Por Redacción
Por Alicia Riberi
Transitando la vida se advierte cada vez más la pérdida de amor entre los seres humanos. La hipocresía ha envuelto al mundo y lo ha convertido en un mar de desacuerdos, peleas, odios, divisiones, intereses mezquinos, lucha de poderes y así nos fuimos alejando de lo que Dios quería para nosotros al crear un mundo tan perfecto, repleto de bendiciones que no supimos o no quisimos cuidar. La difamación es un pecado altamente dañino, que destroza personas, familias, comunidades enteras y en consecuencia pareciera que dejamos de razonar, de ser críticos constructivos. Entre pares es común hablar del prójimo sin fundamentos, y desparramar dichos por boca de otro y se hace tan livianamente que olvidan que en algún momento, se llevarán la peor parte y entonces no tendrán argumentos para defenderte porque participaron de ese círculo perverso y destructivo y cuando este hecho lo comete alguien con poder, usando mal ese poder, es mucho peor, porque lo usa a conveniencia. Obviamente somos personas que nos equivocamos muchas veces y en consecuencia requerimos de las disculpas de otros, pero hay gente que se cree con el poder de sentenciar por propia cuenta y no ven sus propios errores. Como dice el dicho tan viejo…miran la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio…Les voy a recordar que cuando una persona destruye a otra equivocándose ya no puede remediarlo, pues es lo mismo que desplumar una gallina al viento y querer recoger después todas las plumas, es imposible. Ahora bien, lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios, pues si escupes al cielo puede caer en tu propia cabeza. Ningún ser humano puede ser tan soberbio como para creer que no comete o cometió errores. Las cuentas en algún momento se saldan. Si tenemos la humildad de reconocernos falibles, tal vez Dios se apiade de nosotros, ya que como dijo Jesús:- el que esté libre de culpas que tire la primera `piedra. Si bien toda acción tiene consecuencias siempre debemos dar la oportunidad al que se equivoca, como nosotros también la necesitaremos en algún momento. Dialogar, explicar y escuchar nos da la oportunidad de ser mejores personas y si alguien no quiere escucharnos tendrá que darle cuentas a alguien más grande, al que nada se le pasa por alto y ese alguien es Dios. Ojalá que podamos descubrir el valor del perdón, ya que nos hace grandes a los ojos de Dios. El amor entre hermanos es lo único que puede salvar a este mundo tan corrompido por las miserias humanas. En la Biblia dice: perdonarás a tu hermano setenta veces siete…Que cuesta, seguro que sí, pero si Dios nos perdonó a nosotros, nosotros que fuimos creados a su imagen y semejanza, debemos hacerlo también. Es un aprendizaje duro, pero real. No tiremos la primera piedra, ya que seguramente recibiremos antes o después, la respuesta de Dios.
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