo a la esperanza como virtud teologal, alude a esa elevación cuando expresa bellamente: "La virtud de la esperanza de tal manera levanta nuestro corazón a los bienes de la eternidad, que nos hace no sentir los males de esta mortalidad".

En realidad, no es que haya dos esperanzas: la teologal y la humana. Se trata de la misma esperanza humana "divinizada", por así decirlo, con el aporte especial de Dios. Algo de esto apunta José Selgas cuando escribe: "Las esperanzas humanas son los ecos de una felicidad misteriosa que nos llama desde muy lejos. Por eso la esperanza, como el cielo, es siempre risueña, siempre brillante, siempre azul. Por eso está, como el cielo, suspendida en el aire"...

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